El sueño de Erdogan ya no pasa por Europa
de Luca Galantini

Las tensiones se acrecientan tras la prohibición de Alemania, Holanda, Austria y Dinamarca de celebrar los comicios a favor del referéndum querido por el presidente turco. En Ankara, se impidió la entrada del embajador holandés. Luego de haber aguardado 50 años, Turquía ya no quiere ingresar a Europa. El sueño otomano y el autoritarismo son el único camino. 


Milán (AsiaNews) – Anoche, Ankara anunció una serie de medidas en respuesta a la decisión de Holanda de impedir la entrada de algunos ministros turcos dispuestos a apoyar el referéndum querido por el presidente Recep Tayyep Erdogan. El vice-premier Numan Kurtulmus dijo que al embajador de los Países Bajos, Kees Cornelis van Rij, se le impedirá el retorno a Ankara, y que se suspenderá todo diálogo político de alto nivel con dicho país. De lo cual se desprende que Holanda y Turquía, dos países de la OTAN, están enfrentados en términos diplomáticos. Pero también se ha elevado la tensión con otros países de la Unión Europea. Los intentos de los ministros turcos orientados a celebrar comicios en Alemania, Austria, Suiza, Holanda y Suecia han sido bloqueados totalmente, o bien aplazados. A continuación, presentamos el comentario elaborado por un analista y académico en lo que respecta a las razones de las tensiones entre Turquía y los países europeos.   

 

La crisis diplomática entre Turquía y los países de la Unión Europea (UE) no tiene visos de aplacarse, sino que día tras día enrola nuevos Estados en sus filas.

En el lapso de poco más de dos semanas, el gobierno de Recep Tayyp Erdogan ha sido capaz de desencadenar una serie sucesiva de tempestades a nivel diplomático: primero con Alemania, luego con Holanda. Ayer, Dinamarca pidió a Turquía postergar hasta nuevo aviso la visita oficial del Ministro de Relaciones Exteriores turco Yildrim, mientras que Austria ha solicitado a la UE la toma de una posición en común contra los comicios pro-Erdogan en Europa, dadas la preocupación de que se vea amenazado el orden público.

La razón oficial que está en la base de estas fuertes y peligrosas tensiones es siempre la misma: la prohibición - impuesta por varios gobiernos europeos por razones de oportunidad política - de que los ministros del partido AKP del presidente Erdogan participen en los comicios organizados por los inmigrantes turcos que viven en los países de la UE a favor del referéndum que el próximo mes de abril debiera sancionar la aprobación de la reforma constitucional presidencialista que Erdogan quiere llevar adelante en Turquía.

El sentido común sugeriría que las campañas electorales y relativas al referéndum se desarrollasen en Turquía, lugar donde se vota, y no en los países europeos donde residen los inmigrantes turcos. Pero la invasiva política muscular de Erdogan no escucha razones, y pretende imponer su propaganda política en el exterior, sin tener en cuenta las exigencias de política interna de Estados como Holanda, donde mañana se celebran elecciones políticas: con elegante understatement Erdogan ha calificado como “nazis” las medidas adoptadas por los gobiernos alemán y holandés..

 

Entender las verdaderas razones

Las iniciativas de Erdogan se entretejen con el clima político europeo, atravesado por una brisa de populismo que pide el retorno a las soberanías nacionales, ante una dramática crisis económica y financiera y ante el éxodo masivo de emigrantes y solicitantes de asilo, tema que ha sido tan mal manejado por las cancillerías europeas.

Sin embargo, el problema es bastante más complejo y delicado, si se lo analiza con la lente de aumento desde dentro de la sociedad turca, en lugar de hacerlo en una clave de lectura euro-céntrica

Hace años que la política externa de Turquía del gobierno de Erdogan se mueve careciendo de un centro de gravedad permanente. Habiendo abandonado el modelo laico kemalista, basado en una estrechísima alianza con la OTAN y con Europa a nivel militar y político; habiendo recuperado el mito nacionalista otomano del panduranesismo entre Oriente Medio y Asia; relanzada la dirigencia islamista en los países del área árabe, Erdogan ha hecho y deshecho tramas de alianzas, pero jamás ha estado en grado de mantener el tejido siguiendo un diseño preciso de un proyecto estratégico a nivel político que sea capaz de mantener a Turquía dentro de un sistema de cooperación estable. Y, sobre todo, está desmantelando poco a poco el sistema de garantías democráticas  del estado de derechos en el país.  

