Caritas Líbano: emergencia de los refugiados entre la aceptación y el fundamentalismo

Para el p. Paul Karam el país corre el riesgo de perder su mosaico étnico, religioso y cultural. Sirven los planes regionales y los esfuerzos de la comunidad internacional. La degradación y abandono de los centros de acogida son un propulsor para el fundamentalismo.
 


Beirut (AsiaNews) - Líbano paga "a un precio muy alto" las políticas de otros y el riesgo de perder ese "mosaico" étnica, religiosa y cultural que desde hace décadas "constituye una especificidad"; la nuestra "no es una gran tierra" y no podemos dar cabida a un número "ilimitado" de refugiados "que entran y salen del país sin ninguna supervisión real"; y no puede aceptar "solo" la carga, mientras que otras naciones "permiten la entrada a un número pequeño". Lo afirma a AsiaNews el P. Paul Karam, director de Cáritas Líbano, durante cuatro años en la primera fila para apoyar el flujo continuo de familias sirias (y no) que huye la guerra.

El sacerdote recoge la alarma lanzada en los últimos días por el patriarca maronita Bechara Rai, en Nueva York en una visita pastoral. Para el patriarca los  refugiados son una "pesada carga" que "amenaza la identidad y el futuro" del país. En una nación "pequeña" y aún "paralizada" en términos institucionales, con un Parlamento incapaz durante más de dos años de elegir al Presidente de la República (una posición que le corresponde a un cristiano), se hace cada vez más difícil de implementar políticas específicas de acogida. Y, al mismo tiempo, "satisfacer las necesidades" de los libaneses pobres.

Cristianos y musulmanes Libaneses, explicó el patriarca maronita, desde hace mucho tiempo han creado una "identidad común" aunque a partir de "diferentes culturas y tradiciones", y fundaron una nación basada en el laicismo y la libertad religiosa de acuerdo con el principio de "unidad en la diversidad". En estos años, el país ha abierto sus puertas a millones de refugiados de Siria e Irak. Sin embargo, el cardenal concluyó, se corre el riesgo de convertirse en una "pesada carga" que altera la naturaleza y el futuro de la nación.

En más de cuatro años, el país de los cedros ha alojado cerca de 1,6 millones de refugiados sirios y tiene que hacer frente a los desequilibrios demográficos, económicos, políticos, de seguridad que ello conlleva. La ONU, que incluye sólo aquellos registrados, dice que hay 1,2 millones. A estos hay que añadir al menos 700 familias cristianas iraquíes de Bagdad, Mosul y Erbil, y decenas de miles de palestinos de Siria. Todo esto frente a la población de alrededor de 4,4 millones de personas y un país cada vez más difícil el manejo de la emergencia.

En declaraciones AsiaNews, el director de Cáritas Líbano advierte que el país "no puede pagar el precio de las políticas" de otros Estados mejor equipados y que sin embargo, han aceptado "sólo 5 mil refugiados recubiertos en cinco años". Los libaneses, dice el padre Paul, han expresado su "gran espíritu de hospitalidad" no sólo hacia los sirios, sino a todos los refugiados. Desde el año 2003, con la caída de Saddam Hussein en Irak, comenzó el fenómeno y "sufrimos las decisiones de aquellos que persiguen sólo sus propios intereses [en el Medio Oriente y en Occidente]".

Conforme a lo solicitado por el Papa Francisco, dice el sacerdote, "tratamos de devolver la justicia y la dignidad de los pueblos y las personas", pero las dificultades aumentan con el paso del tiempo. "Los centros de Cáritas están al máximo - continúa - incluso si no hay suficiente ayuda para todos y es sólo una gota en el océano".

La ola de refugiados, la falta de control de las fronteras, las crecientes dificultades en el patrullaje del territorio son la causa del aumento de la violencia en el Líbano, como ha ocurrido en los últimos días en la ciudad (cristiana) de frontera de Al-Qaa. "Si no hay actividad de verificación de los refugiados - explica el p. Paul - estos son los resultados y es inevitable un aumento de las actividades extremistas. No sólo aquí, sino también en Estambul, en París, en Bélgica...".

En muchos puntos a lo largo de la frontera entre Siria y el Líbano hay una flujo continuo de ingreso y de salida. "No hay que generalizar - advierte el director de Cáritas Líbano - porque no todos los refugiados son delincuentes, muchos de ellos trabajan y sólo piden a vivir con dignidad. Pero la condición degradante de los centros, las dificultades y la sensación de abandono, en algunos casos, son un propulsor para la ideología fundamentalista". "Después de todo, cuando falta la comida, la escuela, el trabajo, cuando a las personas se les niega el derecho a la vida y se les encierra en los campos - dijo - el riesgo de radicalización es real y quién paga el precio es la gente inocente".