Misionero del PIME: Desde la India al Amazonas: donde los indígenas me han cambiado

El Pbro. John Raju Nerella proviene de Andhra Pradesh. Durante 16 años ha trabajado en Brasil, primero en el Amazonas, y luego en zonas rurales de San Pablo. Él es el “fruto de la misión del PIME en la India”. El ejemplo del padre, “una especie de misionero”. La elección de ir en misión y a “contracorriente. Es la fe que te empuja”.


Roma (AsiaNews) – Al principio, “no podía saber que sería enviado al exterior. Yo quería ser como los misioneros del PIME, que vinieron a la India para hacer el bien. Y también quería seguir el ejemplo de mi padre, que desde pequeño me llevaba con él por los pueblos, para guiar la oración”. Es lo que dice el Pbro.  John Raju Nerella, sacerdote del PIME (Instituto Pontificio de las misiones extranjeras), al hablar de su vocación misionera. Cuenta a AsiaNews acerca de los 16 años transcurridos en Brasil, primero al servicio de las poblaciones que viven en las zonas forestales, y luego en las plantaciones de los campos y en las favelas de San Pablo. Cuando recuerda el período transcurrido evangelizando las familias que vivían sobre el Río Amazonas, afirma: “Yo había ido allí por ellos, para llevar a Cristo a esa gente. Pero poco a poco, aunque yo no me daba cuenta de ello, fueron los indígenas los que me volvieron más humano”.

El padre Nerella, de 47 años, es originario de Annadevarapeta, un pequeño pueblo de la diócesis de Eluru (en Andhra Pradesh). Se define a sí mismo como “el fruto de la misión del PIME en la India”, puesto que él fue uno de los primeros misioneros locales en ser admitido en la congregación, gracias a la iniciativa del Pbro. Benito Picascia, ex superior regional en la India.

El sacerdote cuenta que ya desde pequeño pudo “respirar” el trabajo de la misión, porque su padre, que estaba comprometido con los sacerdote del PIME, llevó a cabo “un tipo de preparación teológica, una suerte de diaconado (sin ordenación) para ser catequista ‘ad tempus’, y me llevaba con él cuando iba visitando los pueblos para guiar la oración. Hizo esto durante 45 años: también él puede ser definido como un misionero”.

El sacerdote recuerda que los misioneros “en Eluru generaron todo: la escuela, la iglesia, la asistencia a la población”. A la edad de 14-15 años va a ver al padre Picascia, y le confía que tiene un “deseo espiritual”: desde ese momento comienza una etapa de discernimiento, que dura hasta los 20-21 años. Mientras tanto, estudia matemáticas, física y química, que para él “son fundamentales, junto a la filosofía, para la religión. Porque racionalidad y espiritualidad forman la síntesis perfecta para el ser humano”.

En agosto de 2000 es ordenado sacerdote y en seguida los superiores le informan que sería enviado a Camboya. Pero él solicita –y consigue- ser enviado a otro continente. “Yo soy asiático –explica- he vivido en Europa para obtener mi formación, y esperaba ir a África o América Latina. Quería llevar a Asia a un país lejano”.  Después de algunos meses. En enero del 2001, obtiene su destino: las zonas forestales del Amazonas, en Brasil.

En este país, de profundas diferencias étnicas, sociales, y de desarrollo entre las ciudades y las zonas agrícolas, el se desempeña durante 16 años. “Mi primera misión fue en el norte, en Macapà –continúa- donde el PIME creó la diócesis local. Aquí la Iglesia está llevando a cabo la primera evangelización entre las personas que viven en las orillas del río Amazonas y sus afluentes. He trabajado en todas las áreas de los sectores pastorales: la catequesis, la formación bíblica, bautizos, comuniones, bodas. El trabajo fue emocionante, estaba lleno de energía y ganas de hacer".

Poco a poco, admite, se ha "creado empatía entre nosotros y me di cuenta de que yo mismo estaba cambiando: Yo había ido allí por ellos, pero eran los nativos quienes me estaban formando como un hombre y un sacerdote. Me han hecho más humano". El resorte que activó la complicidad con la gente del lugar, dice, "fue mi manera de hacer. Yo no tenía la pretensión de ir allí para enseñar, colocándome en un pedestal. Empecé en el mismo nivel, viví con ellos, comí con ellos".

Más tarde, a partir de 2005 trabaje en el Estado de Mato Grosso, en las haciendas agrícolas. "Aquí la misión era más difícil, las zonas en las que trabajé tenían gran extensión. La catequesis era difícil debido a que los habitantes se encuentran dispersos a través de grandes distancias, así que cuando íbamos a las haciendas hacíamos catequesis a todos, jóvenes y viejos juntos".

En el 2008 fue transferido al Estado de Paraná, donde el tipo de evangelización cambia de nuevo: "Se trata de una las ciudades más desarrolladas, donde la población es estudiada y se educa. Esta es la razón por lo que la obra de los misioneros tiene que mantenerse al día con la sociedad, cada vez más "intelectual", usando incluso los medios de comunicación más avanzados". En los siguientes tres años también trabaja en las prisiones y forma un equipo de laicos para visitar a los detenidos y sus familias. "Porque que las familias no van a ser abandonadas, si mejoran sus vidas incluso los internos están más tranquilos."

Finalmente en 2011 la última etapa fueron las favelas brasileñas de Sao Paulo, el hogar de millones de personas. En la mega-ciudad la misión está principalmente al servicio de los jóvenes y las familias.

Sobre qué le impulsó a ir en misión en el exterior, dice, "fue el ejemplo de los padres del PIME, que habían venido a la India para hacer algo bueno por los demás, por mí". "Pero además del ejemplo de los sacerdotes italianos - concluye - ir a la misión significa dar testimonio de su vida en la fe de Cristo. Si no tienes fe, que te mueves. Si no es Cristo quien te empuja, no llegas a tomar tal decisión. Es una elección contra-corriente, casi una fuerza anti-gravitatoria en comparación con las fuerzas de la vida, de la sociedad, que te indican desistir".