El renacimiento de Mosul tras la destrucción sistemática del Estado islámico

Analistas, políticos y líderes religiosos afirman que Daesh no ha eliminado el alma multicultural de la ciudad. Sin embargo, se necesitará mucho tiempo para que ésta vuelva a ser un lugar de encuentro y cruce de etnias, culturas y religiones. El auspicio de que sean los jóvenes los primero en entrar a Mosul liberada. Desde el ascenso de los yihadistas a la antigua Nínive y hasta la ofensiva final, el relato de dos años de violencia y terror.


Bagdad (AsiaNews)-  Estando ya a dos años del “intento de destruir” Mosul y “la identidad” de la Llanura de Nínive por manos del Estado islámico (EI), éste  “fracasó”. Quien lo afirma es el presidente de la Comisión de seguridad y defensa de la provincia del norte de Irak, Mohamad Al Bayati, que mira al futuro con esperanza gracias a la ofensiva lanzada por el ejército iraquí y por las milicias Peshmerga kurdas. Personalidades políticas, religiosas e institucionales iraquíes, entre las cuales figura el patriarca caldeo mar Louis Raphael Sako, recuerdan el pasado “multicultural” de la ciudad, que deberá volver a ser un “cruce” de etnias, religiones, culturas y dialectos diversos y de costumbres variopintas.

Sin embargo, sobre la victoria final pesa todavía la resistencia opuesta por los yihadistas a la avanzada de las tropas de la coalición, mientras que entre la población de la ciudad y los refugiados en el exilio sigue vivo el recuerdo de aquel 10 de junio de 2014. Una fecha histórica y dramática al mismo tiempo, en la cual Mosul, capital de la provincia iraquí noroccidental de Nínive, caía en manos de Daesh tras sólo tres días de combate contra las fuerzas armadas iraquíes.

En las convulsionadas jornadas que han llevado a la caída de la antigua Nínive, tres unidades del Ejército regular iraquí, o sea unos cuarenta mil soldados, eran abandonados a su suerte en el transcurso de una noche. Después de la fuga de los comandantes y altos oficiales, los soldados sin guía se dispersaban arrojando los uniformes y armas: ayudados por los habitantes del lugar, se vestían con ropas de civil.

No obstante pasaron más de dos años y cuatro meses, los militares traicionados aún recuerdan con amargura aquel inexplicable abandono de hombres, civiles, de una importante cantidad de armas y municiones. E incluso más, del Banco de Mosul y del dinero custodiado en su interior.

A los periodistas de la emisora televisiva Al Mowsaliya se les prohibió circular durante aquellas convulsionadas jornadas, y por ende, no pudieron documentar este inexplicable retiro del gobierno iraquí de Mosul. Así, la ciudad cayó como rehén de una ideología oscurantista, que anunciaba el retorno del Califato islámico y que tenía como jefe a un terrorista que por mucho tiempo fue huésped de las bases de los EEUU en Irak, en Camp Bucca, convertido luego en una celebridad con el nombre de Abu Bakr al Baghdadi.

Habiendo pasado ya dos años,  se puede notar la frustración en las palabras de Nur Eddin Kabalan, vice-presidente del consejo provincial de Nínive, quien define como inexplicable la decisión del gobierno central el permitir semejante desastre. Una situación jamás vista antes en la milenaria historia del país de los dos ríos. El abandono de Mosul, afirma -con todo lo que esto representa a nivel histórico y para la armonía presente entre los varios componentes étnicos y religiosos- es el espejo  “de cuan equivocada es la política del gobierno central”. A esto se agregan “los desacuerdos” entre el gobierno central y el local, unido al “resentimiento hacia la ciudad de Mosul,  que durante mucho tiempo fue un ejemplo de convivencia” en una nación destruida por las divisiones étnicas, confesionales y tribales.

Antes del ataque a Mosul se había incrementado el malestar popular contra el gobierno central de Bagdad, por los crecientes casos de corrupción, injusticia y marginación en los cuales estaba envuelta la provincia de Nínive. Esta bercha creada entre los habitantes de Mosul y Bagdad hizo pensar al Estado islámico (EI) que podría encontrar apoyo en los habitantes de Mosul.

