Papa: la esperanza “ilumine” nuestros problemas y venza “la oscuridad y los miedos”

Durante la Vigilia Pascual, Francisco dijo que los cristianos son llamados a “suscitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quien no consigue encontrar la luz de la vida”. Entre los 12 bautizados, el embajador de Corea del Sur en Italia, Yong-Joon Lee, con su esposa, Hee Kim. Sus padrinos, sus respectivos homólogos en la Santa Sede.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – La esperanza “don de Dios que no defrauda” y la certeza de la Resurrección deben “iluminar” los problemas que “continuamente vemos y veremos” cerca de nosotros y dentro de nosotros. “La oscuridad y los miedos no deben atraer la mirada del alma y apoderarse del corazón, sino que escuchemos palabras del Ángel: el Señor «no está aquí. Ha resucitado»”. La esperanza estuvo en el centro de las palabras del Papa en la Vigilia Pascual, durante la cual Francisco bautizó a 8 mujeres y a 4 hombres, provenientes de Italia, Albania, Camerún, Corea, India y China. Entre ellos, fueron bautizados el embajador de Corea del  Sur en Italia, Yong-Joon Lee, y su esposa, Hee Kim. Sus padrinos de bautismo fueron sus respectivos homólogos en la Santa Sede. 

La esperanza, dijo, es lo que empujó a Pedro, luego del relato de las mujeres, a ir a la tumba de Jesús. “No se quedó sentado a pensar, no se encerró en casa como los demás. No se dejó atrapar por la densa atmósfera de aquellos días, ni dominar por sus dudas; no se dejó hundir por los remordimientos, el miedo y las continuas habladurías que no llevan a nada. Buscó a Jesús, no a sí mismo. Prefirió la vía del encuentro y de la confianza”.

“También las mujeres, que habían salido muy temprano por la mañana para realizar una obra de misericordia, para llevar los aromas a la tumba, tuvieron la misma experiencia. Estaban «despavoridas y mirando al suelo», pero se impresionaron cuando oyeron las palabras del ángel: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?» . Al igual que Pedro y las mujeres, tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes y sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados, para que Jesús entre y los llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. Él desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover esta noche es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y nuestros problemas fueran el centro de la vida”.

Las palabras del ángel que anuncia la Resurrección son “son el fundamento de la esperanza, que no es simple optimismo, y ni siquiera una actitud psicológica o una hermosa invitación a tener ánimo. La esperanza cristiana es un don que Dios nos da, si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a Él”.

“El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, la muerte y el temor, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor (cf. Rm 8,39)”.

Fuertes y firmes en esta certeza, los cristianos son llamados a “suscitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida”, “olvidados de sí mismos” y anunciando al Resucitado “con la vida y a través del amor”, “si no es así seremos un organismo internacional con un gran número de seguidores y buenas normas, pero incapaz de apagar la sed de esperanza que tiene el mundo”.

Pero dicha esperanza ha de ser  también alimentada haciendo memoria de las obras de Dios, de su “historia de amor” y de fidelidad hacia la humanidad. “hagamos memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado”. “¡Cristo ha resucitado! Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino – concluyó el Papa – hacia la Pascua que no tendrá fin”.