Seúl, elecciones presidenciales: siendo mediodía, ya ha votado más del 50%

La amenaza nuclear, la crisis económica y el impeachment de Park han producido una tasa de participación en la votación que es 10 puntos superior a la del año 2012. El candidato favorito Moon Jae-in se abre al diálogo con Corea del Norte, actitud que ésta devuelve sugiriendo su candidatura. 


Seúl (AsiaNews/Agencias) – Afluencia récord en las elecciones presidenciales de Corea del Sur, según la Comisión electoral nacional, que resalta el fuerte interés público por la elección del nuevo presidente que conducirá el país en los próximos cinco años. Tras la remoción de la presidente por corrupción, marcando el primer caso en la historia del país, la afluencia a la votación ya ha alcanzado el 55,4% siendo apenas las 13, y habiendo pasado siete horas desde que se inauguraron las urnas. Un dato que debe agregarse al 26,06% que la semana pasada ha participado en la sección especial para emitir el voto, y que está reservada a aquellas personas para las que resulta imposible acudir a las cabinas electorales.   La tasa de participación es de 10,1 puntos superior al 45,3 por ciento registrado a la misma hora durante las elecciones presidenciales del año 2012. Si la tasa de participación llega a superar el 80 por ciento,  ésta será comparable al dato récord de las elecciones presidenciales del año 1997.  

También el número de electores marca un récord: de hecho, las personas habilitadas para emitir el voto suman 42,48 millones, es decir, el 82% de la población constituida por 51 millones de personas. Los surcoreanos deben elegir entre 13 candidatos, pero lo cierto es que el reto se bate entre el candidato demócrata Moon Jae-in, que se da por favorito, y el candidato de centro Ahn Cheol-soo, a quien los sondeos marcan como su principal rival. Los electores fueron llamados a votar luego del escándalo de corrupción que involucró a la ex presidente Park Geun-hye. "He podido sentir el deseo serio de la gente de que haya un cambio de gobierno y de crear un país digno de este nombre”, dijo Moon a los periodistas en la sede electoral instituida en una escuela media de la capital, adonde se dirigió junto a su esposa para votar.

Se trata de una cita electoral que está siendo atentamente monitoreada por la opinión pública internacional, debido a las crecientes tensiones con Corea del Norte y a causa de la crisis económica. La seguridad interna ha representado una preocupación constante a lo largo de todas las etapas de la campaña electoral. Moon quiere incrementar el diálogo con Corea del Norte, aunque manteniendo las presiones y sanciones, en contraste con las políticas adoptadas por la ex líder Park que cortó prácticamente todo vínculo. Por eso ha criticado a las dos administraciones conservadoras anteriores, en tanto no han impedido el desarrollo de armamento de Corea del Norte.  

Por su parte, Corea del Norte ha lanzado una sugerencia clara en relación a quién querría que resultase ganador en estas elecciones. Un editorial del diario del Partido ha sostenido que la actual relación entre el Norte y el Sur fue construida por grupos conservadores de Corea del Sur que, habiendo estado en el poder en los últimos diez años, “han maximizado la rivalidad política y militar dentro de un mismo pueblo”. Una toma de posición a favor de Moon, que en el pasado se contó entre los artífices de la denominada “Política del sol (Sunshine policy)”, cuando Pyongyang y Seúl sabían comunicarse y se prestaban colaboración. Una política que se interrumpió definitivamente en el año 2008, cuando Corea del Norte comenzó a experimentar con dispositivos nucleares, pero que ya había sufrido un duro golpe en el año 2006, cuando Corea del Sur dejó de enviar ayudas al Norte.

En el frente económico, el programa parece ser común a todos los candidatos, es decir, la necesidad de proteger la frágil recuperación de la cuarta realidad productiva más importante de Asia, y de abatir la desocupación juvenil, que se mantiene continuamente elevada. Tampoco han faltado las promesas de poner un freno a los privilegios de la clase política surcoreana, como tampoco el de reformar los conglomerados familiares –chaebols- que dominan la economía doméstica.