Vicario de Phnom Penh: el Pime esté “en el corazón de la Iglesia, signo de la ternura de Dios”
de Olivier Schmitthaeusler
La homilía de mons. Olivier Schitthaeusler en la misa por los 25 años de misión en Camboya. El prelado recordó que los sacerdotes son “los muchos ramos del bellísimo árbol que el Señor ha plantado en nustra tierra” y que “cada uno de nosotros está llamado a realizar la misión de vida que el Señor ha confiado a sus discípulos: ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio”. En la Iglesia camboyana, todavía no del todo constituida, los institutos misioneros son “esenciales para poner las raíces en profundidad”.

Phnom Penh (AsiaNews)- El 3 de diciembre pasado, el Pime festejó junto a las Hermanas Misioneras de la Caridad, los primeros 25 años de presencia en el país. Los misioneros y las misioneras, junto a los fieles y a las autoridades de la Iglesia, han celebrado una misa de agradecimiento en la capital. Al final de la liturgia, el p. Ferruccio Brambillasca, Superior general del Pime, pronunció un mensaje, que hemos reportado en los días pasados. Durante la celebración, mons. Olivier Schimitthaeusler, vicarios apostólico de Phnom Penh, recordó que los misioneros son “las muchas ramas del hermosísimo árbol que el Señor plantó en nuestra tierra” y que “cada uno de nosotros está llamado a proclamar el Evangelio”. También subrayó que para hacer crecer la pequeña Iglesia de Camboya, aún en un estadio inicial, es necesario emplear mucho tiempo y se necesitan misioneros que dediquen con totalidad, por toda la vida.

Publicamos a continuación la homilía de mons. Schimitthaeusler.

Querido Superior general, querida hermana Provincial, queridos hermanos,

Hoy en la fiesta de S. Francisco Javier es una ocasión especial y única para agradecer por estos 25 años de presencia misionera de los padres del Pime y de las hermanas de la caridad en Camboya. El p. Toni Vendramin vino a ser capellán para las hermanas y al mismo tiempo inició las actividades de New Humanity en Camboya. Era un período inestable, antes del acuerdo de paz de París de 1991, y ellos estaban respondiendo a la llamada del Señor: “Vayan por todo el mundo a proclamar la Buena Noticia”. Las misioneras de la caridad iniciaron enseguida, con el celo por lo cual son conocidas, a dar una casa a los niños abandonados y a los enfermos en el gran edificio en el Monivong bulevard que fue ofrecida a madre Teresa por el Premier Hun Sen. Luego se trasladaron a Siem Reap, donde se ocuparon de los niños enfermos de Sida y Tbc y de todos los que necesitaban calor y afecto. Gracias a vosotras, mis queridas hermanas, desde el profundo de nuestros corazones.

Trabajando a través de New Humanity, el Pime realizó programas de filosofía y sociología en la Universidad real de Phnom Penh y ha desarrollado con entusiasmo otros programas, en particular para personas con discapacidades, ofreciendo acogida amorosa y ayuda. También ha conducido actividades en las escuelas matrenas en zonas remotas de Camboya (Mondulkiri), mientras iniciaba a enviar algunos sacerdotes a trabajar en las comunidades en vías de desarrollo.

Entre los sacerdotes misioneros están el p. Franco, el p. Mario, Gianluca, Gustavo, Charles en el vicariato de Phnom Penh, Lucas en Kompong Cham y Alberto y Enrico, en Italia por ahora y gracias a dios tenemos a los más jóvenes Giovanni y Christofher. Mis oraciones van también al p. Mariano. ¡Esta colaboración con la Iglesia local es tan preciosa! Estamos agradecidos en modo sincero por tal celo en el proclamar el Evangelio. Igualmente como los hermanos Mep (Sociedad para las misiones extrajeras de París, ndr), el Pime fue fundado con el espíritu de difundir el Evangelio, curar los corazones y los cuerpos y fundar, apoyar a las nuevas comunidades cristianas. Mi vocación Mep nació en Japón, siguiendo los pasos del p. Rotz, que fue un pionero del S. XIX, que estuvo por treinta años en la zona de Nagasaki, donde hemos encontrado a centenares de descendientes de los primeros bautizados por S. Francisco Javier en persona. El p. de Rotz logró unir evangelización y desarrollo en manera excepcional. De su parroquia salieron unas 300 hermanas y 30 sacerdotes, ¡incluidos cinco obispos y un cardenal! Pero, si hubiese leído la historia del beato el p. Mario Vergara en Myanmar, ¡habría ciertamente sido uno del Pime! Él sirvió a 29 pueblos católicos esparcidos en la floresta. Sacerdote, educador y doctor, construyó escuelas, iglesias, orfanatos, clínicas… ¡no obstante su salud frágil y malaria! Estos grandes misioneros, mártires y santos, reconocidos o no en modo oficial o menos, marcan la historia de nuestras sociedades y de nuestras congregaciones religiosas y misioneros. Pensando también en los jesuitas hoy, ellos son una fuente extraordinaria de fuerza para nosotros misioneros del siglo XXI.

