Papa: La Iglesia no necesita burócratas, sino misioneros apasionados

En el Ángelus, el Papa Francisco puso de relieve la necesidad que en la Iglesia sea siempre el "fuego" del Espíritu, lo que " nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en movimiento para caminar incluso por vías inexploradas o incomodas, ofreciendo esperanza a cuantos encontramos". La invitación a "tomar cinco minutos y preguntarnos: ¿Cómo es mi corazón? Es frío, es tibio, o es capaz de recibir este fuego?". Gracias a los "muchos sacerdotes y religiosos que, en todo el mundo, se dedican al anuncio del Evangelio con gran amor y fidelidad, a menudo, incluso a costa de la vida". La memoria de San Maximiliano Kolbe.


VATICANO

Papa: La Iglesia no necesita de burócratas, sino de misioneros apasionados

En el Ángelus, el Papa Francisco puso de relieve la necesidad que en la Iglesia sea siempre el "fuego" del Espíritu, lo que " nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en movimiento para caminar incluso por vías inexploradas o incomodas, ofreciendo esperanza a cuantos encontramos". La invitación a "tomar cinco minutos y preguntarnos: ¿Cómo es mi corazón? Es frío, es tibio, o es capaz de recibir este fuego?". Gracias a los "muchos sacerdotes y religiosos que, en todo el mundo, se dedican al anuncio del Evangelio con gran amor y fidelidad, a menudo, incluso a costa de la vida". La memoria de San Maximiliano Kolbe.

Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "La Iglesia no tiene necesidad de burócratas y de diligentes funcionarios, sino de misioneros apasionados, devorados por el ardor de llevar a todos la consoladora palabra de Jesús y su gracia". Lo dijo el Papa Francisco - enunciando palabra por palabra - antes del Ángelus recitado con los peregrinos hoy en la Plaza de San Pedro. El pontífice había expresado su "admiración" por "muchos sacerdotes y religiosos que, en todo el mundo, se dedican a la proclamación del Evangelio con gran amor y fidelidad, a menudo, incluso a costa de la vida". Esta "ardor" es similar al "fuego" del que habla Jesús en el Evangelio de hoy (Lc 12.49 a 53).

"El fuego del cual habla Jesús es el fuego del Espíritu Santo, presencia viva y operante en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Este – el fuego – es una fuerza creadora que purifica y renueva, incendia toda humana miseria, todo egoísmo, todo pecado, nos transforma desde adentro, nos regenera y nos hace capaces de amar. Jesús desea que el Espíritu Santo arda como fuego en nuestro corazón, porque es sólo partiendo del corazón que el incendio del amor divino podrá desarrollarse y hacer progresar el Reino de Dios. No parte de la cabeza, parte del corazón. Y por esto Jesús quiere que el fuego entre en nuestro corazón. Si nos abrimos completamente a la acción de este fuego que es el Espíritu Santo, Él nos donará la audacia y el fervor para anunciar a todos a Jesús y su consolador mensaje de misericordia y de salvación, navegando en alto mar, sin miedo. Pero el fuego comienza en el corazón".

" En el cumplimiento de su misión en el mundo, la Iglesia – es decir, todos nosotros Iglesia – tiene necesidad de la ayuda del Espíritu Santo para no detenerse ante el miedo, para no habituarse a caminar dentro de los confines seguros. Estas dos actitudes llevan a la Iglesia a ser una Iglesia funcional, que no arriesga jamás. En cambio, la valentía apostólica que el Espíritu Santo enciende en nosotros como un fuego nos ayuda a superar los muros y las barreras, nos hace creativos y nos impulsa a ponernos en movimiento para caminar incluso por vías inexploradas o incomodas, ofreciendo esperanza a cuantos encontramos. Con este fuego del Espíritu Santo estamos llamados a convertirnos siempre más en una comunidad de personas guiadas y transformadas, llenas de comprensión, personas con el corazón abierto y el rostro gozoso. Hoy más que nunca se necesita de sacerdotes, de consagrados y de fieles laicos, con la mirada atenta del apóstol, para conmoverse y detenerse ante las dificultades y la pobreza material y espiritual, caracterizando así el camino de la evangelización y de la misión con el ritmo restaurador de la proximidad. Es justamente el fuego del Espíritu Santo el que nos lleva a hacernos “prójimos” de los demás: de las personas que sufren, de los necesitados; de tantas miserias humanas, de tantos problemas; de los refugiados, de los prófugos, de aquellos que sufren. Este fuego que viene del corazón. Fuego".

Rompiendo con el texto preparado añadió: "Si la Iglesia no tiene este fuego, se convierte en frío o en tibio, incapaz de traer la vida. . Nos hará bien, hoy, tomar cinco minutos y preguntarnos: ¿Cómo es mi corazón? ¿Es frío? ¿Es tibio? ¿Es capaz de recibir este fuego? Tomemos cinco minutos para esto. Nos hará bien a todos".

"Pidamos a la Virgen María – concluyo - de orar con nosotros y por nosotros al Padre celeste, para que infunda sobre todos los creyentes el Espíritu Santo, fuego divino que enciende los corazones y nos ayuda a ser solidarios con las alegrías y los sufrimientos de nuestros hermanos. Nos sostenga en nuestro camino el ejemplo de San Maximiliano Kolbe, mártir de la caridad, de quien hoy celebramos la fiesta: él nos enseñe a vivir el fuego del amor por Dios y por el prójimo".