Según muchos analistas, el Califato habría podido gozar de una popularidad en Mosul si no hubiese -como de hecho ocurrió después- aplicado las más férreas e inhumanas prácticas de un islam takfiri, muy diverso del aplicado en la región. Una de las primeras decisiones del EI fue liberar a criminales y terroristas de las cárceles, para incorporarlos a las filas del ejército del Califato. Continuaron con el robo de los bancos y de los tesoros de la administración pública, incluyendo la sede de la Tv Al Mawsoliya, que fue reducida al silencio. Los milicianos luego usurparon -tan solo en Mosul- más de 500 viviendas de personas que habían escapado, entregándoselas a los mercenarios extranjeros de Daesh. Una expropiación favorecida también por la fuga de cristianos y miembros de otras minorías religiosas, expropiadas de sus bienes y de sus recursos (las infames casas marcadas con la letra “N”), los cuales fueron redistribuidos a los yhaidistas. Una vez que se dieron cuenta de la incapacidad de reacción de los habitantes, Daesh comenzó a adoptar leyes punitivas -jamás experimentadas antes- basándose rigurosamente en los dictámenes de la sharia.

Los meses que siguieron estuvieron plagados de injusticias, violencia, privación de derechos de todo tipo, despotismo religioso, castigos crueles, crímenes contra la humanidad que Mosul jamás había conocido antes en su historia. Los periodistas, intelectuales, políticos y escritores que se quedaron en la ciudad fueron eliminados. Se hizo desaparecer de la nada a muchos candidatos políticos encontrados en las listas electorales; jefes y agentes de la policía provincial, nacional y municipales fueron eliminados con nuevas prácticas de tortura y modalidades de ejecución. Condenas a muerte que los habitantes de Mosul definieron como “hollywoodenses” y “extremamente crueles”.

Para el diputado del Parlamento iraquí, Nayef al Shummari,  “Mosul y los habitantes de Nínive fueron víctimas de un genocidio”. Los inocentes, cuenta, sufrieron “todo tipo de muertes, quemados en las llamas, ahogados en los ríos, arrojados desde los techos, sepultados vivos, aplastados bajo las ruedas de vehículos pesados, mutilados y hechos pedazos… muertes atroces”.

Lo que más aterrorizaba a Daesh era el islam moderado y la multiplicidad de religiones, etnias y confesiones; éstos se convirtieron en sus enemigos número uno. De aquí la sucesiva decisión de eliminar a los imanes moderados, que fueron arrestados o simplemente eliminados. Siguiendo luego con la destrucción de las mezquitas -más de 200 fueron arrasadas-,  de los mausoleos y de los santuarios de los profetas (sobre todo la tumba de Jonás) y de las iglesias cristianas, con las peores profanaciones de los lugares de culto cristianos y musulmanes del S. XXI.

Después de la destrucción del culto llegó la destrucción de los monumentos milenarios de la antiquísima historia de Nínive, estatuas únicas y escritos reducidos a polvo, mientras que otros objetos preciosos fueron trasladados a Turquía y vendidos en el mercado negro. La destrucción de bienes y objetos se suma al intento de genocidio de un pueblo, los yazidíes, cuyos hombres fueron asesinados, las mujeres vendidas como esclavas sexuales a los combatientes, y los niños, raptados. Una trata moderna que contribuye a atraer a combatientes de varios países árabes y musulmanes, que se ven atraídos por los altos sueldos y por la licencia para matar, robar y violar.

Fue sólo luego de que Occidente empezara a tomara conciencia del peligro que supone Daesh, que se logró formar -si bien de modo tímido y a menudo contradictorio- una coalición internacional y una fuerza en el territorio que comenzara a combatir contra los yihadistas. En un año y medio, esta coalición internacional no obtuvo grandes resultados en la lucha contra Daesh, sobre todo debido a un agotamiento de los fondos y de las fuentes de sustento, además del tráfico ilícito que Deash efectuaba con obras de arte y petróleo.

La ofensiva para la liberación de Mosul, que fue iniciada el 18 de octubre pasado y llevada a cabo por las fuerzas armadas iraquíes y las milicias Peshmerga kurdas, trata de erradicar de la ciudad y de la llanura de Nínive toda huella de la presencia yihadista. Nayef Al Shemmari, diputado de Nínive en el Parlamento iraquí, augura que sean precisamente los jóvenes de Nínive quienes liberen, junto al ejército regular, la ciudad de Mosul,  y que ellos sean los primeros en ingresar a la ciudad. Estos jóvenes, advierte, deben ser los liberadores porque la historia “no perdonará” a todo aquel que haya abandonado la ciudad a su suerte,  y haya callado sobre los crímenes inhumanos cometidos en Nínive. (PB).