Papa: la vida consagrada es cercanía a la gente, profecía, alegría de evangelizar
En un encuentro con 5.000 jóvenes consagrados, Francisco indica cuáles son los rasgos sobresalientes de la vida de los religiosos. El ejemplo de Santa Teresita del Niño Jesús: “profecía, capacidad de soñar y lo contrario de la rigidez”. “Evangelizar no es solamente convencer, es testimoniar que Jesucristo está vivo”. El narcisismo, “una de las peores actitudes que puede tener un religioso”. El pensamiento dirigido a los mártires de Irak y de Siria.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – “Cercanía a la gente, cercanía entre nosotros; profecía con nuestro testimonio, con el corazón que arde, con el celo apostólico que conforta los corazones de los demás, incluso sin palabras”, rechazar el narcisismo y “aprender” la adoración. Así es la vida consagrada tal como la delineó el Papa Francisco durante un festivo encuentro con 5.000 jóvenes consagrados que participan en su convenio internacional en Roma,  en el marco del Año de la Vida Consagrada.   

En el encuentro,  el Papa pudo responder a tres preguntas propuestas por los jóvenes, y fue una ocasión para que Francisco recordara su "llamada" personal, el 21 de septiembre de 1953,  y para que dirigiera un pensamiento por los mártires de hoy,  en Siria y en Irak. “Antes que nada – fueron sus palabras - sé que entre vosotros hay consagradas y consagrados de Irak y de Siria. Quisiera comenzar con un pensamiento por nuestros mártires de Irak y de Siria, por nuestros mártires de hoy. Tal vez vosotros conoceis a muchos o a algunos de ellos… Unos días atrás, en la Plaza, un sacerdote iraquí se acercó y me dio una pequeña cruz: era la cruz que tenía en su mano el sacerdote que fue degollado por no haber renegado de Jesucristo. Esta cruz la llevo aquí… a la luz de estos testimonios de nuestros mártires de hoy - que son más que los mártires de los primeros siglos -, y también por los mártires de vuestra tierra iraquí y siria, quisiera comenzar nuestro diálogo agradeciendo al Señor: que su Iglesia cumpla en su Cuerpo lo que resta a la Pasión de Cristo, todavía hoy, y pidiendo la gracia del pequeñísimo martirio cotidiano, de ese martirio de todos los días, en el servicio a Jesús y de nuestra vida consagrada”.

Profética, capacidad de soñar y "rigidez"

Justo tocó a una joven siria de Alepo hacer la primera pregunta, sobre la respuesta a la "llamada" y a las  “muchas otras llamadas que el Señor nos ha dirigido desde que respondimos por primera vez a su invitación a seguirlo más de cerca de una manera profética”.

“Tú – le respondió el Papa - tocas un problema muy serio, que es el de la comodidad en la vida consagrada: ‘debemos hacer esto…, estemos tranquilos…, yo observo todos los mandamientos que debo seguir aquí, las reglas…, soy observador…’. Pero Santa Teresa decía que la observancia rígida y estructurada quita la libertad. ¡Y ella era una mujer libre! Tan libre era, que debió ir a la Inquisición. Hay una libertad que viene del espíritu y hay una libertad que viene de la mundanidad. El Señor os llama – y nos llama a todos – a lo que Pierre llamó el ‘modo profético’ de la libertad, es decir, la libertad que va unida al testimonio y a la fidelidad”. “También la vida consagrada puede ser estéril, cuando no es verdaderamente profética; cuando no se permite soñar. Pero pensemos en Santa Teresita del Niño Jesús: encerrada en un convento, con una priora no del todo fácil; algunas pensaban que la priora hacía cosas para incomodarla … ¡Pero esa monjita de 16, 17, 18, 20, 21 años soñaba! Jamás perdió la capacidad de soñar, nunca perdió los horizontes! A tal punto que hoy ella es la Patrona de las Misiones; es la Patrona de los horizontes de la Iglesia. Y lo que Santa Teresa llamaba ‘almas concertadas’ es un peligro. Es un gran peligro. Ella era una monja de clausura, pero anduvo por las calles de toda España, haciendo fundaciones, conventos. Y nunca perdió la capacidad de contemplación. Profecía, capacidad de soñar es lo contrario de la rigidez. Los rígidos no pueden soñar. Pensemos en las cosas bellas que Jesús dice a los rígidos de su tiempo, a los consagrados rígidos de su tiempo, en el capítulo 23 de San Mateo. Leedlo. Esos son rígidos. Y la observancia no debe ser rígida; si la observancia es rígida no es observancia, es egoísmo personal. Es buscarse a sí mismos y sentirse más justos que los demás”.  “Teresa las llama ‘almas concertadas’. ¿Y cómo no convertirse en esto? Con el corazón siempre abierto a lo que dice el Señor, llevarlo al diálogo con el superior, con el director o la directora espiritual, con la Iglesia, con el obispo. Apertura, corazón abierto, diálogo, y también diálogo comunitario. 