La misión cambió con el desarrollo de los países donde anunciamos el Evangelio. Nuestros recursos son más grandes y más “sofisticadas”. Pero, seguramente el corazón de la misión permanece igualmente:

Proclamar la Buena Noticia a los pobres, estar cerca de aquellos que son ignorados por la sociedad, ir adonde nadie va, formar nuevos evangelizadores.

Esto es aquello que las Misioneras de la Caridad continúan haciendo en el vicariato apostólico de Phnom Penh y en Siem Reap. Esto es lo que el Pime hace con alegría en Kampot, Takmau y Phnom Penh… agregado a otras responsabilidades que algunos han asumido: el p. Mario como vicario general, el p. Gustavo como coordinador de la pastoral juvenil en toda Asia, el p. Gianluca como Superior regional del Pime. Con alegría el vicariato de Phnom Penh apoyará a los jóvenes discapacitados en Kandal, continuando el trabajo de New Humanity, así como mons. Kike continuará su importante misión en Battambang.

Querido p. Superior general, querida hermana Provincial, queridos amigos, esta tarde quisiera remarcar algunos puntos esenciales de nuestra misión aquí en Camboya, en el servicio a la iglesia y a la sociedad. Nosotros somos el pueblo de Dios que proclama la Buena Noticia. El anuncio del Evangelio es la misión que hemos recibido del mismo Jesucristo: “Vayan por todo el mundo, bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”.

En nuestra Camboya, donde la tierra y el agua se unen en armonía, nosotros estamos llamados a proclamar la Buena Noticia: porque creemos que Jesucristo es el único Salvador y a través de su muerte y resurrección abre un camino de vida y esperanza porque creemos que Jesús transforme nuestras vidas y que el Evangelio es la Buena Noticia que rompe las cadenas de la injusticia y de la angustia, porque creemos que Dios ha creado al hombre y la mujer a su imagen y semejanza y ama a cada uno con una dignidad única y verdadera: porque somos hijos e hijas de Dios, porque creemos que el Espíritu Santo está ya presente y en el trabajo de cada uno, porque creemos en el amor misericordioso de Dios que nos realza y nos libra del pecado para darnos una vida nueva.

Por todas estas razones, el amor nos empuja a anunciar la Buena Noticia a nuestros hermanos y hermanas. En realidad, no tenemos otra misión que la del Evangelio: “El Espíritu Santo del Señor está sobre mí; por esto me consagró con la unción y me ha enviado a anunciar a los pobres la alegre noticia, para proclamar a los prisioneros la liberación y a los ciegos la vista; para poner en libertad a los oprimidos”. Lc 4:18). Nosotros somos muchas ramas del hermosísimo árbol que el señor ha plantado en nuestra tierra y cada uno de nosotros está llamado a realizar la misión de la vida que el señor nos ha confiado a sus discípulos.

Nuestra Iglesia mártir renació en 1990 y vosotros sois testigos de su renovación. Nosotros vivimos en uno de los pocos países en el vasto continente asiático donde la Iglesia no está del todo constituida y por lo tanto debo decir que nosotros, las congregaciones religiosas y los institutos misioneros sean importante de la Iglesia local. La presencia de los misioneros “ad vitam” es esencial para que la Iglesia ponga sus raíces en profundidad y esto es mi deseo, que os digo con humildad pero con convicción. Las comunidades son tan jóvenes que necesitan de pastores celosos y estables para ser ¡maduros y responsables de la misma evangelización!  

Nuestra sociedad está en un veloz desarrollo, como el de los “tigres” asiáticos, pero lamentablemente el desarrollo de los corazones es más difícil. Mucha pobreza espiritual y moral se manifiesta en el momento en el cual la vida cotidiana se vuelve más fácil. Desde el año 2014, el vicariato de Phnom Penh lanzó un gran movimiento de caridad, que culminará con el Jubileo de la Misericordia. Hemos definido seis sectores prioritarios para ser y estar listos para responder a la palabra de Jesús: “Denle de comer”. Estos seis sectores son: educación, salud, personas discapacitadas, trabajadores, salvaguardias de los creado, inclusión de los pobres en la sociedad.

Yo los invito, invito a todos nosotros a ser el corazón de la acción de modo que la Iglesia, con sus capacidades, ¡pueda ser un signo de ternura de Dios hacia cada uno!

Escuchemos al beato Clemente Vismara del Pime. “Si nosotros tendremos la vida sólo para nosotros mismos, esta marchitará. La vida es radiante en el momento que la damos a los otros”. Y escuchemos también a nuestra beata, la Madre Teresa: “Dona tus manos para servir y tu corazón para amar”. Entendemos mejor como podemos ser verdaderos testigos en nuestra misión según la palabra de Jesús. “Vine para que ellos tengan vida y la tengan en abundancia”.

Querido Superior general, querida hermana provincial, queridos hermanos y hermanas, queridos amigos, ¡gracias por todo lo habéis hecho y por lo que continuaréis a hacer!

¡Larga vida a la iglesia de Camboya!

¡Pueda nuestra señora protegernos y custodiarnos siempre!

¡Pueda el Señor bendecirnos y darnos fuerza en vuestra misión de amor!

+ Olivier Schmitthaeusler, vicario apostólico di Phnom Penh y presidente de la Conferencia episcopal de Laos y Camboya