Papa: la sangre de “tantos mártires” se vuelve “semilla de la unidad de los cristianos”

Recibiendo al patriarca de la Iglesia ortodoxa Tewahedo de Etiopía, Francisco renueva el pedido “a aquellos que rigen la suerte política y económica del mundo, de promover una coexistencia pacífica basada en el respeto recíproco y en la reconciliación, en el perdón mutuo y en la solidaridad”.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews)-  La sangre de “tantos mártires”, pertenecientes a todas las Iglesias, víctimas de la “violencia devastadora contra los cristianos y contra otras minorías en Medio Oriente y en algunas parte de África”, se convierte en “semilla de unidad de los cristianos”. La visita al Vaticano del patriarca de la Iglesia ortodoxa Tewahedo de Etiopía, Abuna Matthias I, brindó al Papa la ocasión, esta mañana, de volver a subrayar la importancia y la urgencia de la unidad de los cristianos y en particular, de la relación entre católicos y ortodoxos, así como de renovar el pedido “a aquellos que rigen la suerte política y económica del mundo, de promover una coexistencia pacífica basada en el respeto recíproco y en la reconciliación, en el perdón mutuo y en la solidaridad”.

Los “sufrimiento compartidos”, subrayó Francisco, han hecho que los cristianos, unidos por la misma fe y por el mismo bautismo, aunque “divididos en muchos aspectos” se acerquen mayormente unos a otros. “Desde el 2004 –dijo, de hecho,  - la Iglesia católica y las iglesias ortodoxas orientales siempre han tratado de profundizar su comunión a través del diálogo teológico llevado adelante por la Comisión Internacional conjunta.  Estamos felices de constatar la creciente participación de la Iglesia ortodoxa etíope Tewahedo en este diálogo. A lo largo de los años, la Comisión ha examinado el concepto fundamental de Iglesia en comunión, entendida como participación en la comunión entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. De ese modo, hemos descubierto que tenemos casi todo en común: una sola fe, un solo Bautismo, un solo Señor y Salvador Jesucristo. Estamos unidos en virtud del Bautismo, que nos ha incorporado en el único Cuerpo de Cristo. Estamos unidos gracias a los varios elementos comunes de nuestras ricas tradiciones monásticas y prácticas litúrgicas. Somos hermanos y hermanas en Cristo. Como ha sido observado en más de una oportunidad, lo que nos une es mucho más grande que lo que nos divide”.

“Sentimos que las palabras del apóstol San Pablo son verdaderas para nosotros: «Si un miembro sufre, todos los miembros sufren junto con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran con él”» (1 Cor 12,26). Los sufrimientos compartidos han hecho que los cristianos, que de otra manera estarían divididos en muchos aspectos, se acerquen mucho más unos a otros. Del mismo modo en que el derramamiento de la sangre de los mártires se ha vuelto la semilla de nuevos cristianos en la Iglesia primitiva, hoy la sangre de tantos mártires pertenecientes a todas las Iglesias se vuelve semilla de unidad de los cristianos. Los mártires y los santos de todas las tradiciones eclesiales son ya una sola cosa en Cristo; sus nombres están inscriptos en el martyrologium de la Iglesia de Dios. El ecumenismo de los mártires es una invitación dirigida a nosotros aquí y ahora, a recorrer juntos el camino rumbo a una unidad cada vez más plena”.

“La vuestra ha sido una Iglesia de mártires desde el principio, y todavía hoy sois testigos de una violencia devastadora contra los cristianos y contra las demás minorías en Medio Oriente y en algunas partes de África.  No podemos dejar de pedir, una vez más, a quienes rigen la suerte política y económica del mundo,  que promuevan una existencia pacífica basada en el respeto recíproco y en la reconciliación, en el perdón mutuo y en la solidaridad”.

El Papa luego subrayó “los vinculos fraternos que ya unen a nuestras Iglesias”, signados por las visitas del patriarca Abuna Paulos a Juan Pablo II en 1993, y a Benedicto XVI en el año 2009. Y fue Benedicto XVI quien lo invitó, en octubre de ese mismo año, a participar como huésped especial para que interviniese durante la segunda Asamblea para África del Sínodo de Obispos, hablando de la situación del continente africano y de los desafíos de los pueblos africanos. “En la Iglesia primitiva –observó Francisco- era una práctica común que una Iglesia enviara a sus representantes a los sínodos de las otras Iglesias. Este sentido de compartición eclesial fue evidente también en 2012, en ocasión de los funerales de Su Santidad Abuna Paulos, en los cuales estuvo presente una delegación de la Santa Sede”.  

“Vuestro país –siguió diciendo- está llevando adelante grandes esfuerzos para mejorar las condiciones de vida de la población, y para construir una sociedad cada vez más justa, basada en el Estado de derecho y en el respeto del rol de las mujeres. Recuerdo, en particular, el problema de la falta de agua, con sus graves repercusiones sociales y económicas. Hay un vasto espacio para la colaboración entre las Iglesias a favor del bien común y de la salvaguarda de lo creado, y no dudo de la disponibilidad de la Iglesia católica de Etiopía para trabajar junto a la Iglesia ortodoxa Tewahedo, que vuestra Santidad preside. Santidad, queridos hermanos, es mi ferviente esperanza que este encuentro vuelva viable un nuevo tiempo de fraterna amistad entre nuestras Iglesias. Somos conscientes de que la historia ha dejado un fardo de dolorosos malentendidos y de desconfianza, por  el cual pedimos el perdón y la sanación de Dios.  Recemos los unos por los otros, invocando la protección de los mártires y de los santos sobre todos los fieles encomendados a nuestro cuidado pastoral. Que el Espíritu Santo –concluyó-continúe iluminándonos y guiándonos rumbo a la concordia y la paz, alimentando en nosotros la esperanza del día en el cual, con la ayuda de Dios, estaremos unidos en torno al altar del Sacrificio de Cristo, en la plenitud de la comunión eucarística”.