 ‘Pero, Padre, nosotros no podemos dialogar, porque cuando dialogamos siempre terminamos discutiendo…’. ‘¡Pero está bien! También Pedro, Pablo, Santiago en los primeros tiempos – leed los Hechos de los Apóstoles – tenían discusiones fuertes. Pero luego estaban tan abiertos al Espíritu Santo, que tenían esta capacidad de perdonarse.  Os estoy por decir unas palabras algo difíciles. Os hablo con sinceridad: uno de los pecados que encuentro muy a menudo en la vida comunitaria es la incapacidad de perdón entre los hermanos y entre las hermanas. ‘¡Ah, esa me las pagará! ¡Se las haré pagar!...’. ¡Y esto es ensuciar al otro! El chismorreo en una comunidad impide el perdón, y lleva también a estar más lejos los unos de los otros, a que uno se aleje de los otros. A mí me gusta decir que el chismorreo no es solamente un pecado – porque chismorrear es un pecado, confesaos si haceis esto… ¡Es pecado! –, sino que chismorrear ¡es también terrorismo! Porque quien chismorrea ‘tira una bomba’ sobre la fama de otra persona y destruye al otro, que no puede defenderse. Porque siempre se chismorrea en la oscuridad, no en la luz. Y la oscuridad es el reino del diablo. La luz es el reino de Jesús. Si tienes algo contra tu hermano, contra tu hermana, ve... Primero reza, vuelve a serenar tu alma, y luego ve a decírselo a él, a ella: ‘Yo no estoy de acuerdo sobre esto… tú has hecho una cosa fea…’. Pero nunca, nunca tirar la bomba del chismorreo. ¡Nunca, jamás! ¡Es la peste de la vida comunitaria! Y así el religioso, la religiosa, que ha consagrado su vida a Dios, se transforma en un terrorista y en una terrorista, porque tira en su comunidad una bomba que destruye.

Tú, Sara, has hablado también de la inestabilidad de nuestro seguimiento. Siempre, desde el comienzo de la vida consagrada hasta ahora, ha habido momentos de inestabilidad: son las tentaciones. Los primeros monjes del desierto escriben sobre esto y nos enseñan cómo encontrar la estabilidad interior, la paz. Pero siempre habrá tentaciones, siempre, siempre… La lucha será hasta el fin. Y volviendo a Santa Teresita del Niño Jesús, ella decía que se debe rezar por quienes están a punto de morir, porque justamente es ése el momento de mayor inestabilidad, cuando las tentaciones vienen con fuerza. Culturalmente es cierto, nosotros vivimos en un tiempo muy, muy inestable, y también en un tiempo que parece ser ‘una porción de tiempo’: nosotros vivimos en la cultura de lo provisorio. Me decía un obispo - hace un año o dos, más o menos – que vino a él un joven fantástico, un buen chico, un profesional, que quería hacerse sacerdote, pero solamente por diez años: ‘y después veremos…’. Pero esto pasa, sucede: la nuestra es la cultura de lo provisorio. También en los matrimonios: ‘Sí, sí, nosotros nos casamos! Hasta cuando el amor dure… cuando el amor se va, chau chau: tú a tu casa, yo a mi casa’. Y esta cultura de lo provisorio ha entrado en la Iglesia, ha entrado en las comunidades religiosas, ha entrado en las familias, en el matrimonio… La cultura de lo definitivo: ¡Dios ha enviado a Su Hijo para siempre! No provisoriamente, a una generación o a un país: a todos. A todos y para siempre. Y éste es un criterio de discernimiento espiritual. ¿Yo soy de la cultura de lo provisorio? Por ejemplo, para no disgregarse, también tomar compromisos definitivos.

