Papa: un "daño a la paz " no es sólo la guerra, sino también "cualquier negación de la dignidad humana"
En el discurso a los diplomáticos la esperanza por el fin del conflicto en Siria, el Líbano y la preocupación por Irak, la oración por la reunificación de las dos Coreas, la disponibilidad hacía China, el drama de África y la violencia contra los cristianos. La falta de una "cultura del encuentro" y el "descarte" de la gente considerada "innecesaria", tales como los ancianos o los niños abortados. La "explotación voraz de los recursos naturales".

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Las "heridas a la paz" no viene sólo de las guerras - como la sangrienta en particular de Oriente Medio y África - sino también de "cualquier negación de la dignidad humana", de la falta de alimentos, del "descarte" de personas consideradas "inútiles", como los ancianos o niños abortados, y también por "la explotación voraz de los recursos naturales". Parte de la falta de una "cultura del encuentro" que sea capaz de hacer que la atención al otro "transforme el egoísmo en don de sí el perdón y la venganza en perdón" dicho por el Papa Francisco en el 2013 al mundo, fue el argumento del discurso que el Papa dirigió al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, en representación de 180 países, con motivo de los deseos para el nuevo año.

El discurso del Papa se dirige tanto a situaciones relacionadas con las regiones o Estados - tales como el Medio Oriente - como a los problemas que tienen raíces en los derechos éticos, sociales y culturales. Como las "crecientes actitudes de clausura que, apoyándose en motivos religiosos, tienden a privar a los cristianos de su libertad y a poner en peligro la convivencia civil", que Francisco citó hablando de Asia. De ese continente, el Papa recordó la península de Corea y, sin nombrarla, a China. "Yo - dijo - quisiera implorar de Dios el don de la reconciliación en la península, con el deseo de que, por el bien de todo el pueblo coreano, las partes interesadas no se cansen de buscar puntos de encuentro y posibles soluciones. Asia, en efecto, tiene una larga historia de pacífica convivencia entre sus diversas partes civiles, étnicas y religiosas. Hay que alentar ese recíproco respeto, sobre todo frente a algunas señales preocupantes de su debilitamiento, en particular frente a crecientes actitudes de clausura que, apoyándose en motivos religiosos, tienden a privar a los cristianos de su libertad y a poner en peligro la convivencia civil. La Santa Sede, en cambio, mira con gran esperanza las señales de apertura que provienen de países de gran tradición religiosa y cultural, con los que desea colaborar en la edificación del bien común".

Es también el Oriente Medio, Asia, sobre la que el Papa dijo que no deja la "esperanza que finalmente se ponga fin al conflicto en Siria". Agradeció mucho, a las autoridades públicas y los particulares que se han unido a la jornada de ayuno y oración que él puso en marcha en septiembre del año pasado, el Papa expresó el deseo de que "la Conferencia ´Ginebra 2', convocada para el próximo 22 de enero, marque el comienzo del deseado camino de pacificación. Al mismo tiempo, es imprescindible que se respete plenamente el derecho humanitario. No se puede aceptar que se golpee a la población civil inerme, sobre todo a los niños. Animo, además, a todos a facilitar y garantizar, de la mejor manera posible, la necesaria y urgente asistencia a gran parte de la población, sin olvidar el encomiable esfuerzo de aquellos países, sobre todo el Líbano y Jordania, que con generosidad han acogido en sus territorios a numerosos refugiados sirios".

"Permaneciendo en Oriente Medio, advierto con preocupación las tensiones que de diversos modos afectan a la Región. Me preocupa especialmente que continúen las dificultades políticas en Líbano, donde un clima de renovada colaboración entre las diversas partes de la sociedad civil y las fuerzas políticas es más que nunca indispensable, para evitar que se intensifiquen los contrastes que pueden minar la estabilidad del país. Pienso también en Egipto, que necesita encontrar de nuevo una concordia social, como también en Iraq, que le cuesta llegar a la deseada paz y estabilidad. Al mismo tiempo, veo con satisfacción los significativos progresos realizados en el diálogo entre Irán y el «Grupo 5+1» sobre la cuestión nuclear".

"En cualquier lugar, el camino para resolver los problemas abiertos ha de ser la diplomacia del diálogo. ... Es necesario animarse «a ir más allá de la superficie conflictiva» (Ex. ap. Evangelii gaudium, 228) y mirar a los demás en su dignidad más profunda, para que la unidad prevalezca sobre el conflicto y sea «posible desarrollar una comunión en las diferencias» (ibid.). En este sentido, es positivo que se hayan retomado las negociaciones de paz entre israelitas y palestinos, y deseo que las partes asuman con determinación, con la ayuda de la Comunidad internacional, decisiones valientes para encontrar una solución justa y duradera a un conflicto cuyo fin se muestra cada vez más necesario y urgente".

"No deja de suscitar preocupación el éxodo de los cristianos de Oriente Medio y del Norte de África. Ellos desean seguir siendo parte del conjunto social, político y cultural de los países que han ayudado a edificar, y aspiran a contribuir al bien común de las sociedades en las que desean estar plenamente incorporados, como artífices de paz y reconciliación.

