Papa: Pentecostés evento que renueva. El Espíritu vivificante nos enseña, nos recuerda, nos hace hablar con Dios y con los hombres.
En la celebración en S. Pedro, el Papa Francisco subraya que el Espíritu es "maestro de vida" no sólo de doctrina. Él "nos recuerda" todo los que Jesús ha hecho y nos empuja a la respuesta. Cristianos sin memoria, "prisioneros del momento". El Espíritu nos dona la oración y la profecía para hablar a los hombres "con franqueza, para mostrar abiertamente las contradicciones y las injusticias, pero siempre con mansedumbre e intención constructiva". Sin el Espíritu no hay misión. María y la Iglesia.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Pentecostés, la efusión del espíritu Santo sobre los discípulos no se limitó a un momento; "sino que es un evento que se renovó y se renueva ahora. Cristo glorificado a la derecha del Padre continúa realizando su promesa, enviando sobre la Iglesia el Espíritu vivificante, que nos enseña, nos recuerda, nos hace hablar".

Así el Papa Francisco sintetizó el misterio de la solemnidad de hoy, en la celebración que se realizó en la basílica de S. Pedro esta mañana. Junto al pontífice han concelebrado decenas de cardenales, obispos y sacerdotes, además de miles de fieles y peregrinos de toda parte del mundo.

Ante todo, el Papa subrayó que "el Espíritu Santo nos enseña: es el Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de la vida. Él nos enseña el camino, la vía... Más un maestro de doctrina, el Espíritu, el espíritu es un maestro de vida. Y de la vida ciertamente también el saber, el conocer, pero dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia cristiana".

En segundo lugar, "el Espíritu nos recuerda, nos recuerda todo lo que Jesús dijo. Es la memoria viviente de la Iglesia". "El Espíritu de verdad y de caridad-agregó- nos recuerda todo lo que Cristo dijo, nos hace entrar siempre más plenamente en el sentido de sus palabras. Y todos nosotros tenemos esta experiencia... Esto nos pide a nosotros una respuesta: más nuestra respuesta es generosa, más las palabras de Jesús se convierten en nosotros en vida, se vuelven actitudes, elecciones, gestos, testimonios. En substancia, el espíritu nos recuerda el mandamiento del amor, y no llama a vivirlo".

Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano, es un cristiano por la mitad: es un hombre o una mujer prisioneros del momento, que no saben hacer tesoro de su historia, no sabe leerla y vivirla como historia de salvación". 

Improvisando, el Papa agregó: "En aquel día de Pentecostés estaba la mujer de la memoria, aquella que desde el inicio meditaba todas estas cosas en su corazón. Que la Virgen nos ayude en la memoria"

Al final, el Espíritu Santo "nos hace hablar con Dios en la oración. La oración es un don que recibimos gratuitamente, es diálogo con Él en el Espíritu Santo, que reza por nosotros y nos permite dirigirnos s Dios llamándolo Padre, Papá, Abbá (cfr. Rm 8,15; Gal. 4,4), y esto no es sólo "un modo de decir", sino que es la realidad".

De nuevo improvisando dijo: "El Espíritu nos hace hablar en el acto de fe: Nadie puede decir "Jesús es el señor" sin el Espíritu Santo".

"Pero el Espíritu Santo precisó- nos hace hablar también a los hombres en la profecía, o sea haciéndonos "canales humildes y dóciles de la Palabra de Dios. La profecía está hecha con franqueza, pero siempre con mansedumbre e intención constructiva. Penetrados por el Espíritu de amor, podemos ser signos e instrumentos de Dios que ama, que sirve, que dona la vida".

El pontífice luego volvió a uno de sus tiempos más queridos, el de la Iglesia ¡en salida": "El día de Pentecostés, cuando los discípulos "fueron llenos de Espíritu Santo", fue el bautismo de la Iglesia, que nace "en salida", "en partida" para anunciar a todos la Buena Noticia".

Deteniéndose por un momento, él agregó sin leer: "La Madre Iglesia que parte para servir. Y recordemos a la otra Madre que parte inmediatamente para servir (Cfr. Lc. 1,39-56). Madre Iglesia y Madre María: ambas vírgenes, ambas santas, ambas mujeres.

Jesús fue perentorio con los Apóstoles: no deben alejarse de Jerusalén antes de haber recibido de lo alto la fuerza del Espíritu Santo (cfr. Hech. 1,4.8). Sin Él no hay misión, no hay evangelización. Por esto con toda la Iglesia invocamos: "¡Ven Espíritu Santo!".