El deseo de evangelizar quema el corazón

Luego fue la hermana hindú Mary Giacinta a hacer la segunda pregunta, sobre la alegría de evangelizar

“Tú- le respondió Francisco- has hablado de la evangelización. Una evangelización- has citado- que hace arder el corazón: el deseo de evangelizar, donde el corazón arde, con el corazón que quema. Esto es celo evangélico. Evangelizar no es lo mismo que hacer proselitismo. Nosotros no somos una asociación de fútbol que busca socios, miembros… Evangelizar no es solamente convencer, es testimoniar que Jesucristo está vivo. ¿Y cómo te doy este testimonio? Con tu carne, con tu vida. Tú podrás estudiar, podrás hacer cursos de evangelización y esto es bueno, pero la capacidad de dar calor a los corazones no viene de los libros, ¡viene de tu corazón! Si tu corazón arde de amor por Jesucristo, tú eres una gran evangelizadora. Pero si tu corazón no arde de amor y miras sólo las cosas que hay que organizar, que son necesarias, pero son secundarias… Y aquí querría, -perdónenme si soy un poco “feminista”- agradecer a las mujeres consagradas- no a todas, ¡hay algunas un poco histéricas!- vosotras tenéis ganas de estar siempre en primera línea. ¿Por qué? Porque sois madres, tenéis esta maternidad de la Iglesia, que las hace estar cerca. Yo recuerdo que en Buenos Aires, un hospital que se había quedado sin monjas, porque eran pocas, ancianas y esa Congregación estaba casi en su fin…porque los institutos religiosos son todos provisorios. El Señor elige a uno por un tiempo, luego lo deja y crea otro; ninguno tiene la posibilidad de permanecer para siempre; es una gracia de Dios y algunos son para ese tiempo; esto debe ser claro…estas monjitas, pobrecitas, eran ancianas…Y me hablaron de una Congregación de Corea: las hermanas de la Sagrada Familia de Seúl. A través de un sacerdote coreano al final llegaron tres monjas coreanas a ese hospital, en Buenos Aires, donde se habla español. Y ellas sabían tanto español como yo chino: nada. El segundo día fueron a visitar cada unidad del hospital y con gestos, con una caricia, con una sonrisa…Los enfermos decían: ¡pero, que hermosas monjitas! ¡Cómo trabajan! ¿Pero, te hicieron algo? No.. nada. Era el testimonio de un corazón que ardía. Es la maternidad de las monjas. No pierdan esto, ¡por favor! Porque la monja es el ícono de la Madre Iglesia y de la Madre María. Vosotras tenéis esta función en la Iglesia: ser íconos de la Iglesia y de la Madre María; ícono de María; ícono de la ternura de la Iglesia, del amor de la Iglesia, de la maternidad de la Iglesia y de la maternidad de la Virgen. No olviden esto. Siempre en primera línea, pero así. Y, además, la Iglesia es esposa de Cristo- termino con las monjas- y las monjas son esposas de Jesucristo, y toda la fuerza la toman de allá, delante del tabernáculo, delante del Señor, en la oración con su Esposo, para llevar su mensaje.

Cercanía en manera profética

“Y tú, Pierre- la tercera respuesta del Papa- has dicho palabras clave: seguir a Jesús de cerca; cercano, cercanía; de manera profética. De esto ya he hablado, de la profecía, cuando contesté a Sara. Y otra palabra, que es clave en la vida consagrada: memoria. O sea profecía, cercanía, memoria. De profecía he hablado. Cercanía. Cercanía entre vosotros y con los demás. Cercanía con el pueblo de Dios. Un compañero de trabajo de mi papá- varios compañeros habían llegado a la Argentina después de la guerra civil española y eran anticlericales-, una vez uno de ellos se enfermó de una horrible infección, con llagas, una enfermedad muy fea y la mujer también trabajaba y tenían tres hijos. Llegaron a saberlo las monjas de una Congregación, Les Petites Soeurs de l 'Ássomption, aquellas monjas fueron fundadas por el P. Pernet. Su trabajo…en aquellos tiempos, después de las oraciones, era ir a las casas donde habían dificultades. Todas eran enfermeras y curaban a los enfermos, llevaban a los niños a la escuela, trabajaban en tareas domésticas y luego a las 4 de la tarde volvían a casa. Fue una de ellas, era la superiora, porque era un caso difícil. Dijo: “voy yo”. Imagínense las palabrotas que le dijo el hombre a esta monja: las palabrotas más horribles. Pero ella muy tranquila, hacía su trabajo, le curaba las heridas, llevaba a los niños, cocinaba. Y luego, después de un mes, ese hombre se curó. Se curó. Y volvió al trabajo. Algunos días después iban al trabajo él y tres o cuatro compañeros que también eran anticlericales. Pasaban en ese momento por la calle dos monjas y uno de ellos insultó a las monjas. Y éste con un puñetazo lo tiró al suelo y le dijo. “Sobre los curas y sobre Dios di todas las cosas que quieras, pero ¡contra la Virgen y la monjas nada! Piensen, un ateo, un anti-curas, ¿por qué?, porque había visto la maternidad de la Iglesia, había visto la sonrisa de la Virgen en aquella monja paciente que lo curaba, trabajaba de doméstica en su casa y llevaba a los niños a la escuela. No olviden esto, vosotras las monjas sois el ícono de la Santa Madre Iglesia y de la Santa Madre María. No olviden esto. Y la iglesia les agradece por esto, es un hermoso testimonio. Y esto es cercanía, estén cerca, cercanía a los problemas, a los verdaderos problemas.

