Ramallah: intelectuales y escritores en las calles por Ashraf Fayadh, condenado a muerte en Riad
El poeta de treinta y cinco años está en el corredor de la muerte por estar acusado de apostasía, y arriesga ser decapitado. Para la próxima semana está previsto el proceso de apelación. En cuarenta y dos naciones en el mundo se han leído sus obras y hay varios clamores por su liberación. Desde hace tiempo, artistas e intelectuales se baten por su causa.

Ramallah (AsiaNews/Agencias)- Intelectuales, escritores y artistas palestinos se reunieron ayer por la tarde en Ramallah, en Cisjordania, en el contexto de una campaña internacional contra la condena a muerte de Ashraf Fayadh, en el corredor de la muerte en Arabia Saudita, a la espera de ser ejecutado. El poeta Mahmoud Abu Hashhash, quien estuvo entre los participantes, recordó que ningún poeta “ha de ser castigado por sus creaciones” sino que debe ser recompensado por su arte. Quien lanzó la iniciativa es el Festival internacional de la literatura de Berlín, que involucró a activistas y personalidades de la cultura de cuarenta y dos naciones del mundo, que han leído sus poemas y clamado en favor de su liberación.

La familia del poeta de treinta y cinco años es de origen palestina (nativa de Gaza); sin embargo, él nació en Arabia Saudita y trabajó y vivió en la ciudad sudoccidental de Abha.

Activistas y organizaciones internacionales en favor de los derechos humanos afirman que Fayadh fue condenado a muerte con la acusación de blasfemia, por difusión del ateísmo y por tener una relación ilícita con algunas mujeres, en base a algunos elementos encontrados en su teléfono. Él debería ser ajusticiado por decapitación; según algunas fuentes, la semana próxima un jurado tendrá que evaluar y dictaminar en función de la apelación a la sentencia de primera instancia.

Para las autoridades sauditas, él es culpable de “apostasía”, por haber renunciado a la fe musulmana. En el curso del proceso, él no ha podido gozar de la defensa de un abogado, violándose así el derecho internacional e incluso las mismas leyes sauditas.

En realidad,  tras su arresto habría conflictos con otro artista, que erminaron en acusaciones de apostasía y blasfemia, y que han involucrado incluso a la policía religiosa saudita.

Ya en febrero de 2014, un centenar de intelectuales árabes emprendió una lucha para conseguir que sea liberado de prisión. El Pen American Center apeló -en vano- al presidente Barack Obama para que ejerciese presiones diplomáticas sobre la dirigencia saudita.

El año pasado, Arabia Saudita realizó más de ciento cincuenta condenas a muerte. Al inicio del año 2016, Riad ajustició a cuarenta y siete personas acusadas de “terrorismo”; entre éstas estaba también el dignatario chií Sheikh Nimr al-Nimr, figura importante de rebelión contra el régimen saudita. El asesinato originó un enfrentamiento- no sólo diplomático- entre Arabia Saudita (sunnita) e Irán (chií), que corre el riesgo de complicar aún más el cuadro en Medio Oriente.

Desde hace años, las principales asociaciones en defensa de los derechos humanos y muchos gobiernos occidentales se baten para imponer al reino saudita (sunnita wahabita) procesos más rectos, imparciales y ejecuciones menos crueles. Arabia Saudita- país en que rige una estrecha observancia de la sharia, la ley islámica- es el único país en el mundo donde la condena a muerte puede ser ejecutada por decapitación en la plaza pública.

La pena capital en el reino está prevista para los culpables de homicidio, robo a mano armada, estupro y tráfico de drogas, pero también por brujería y sodomía. No menos crueles son las condenas por crímenes menores, como son el robo o el delito de opinión, que además de la cárcel, prevén el corte de la mano o del pie, y la fustigación en una plaza pública.