Claustrales indios: los consagrados, prueba del amor de Dios por el mundo

Religiosos de todas las congregaciones han acogido la invitación de sor Gemma, priora del monasterio de Baroda, para celebrar juntos la conclusión del Año de la Vida Consagrada. “En nuestro mundo, amenazado por el terrorismo y la avaricia, este poder reencontrarse nuestro es algo muy relevante”. Los diferentes grupos renovaron los votos en su orden. “ha sido una gran alegría ser testigos de tanto amor fraterno”.


Baroda (AsiaNews) – En nuestro mundo, “amenazado por el terrorismo, por la avaricia y por la ofensa a la vida humana; sobre una tierra que es explotada al punto de poner en peligro a quien la habita; en una sociedad donde los pobres son cada vez más invisibles e ignorados, esta misa conclusiva celebrada en armonía y ante la presencia de todas las partes (que forman) la Iglesia, es algo muy relevante”. Con estas palabras, sor Marie Gemma Ocd, madre priora del monasterio carmelita de Prem Jyot (luz de amor) de Baroda (Gujarat), se dirigió a los 35 religiosos de varias denominaciones, reunidos en el monasterio para celebrar la misa conclusiva del  Año de la vida consagrada.

La iniciativa fue pensada por sor Gemma misma, quien explica a AsiaNews: “Las monjas de clausura carmelitas deseaban celebrar la Eucaristía en comunión con las otras congregaciones de Baroda, para agradecer a Dios por el gran don del Año de la Vida consagrada, y rezar por el Papa Francisco”.

En la misa, de hecho, participaron padres salesianos, sacerdotes diocesanos, jesuitas, carmelitas, hermanos y hermanas laicos, hermanas auxiliadoras y Misioneras de la caridad. La celebración, cuenta sor Gemma, “fue oficiada por un sacerdote consagrado en enero de 2016, y se desarrolló en un clima solemne, sereno y de júbilo. Fue una gran alegría ser testigos de tanto amor fraterno y comunión entre religiosos de diversas congregaciones”.

La vida consagrada, dijo la priora, “es una llamada a encarnar la Buena noticia, a hacer experiencia del poder del Evangelio y, como Jesús, humanizar un mundo que está aguardando el Reino de Dios en la tierra.  La alegría del Evangelio llena el corazón y las vidas de todos aquellos que encuentran a Jesús, quien nos sumerge en su misma consagración. Con Jesús, la alegría renace continuamente”.  

Al término de la misa, los religiosos, divididos en grupos, renovaron los votos en la orden a la cual pertenecen, cada uno de acuerdo a su propia constitución. (N.C.)