La “joven” Iglesia ortodoxa de Moscú y la Pascua. Entre interioridad y apariencia
de Sergei Chapnin*

Durante el período soviético celebrar la Resurrección de Cristo era difícil, peligroso y muy fatigoso. Sin embargo las iglesias estaban llenas y los fieles involucrados en la liturgia de la victoria sobre la muerte. Hoy veinticinco años después de la reencontrada libertad de culto, la liturgia patriarcal es transmitida por televisión y Moscú hace de todo para parecer una ciudad ortodoxa. Pero no lo es y no lo será hasta que no entienda la íntima conexión del período pascual con la experiencia de fe de cada uno de nosotros.


Moscú (AsiaNews)-La Pascua en Moscú llega en diversos modos. Si llega pronto, a fines de marzo o al inicio de abril, durante la noche de Pascua se puede ver el terreno congelado y hasta nieve. Si como este año llega tarde, los primeros días de mayo, entonces se puede esperar una fiesta estival. Y también si el frío invernal no tiene efectos sobre la celebración de Pascua, la percepción de la Cuaresma, de la Semana Santa y en particular del Viernes Santo dependen muchísimo de este factor: si el tiempo es frío y del cielo cae nieve mezclada con la lluvia, entonces parece que el mundo entero esté llorando mientras observa a la iglesia que recuerda los últimos días de la vida de Cristo sobre la tierra.

No se pueden comprender totalmente los caminos de la Iglesia en Rusia sin compararla con los diversos períodos históricos que las generaciones que nos han precedido han testimoniado. Hoy Pascua se celebra en un modo distinto del que se celebraba en la época soviética. Solamente hace treinta años era el día más ansiado de todo el calendario de aquellos que estaban propuestos a la política de ateísmo de Estado. La vida religiosa en Rusia no demostró signos de decadencia en aquel período y en los años setenta y ochenta llegó hasta crecer.

En las noches de Pascua, los miembros del Komsomol estaban plantados delante de las iglesias para provocar a los fieles durante las procesiones y denunciar a aquellos que “no exhibían espíritu público” y decidían ir a las celebraciones pascuales. No obstante todo esto, cada iglesia ortodoxa estaba repleta durante la noche de Pascua. Aquello que podría parecer extraño para un Estado ateo no era en realidad una sorpresa: las autoridades comunistas dejaron abiertas sólo cuarenta y cuatro iglesias en Moscú, con sus diez millones de habitantes. Las otras fueron cerradas o hechas explotar. Durante el período soviético, cada parroquia de la capital podía reunir durante la Vigilia a unos tres o cuatro mil fieles.

Era imposible recibir la comunión durante aquellas liturgias. Los curas se negaban en darla, haciendo referencia a la falta de una tradición eucarística frecuente o por simple miedo a las provocaciones de los miembros del Komsomol. Los parroquianos varones más confiables la recibían en el interior del altar, mientras que las mujeres accedían al sacramento después de la liturgia, en la zona del coro.

Hasta nació una contra-tradición soviética, según la cual en Pascua se podía visitar las tumbas de los difuntos y no la iglesia. Varios decenios después, esta propaganda trajo sus frutos: muchísimas personas han iniciado a creer que fuese en realidad una práctica muy pía. La Iglesia está combatiendo aún contra esta idea, subrayando que la fiesta de la Resurrección de Cristo es en realidad una celebración de la vida. El homenaje a los difuntos está reservado sólo después del noveno día de Pascua.

La liturgia pascual fue siempre muy atrayente. Las tradiciones de la ortodoxia rusa han preservado la estructura especial dedicada al servicio de Pascua y una actitud especial en relación con ella: la alegría que llena a la iglesia se convierte en obvia para todos los presentes. Ella arrastra a todos, hasta aquellos que van por la primera vez o solamente por curiosidad. Es una liturgia llena de experiencia de la Resurrección de Cristo: no sólo un recuerdo, sino sobre todo un contacto con el misterio que nos involucra a todos. La victoria sobre la muerte.

Como dijo el proto-presbítero, Alexander Schemann en uno de sus sermones pascuales dijo: “los primeros cristianos definían su propia fe no como una religión, sino como una Buena Noticia. Sabían y creían que la Resurrección de Cristo no era solamente la ocasión para una fiesta anual, pero la fuente de una vida potente y transfigurada”. La Pascua se convierte así en un punto de referencia justamente en el camino de la transfiguración.

Sin embargo la Pascua, ¿No se convirtió en una fiesta ordinaria y habitual en la Moscú post-soviética? Parecería imposible dar una respuesta negativa a esta pregunta.

Pasó más de un cuarto de siglo desde cuando la Iglesia en Rusia obtuvo la libertad. La vida misma cambió y hoy la ciudad está llena de poster y objetos pascuales. Los transportes públicos ofrecen horarios de servicios más largos para poder llevar a los fieles a casa después de la larga Vigilia nocturna. Las tortas de Pascua y dulces especiales de leche cuajada llamada paskhas se venden en cada negocio de alimentos, junto a figuritas para pegar a los huevos. La noche de Pascua cada iglesia tiene un escuadrón de policía para cuidar el orden y se asegura que nadie ronde alrededor del edificio.

La celebración pascual del patriarca, en la catedral de Cristo Salvador, es transmitida cada año en los canales televisivos nacionales y cada año la audiencia aumenta. Ya desde diversos años, el gobierno de Moscú financia las celebraciones al aire libre en decenas de lugares cercanos a las iglesias. Conciertos y exhibiciones de arte y artesanías.

Por lo tanto ya sea la iglesia como las autoridades ponen en campo diversos esfuerzos para demostrar que en estos días sí: Moscú es una ciudad ortodoxa. Todos los indicadores externos están en su lugar.

Pero todo esto. ¿Para quién se lo hace? ¿Cuántos fieles ortodoxos viven en la capital rusa? ¿Pueden ser considerados la mayoría o al menos una larga feta de la población total compuesta por doce millones de personas?

En los últimos veinticinco años el número de las parroquias de Moscú creció doce veces: de las cuarenta y cuatro del período soviético a las seiscientos actuales. Pero todas relativamente pequeñas. También si partiésemos del presupuesto que la capacidad media de cada iglesia sea de quinientas personas-cuando en realidad el número es muy pequeño- y que la Pascua sean celebradas dos Divinas Liturgias entre las cuales elegir, entonces también en este caso las celebraciones pascuales serían frecuentadas al máximo por cuatrocientas mil personas. O sea menos del 4% de la población de Moscú.

¿Estos números son motivo de lágrimas? No creo. Pero pueden ser un punto de partida para reflexionar sobre cómo en nuestras vidas y en la vida de nuestra ciudad la exterioridad y la interioridad estén en correlación.

La sagrada profundidad de la vida que la Cuaresma nos ayuda a conocer y que la alegría pascual nos ayuda a levantarnos está conectada con la experiencia personal de fe y de vida comunitaria. Estas comunidades existen y están en crecimiento. Y es importante recordar que la Iglesia ortodoxa de la Rusia moderna es en los hechos una Iglesia nueva y joven. Inició a crecer hace casi unos veinticinco años atrás, un período que para una Iglesia es difícil definir largo.

 

* Director del almanaque “Dari”