La aspiración más que legítima de Turquía de convertirse en una potencia regional se enfrenta con la ausencia total de un plan de alianzas a largo plazo; con la decisión de optar por acuerdos laxos con Rusia en lugar de hacerlo por Irán, con movimientos de insurgentes y terroristas en Siria; y sobre todo, con la derivación autoritaria y autocrática, cada vez más evidente, que Erdogan está imprimiendo al país para mantener las riendas del poder.

En este cuadro, se explican dos aspectos particularmente “duros” que subyacen a la crisis con los países europeos. El primero, es el hecho de que en verdad a Turquía ya no le interesa ingresar a la UE como tampoco proseguir con las tratativas que ya acarrean más de 50 años de cansancio consigo (son pocos los que recuerdan que Turquía emprendió ya en los años ’60 las primeras tratativas para su ingreso a la Comunidad Económica Europea de aquel entonces). El segundo es la decisión, a través de la reforma constitucional de sello presidencialista objeto del próximo referéndum, de navegar rumbo a una forma de gobierno de impronta autocrática y cada vez menos respetuosa de los pilares jurídicos de la democracia, es decir, de una separación de poderes y garantía inalienable de los derechos del ciudadano según el imperio de la ley.

 

El fin del sueño europeo

En cuanto al último punto, con el deshilacharse de los nexos con la UE, cualquier hipótesis de relanzamiento en términos de ampliación  y/o unificación político-federal con Europa, va en definitiva destinada a los cajones de la historia. En Turquía, entre los expertos en asunto europeos del “partido del velo “panduranista” de Erdogan, el AKP, se ve desvanecerse el sueño, quizás utópico pero bastante acariciado, de convertirse en un país líder de Europa. El sueño era que, en virtud del propio peso demográfico (80 millones de habitantes), Turquía pudiese determinar las medidas y las decisiones de las cúpulas institucionales de la UE de modo de incluso orientar el baricentro de las políticas europeas a favor del Cáucaso y de Asia Menor. Con un cínico pragmatismo, Erdogan ya mira a Europa como un complejo de Estados que han de ser considerados individualmente, y caso por caso, según los propios intereses a nivel nacional.

Con respecto al referéndum sobre la reforma constitucional, ha de decirse que a partir del golpe frustrado ocurrido en julio de 2016 han surgido las “pruebas” oficiales de un auténtico “contragolpe” institucional, con el cual el presidente Erdogan poco a poco ha ido sometiendo la autonomía de la magistratura al Poder Ejecutivo, y en virtud del “estado de excepción”, ha impuesto una draconiana y semipermanente suspensión de los derechos fundamentales, tanto civiles como políticos, de los ciudadanos. Así, simples medidas administrativas han llevado a la purga –léase despido- de más de 100.000 empleados estatales, presuntos reos de estar en connivencia con las fuerzas armadas golpistas, y al encarcelamiento de casi 50.000 ciudadanos.  

En este panorama, Erdogan y el AKP tiene absoluta necesidad de contar con el mayor número posible de votos con los cuales obtener la aprobación de la reforma constitucional que, de modo totalmente legal, entregaría en manos del premier un poder cuasi absoluto, capaz de imprimir un giro aún más autoritario y aventurero al poder de Erdogan. Los votos de la llamada diáspora turca, que conforman más se seis millones de ciudadanos turcos que han emigrado a países de la UE, son de una necesidad irrenunciable, en nombre de los cuales el premier turco ciertamente no tiene tiempo que perder respetando estándares democráticos previstos por los parámetros de Copenhague de la UE.