Académica de Indonesia: con la encíclica del Papa, el medio ambiente se convierte en un "problema global"
de Mathias Hariyadi
María Ratnaningsih, profesora universitaria católica, valora el Papa en el cuidado de la "Casa Común". La investigadora señala las diferencias entre los países desarrollados y las naciones del Tercer Mundo. La atención de la Iglesia es "un paso importante" en el medio ambiente. Se debe mirar hacia el "bien común" de todos y apoyar a las comunidades marginadas.

Yakarta (AsiaNews) - En un mundo donde el aumento de los peligros asociados con el uso de contaminantes, que amplifican las diferencias entre los países industrializados y las naciones en desarrollo, las palabras del Papa dejan en claro que el problema ambiental es un "problema global" y no una "preocupación secundaria". Esto es lo que le dice a AsiaNews María Ratnaningsih, estudioso y experto en medio ambiente de la Universidad de Indonesia (UI) en Yakarta, al comentar sobre la encíclica del papa Francisco “Laudato sì”. Por un lado, señala la docente, hay países desarrollados que han promovido "comportamiento cívico" en el medio ambiente; en cambio, hay países que siguen siendo "inconscientes" del problema ambiental, que abusa de los recursos naturales y contaminan sin pensar en los efectos sobre las generaciones presentes y futuras.

"Hablando con franqueza," dice la profesora Ratnaningsih, "Hoy las condiciones de nuestro medio ambiente son un  peligro y debemos todos sentirnos afectados por esta situación. Esto es aún más cierto, si pensamos en los frecuentes desastres naturales que ocurren todos los días: inundaciones, deslizamientos, avalanchas, cambios extremos en el clima y así sucesivamente.. ".

Se advierte de un problema que no puede resolverse a nivel de los individuos, sino que se requiere la participación de todos los interesados, los gobiernos, los estados, las empresas y los ciudadanos. "Por eso esto que la Iglesia Católica está promoviendo hoy a través de la encíclica del Papa - añadió - es un avance significativo. La Iglesia tiene una visión clara de lo que el problema ambiental es un problema mundial y no sólo una preocupación secundaria".

El Papa con su encíclica, comenta la profesora, mostró que "este problema global debe ser abordado por toda la comunidad humana". El investigador añade que el daño ambiental se puede calcular con precisión y es claro, hoy, como el cambio climático y la contaminación puede constituir una seria amenaza "para nuestras vidas". Aquí, entonces, se vuelve más y más "urgente" para promover el interés común de los ciudadanos en las cuestiones relativas a la sostenibilidad ambiental, la promoción del bien común sobre los intereses de unos pocos individuos o de unas pocas naciones a expensas de otras.

"Las naciones modernas y desarrolladas - continúa María Ratnaningsih - deben entender la importancia de compartir la mejor ‘práctica’ en la gestión del medio ambiente, al ofrecer sus conocimientos y tecnología a los países aún en desarrollo". Una política de las estrategias de desarrollo y de largo plazo, añade, son las "llaves del conocimiento" que se ocupará de todas las cuestiones, de los daños ambientales de los contaminantes.

Para lograr el objetivo, la erudita y profesora en el medio ambiente se enumeran algunas pautas a seguir para preservar el planeta y cuidar de lo que el Papa Francisco define nuestra "Casa Común". "Hay que empezar", advierte "las pequeñas cosas, convirtiéndose en pioneros en el campo del medio ambiente, la promoción de un estilo de vida compatible" que supere el "modelo consumista". Por esto "debemos ser cautos en el uso de agua, energía y gestión de residuos".

Como se demuestra en la encíclica, la Iglesia puede desempeñar un papel de liderazgo en la promoción de estilos de vida ecológicos entre los fieles, alentando negocios e impresión "en la sostenibilidad" y que mira, en primer lugar, "el bien común de todas las personas". Siguiendo las directrices del Papa Francisco, procede desestimar los ingresos "derivados de los negocios ilegales" como el blanqueo de dinero o la corrupción. "La Iglesia debe actuar con las personas últimas y abandonadas - concluye la investigadora - porque haciendo así las comunidades tan marginadas pueden recuperar su dignidad. Y promover proyectos, políticas y actividades verdes que sean atentas con el ambiente".