"También en otras partes de África, los cristianos están llamados a dar testimonio del amor y la misericordia de Dios. No hay que dejar nunca de hacer el bien, aún cuando resulte arduo y se sufran actos de intolerancia, por no decir de verdadera y propia persecución. En grandes áreas de Nigeria no se detiene la violencia y se sigue derramando mucha sangre inocente. Mi pensamiento se dirige especialmente a la República Centroafricana, donde la población sufre a causa de las tensiones que el país atraviesa y que repetidamente han sembrado destrucción y muerte. Aseguro mi oración por las víctimas y los numerosos desplazados, obligados a vivir en condiciones de pobreza, y espero que la implicación de la Comunidad internacional contribuya al cese de la violencia, al restablecimiento del estado de derecho y a garantizar el acceso de la ayuda humanitaria también a las zonas más remotas del país. La Iglesia católica por su parte seguirá asegurando su propia presencia y colaboración, esforzándose con generosidad para procurar toda ayuda posible a la población y, sobre todo, para reconstruir un clima de reconciliación y de paz entre todas las partes de la sociedad. Reconciliación y paz son una prioridad fundamental también en otras partes del continente africano. Me refiero especialmente a Malí, donde incluso se observa el positivo restablecimiento de las estructuras democráticas del país, como también a Sudán del Sur, donde, por el contrario, la inestabilidad política del último período ha provocado ya muchos muertos y una nueva emergencia humanitaria".

"La paz además se ve herida por cualquier negación de la dignidad humana, sobre todo por la imposibilidad de alimentarse de modo suficiente. No nos pueden dejar indiferentes los rostros de cuantos sufren el hambre, sobre todo los niños, si pensamos a la cantidad de alimento que se desperdicia cada día en muchas partes del mundo, inmersas en la que he definido en varias ocasiones como la «cultura del descarte». Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen «descartados» como si fueran «cosas no necesarias». Por ejemplo, suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto, o en los que son utilizados como soldados, violentados o asesinados en los conflictos armados, o hechos objeto de mercadeo en esa tremenda forma de esclavitud moderna que es la trata de seres humanos, y que es un delito contra la humanidad".

"No podemos ser insensibles al drama de las multitudes obligadas a huir por la carestía, la violencia o los abusos, especialmente en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos. Muchos de ellos viven como prófugos o refugiados en campos donde no vienen considerados como personas sino como cifras anónimas. Otros, con la esperanza de una vida mejor, emprenden viajes aventurados, que a menudo terminan trágicamente. Pienso de modo particular en los numerosos emigrantes que de América Latina se dirigen a los Estados Unidos, pero sobre todo en los que de África o el Oriente Medio buscan refugio en Europa.

Permanece todavía viva en mi memoria la breve visita que realicé a Lampedusa, en julio pasado, para rezar por los numerosos náufragos en el Mediterráneo. Por desgracia hay una indiferencia generalizada frente a semejantes tragedias, que es una señal dramática de la pérdida de ese «sentido de la responsabilidad fraterna» (Homilía en la Misa celebrada en Lampedusa, 8 julio 2013), sobre el que se basa toda sociedad civil. En aquella circunstancia, sin embargo, pude constatar también la acogida y dedicación de tantas personas".

"En fin, deseo mencionar otra herida a la paz, que surge de la ávida explotación de los recursos ambientales. Si bien «la naturaleza está a nuestra disposición» (Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de la Paz [8 diciembre 2013], 9), con frecuencia «no la respetamos, no la consideramos un don gratuito que tenemos que cuidar y poner al servicio de los hermanos, también de las generaciones futuras» (ibid.). También en este caso hay que apelar a la responsabilidad de cada uno para que, con espíritu fraterno, se persigan políticas respetuosas de nuestra tierra, que es la casa de todos nosotros. Recuerdo un dicho popular que dice: «Dios perdona siempre, nosotros perdonamos algunas veces, la naturaleza -la creación-, cuando viene maltratada, no perdona nunca». Por otra parte, hemos visto con nuestros ojos los efectos devastadores de algunas recientes catástrofes naturales. En particular, deseo recordar una vez más a las numerosas víctimas y las grandes devastaciones en Filipinas y en otros países del sureste asiático, provocadas por el tifón Haiyan".

"El Papa Pablo VI - dijo Francesco - afirmaba que la paz «no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres» (Pablo VI, Car. enc. Populorum progressio [26 marzo 1967], 76: AAS 59 [1967], 294-295). Éste es el espíritu que anima la actividad de la Iglesia en cualquier parte del mundo, mediante los sacerdotes, los misioneros, los fieles laicos, que con gran espíritu de dedicación se prodigan entre otras cosas en múltiples obras de carácter educativo, sanitario y asistencial, al servicio de los pobres, los enfermos, los huérfanos y de quienquiera que esté necesitado de ayuda y consuelo. A partir de esta «atención amante» (Ex. ap. Evangelii gaudium, 199), la Iglesia coopera con todas las instituciones que se interesan tanto del bien de los individuos como del común".