Y la otra palabra es memoria. Yo pienso que Santiago y Juan no olvidaron nunca ese encuentro con Jesús. Los otros apóstoles lo mismo. Pedro: “Tú eres Pedro”, Nicodemo, Nataniel…el primer encuentro con Jesús. La memoria, la memoria de la propia vocación. En los momentos oscuros, en los momentos de tentación, en los momentos difíciles de nuestra vida consagrada, volver a las fuentes, hacer memoria y recordar el estupor que nosotros experimentamos cuando el Señor nos ha mirado. El señor me ha mirado…Memoria.

Y tú me has pedido compartir mi memoria, cómo fue aquella primera llamada del 21 de diciembre de 1953. Pero no sé cómo fue. Sé que por casualidad, entré en la iglesia, vi un confesionario y salí distinto, salí de otra manera. La vida cambió allí. Y ¿qué me fascinó de Jesús y del Evangelio? No sé…su cercanía a mí: el Señor nunca me ha dejado solo, también en los momentos feos y oscuros, también en los momentos de los pecados…Porque también debemos decirlo. Todos somos pecadores. Y lo decimos en teoría, ¡pero no en la práctica! Yo recuerdo los míos y me avergüenzo. También en esos momentos, jamás el Señor me dejó solo. Y no sólo a mí, a todos. El señor no deja a nadie. Y yo sentí esta llamada de hacerme sacerdote y religioso. El sacerdote que me confesó aquel día y que yo no conocía, estaba allí por casualidad, porque tenía leucemia, estaba bajo tratamiento y murió un año después. Luego me guió un Salesiano, como tú, un Salesiano que me había bautizado. Fui a donde él y él me guió hacia los Jesuitas…¡Ecumenismo religioso! Pero en los momentos más feos, me ayudó tanto la memoria de aquél encuentro, porque el Señor nos encuentra siempre definitivamente, el Señor no entra en la cultura de lo provisorio: Él nos ama para siempre, nos acompaña para siempre.

Y entonces: “cercanía con la gente, cercanía entre nosotros; profecía con nuestro testimonio, con el corazón que arde, con el celo apostólico que reconforta los corazones de los demás, aunque sea sin palabras, como aquellas monjitas coreanas; y memoria, volver siempre”. Y “festejen: cuando tú recuerdes las maravillas que el Señor ha hecho en tu vida, que te den ganas de festejar, ¡te viene una sonrisa de una oreja a la otra!, aquellas sonrisas bellas, ¡¨porque el Señor es fiel! Profecía, memoria, cercanía, corazón que arde, celo apostólico, cultura de los definitivo, y no usar y tirar.

Y quiero terminar con dos palabras. Una, que es el símbolo de lo peor, no sé si lo peor pero una de las peores actitudes de un religioso: reflejarse a sí mismo, el narcisismo. Cuídense de esto. Y nosotros vivimos en una cultura narcisista y siempre tendemos a reflejarnos. No al narcisismo, a mirase a sí mismo. Y sí,  al contrario, a lo que desnuda del todo el narcisismo, sí a la adoración. Y yo creo que esto es uno de los puntos sobre los cuales debemos ir adelante. Todos nosotros rezamos, damos gracias a Dios, pedimos favores, alabamos al Señor…Pero yo les hago una pregunta. ¿Nosotros adoramos al Señor? Tú, religioso o religiosa, ¿tienes la capacidad de adorar al Señor? La oración de adoración silenciosa: "Tú eres el Señor", es lo contrario de reflejar el propio narcisismo. Adoración, quiero terminar con estas palabras: sean hombres y mujeres de adoración y recen por mí. Gracias”.