Papa: A la luz del Misterio pascual de Cristo, la muerte es, en realidad, el ingreso en la plenitud de la vida

En la misa en sufragio por los cardenales y obispos fallecidos a lo largo de este año, el Papa Francisco recuerda cuál es la raíz de su compromiso para con la Iglesia, “la fe en el amor de Cristo, del cual nada puede separarnos”. “Algunos de ellos fueron llamados a dar testimonio del Evangelio de una manera heroica, soportando duras tribulaciones”.   


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) –  Al celebrar hoy la misa en sufragio por los cardenales y obispos fallecidos a lo largo del año, el Papa Francisco dijo que “a la luz del Misterio pascual de Cristo, la muerte es, en realidad, el ingreso en la plenitud de la vida”.

“En esta luz de fe – agregó -  nos sentimos aún más cerca de nuestros hermanos difuntos: la muerte nos ha separado, aparentemente, pero el poder de Cristo y de su Espíritu nos une de un modo aún más profundo”.

La oración de hoy, subrayó el pontífice, es una ocasión para renovar “nuestro reconocimiento del testimonio cristiano y sacerdotal que nos han dejado”

Ellos, continuó, han “servido a la Iglesia y han amado al Señor Jesús, en la certeza del amor que el apóstol Pablo nos ha recordado en la segunda lectura: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?» (Rm 8,35). Es la fe en el amor de Cristo, del cual nada puede separarnos: ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el peligro, ni la muerte, ni la vida…”.

Su vida, como la de todos los cristianos, fue un “camino rumbo a la casa del Padre” donde “se encuentran la meta, el reposo y la paz”.

“El camino rumbo a la casa del Padre comienza, para cada uno de nosotros, en el mismo día en que abrimos los ojos a la luz y, mediante el Bautismo, a la gracia. Una etapa importante de este camino, para nosotros los sacerdotes y obispos, es el momento en que pronunciamos “Aquí me tienes”, durante la Ordenación sacerdotal.  Desde ese momento estamos especialmente unidos a Cristo, y estamos asociados a su sacerdocio ministerial.  En la hora de la muerte, pronunciaremos el último “Aquí me tienes”, unido al de Jesús, que murió encomendando su espíritu en las manos del Padre (cfr Lc 23,46)”.

Los cardenales y obispos difuntos “fueron pastores de la grey de Cristo y, a imitación suya, se consumieron, se donaron y sacrificaron para la salvación del pueblo que les fue confiado. Lo santificaron mediante los Sacramentos y lo guiaron por el camino de la salvación; llenos del poder del Espíritu Santo, ellos anunciaron el Evangelio; con amor paternal se esforzaron en amar a todos, especialmente a los pobres, a los indefensos y a los necesitados de ayuda”.  

“Con su ministerio imprimieron en el corazón de los fieles la verdad consoladora, que «la gracia y la misericordia son para sus elegidos» (Sab 3,9). En el nombre del Dios de la misericordia y del perdón, sus manos bendijeron y absolvieron, sus palabras brindaron consuelo y enjugaron lágrimas, su presencia testimonió con elocuencia que la bondad de Dios es inagotable y que su misericordia es infinita. Algunos de ellos fueron llamados a dar testimonio del Evangelio de una manera heroica, soportando duras tribulaciones”.

“Alimentados por el Pan de Vida –concluyó-  también nosotros, junto a todos aquellos que nos han precedido, esperamos con firme esperanza el día del encuentro cara a cara con el rostro luminoso y misericordioso del Padre”.