Monja india: la oración y la cercanía pueden transformar la vida de los reclusos
de Santosh Digal

Sor Inigo Joachim trabaja como voluntaria en el Prison Ministry India. La asociación católica hace 30 años que trabaja con las personas recluidas en las cárceles de la India. El problema más grande es la soledad de los prisioneros, que han sido abandonados por sus familias. “Necesitan de nuestra presencia, de nuestro apoyo y de un hombro sobre el cual llorar”. A su vez, los detenidos “son nuestros benefactores, brindan significado a nuestra vocación y a nuestra misión”.


Nueva Delhi (AsiaNews) – “La oración puede transformar a los reclusos. Rezar con ellos y por ellos permite crear personas restauradas, cambiadas y renovadas en el seno de la sociedad”. De ello está convencida sor Inigo Joachim SSA, ex superiora general de las hermanas de Santa Ana de Madhavaram, cerca de Chennai (Tamil Nadu). Desde hace aproximadamente dos años, la monja se desempeña como voluntaria en el Prison Ministry India, una organización católica con sede en  Bangalore (Karnataka), que desde hace tres décadas brinda apoyo y asistencia en las prisiones de toda la India. Sor Inigo brinda su testimonio a AsiaNews diciendo que si bien por un lado “los reclusos necesitan de nuestra presencia, del apoyo emocional y de un hombro sobre el cual llorar”, por otra, ellos “son nuestros benefactores. Los prisioneros dan significado a nuestra vida, a nuestra vocación y a nuestra misión”.

Según la religiosa, “el hecho de compartir sus sufrimientos y luchas y nuestra escucha compasiva representan las materias primas y el contenido de nuestras oraciones. Los pobres tienen la capacidad de enseñarnos lecciones de vida que jamás podríamos aprender de los libros. De ellos aprendemos valores como la esperanza, la resistencia, la espera paciente, la resiliencia, el sentido de gratitud”. Por lo tanto, la visita de los voluntarios no sólo brinda consolación y alegría a aquellos que están recluidos tras las rejas, sino que “permite que nosotros aprendamos estos valores humanos y espirituales, y reforzar nuestra vida espiritual”.

En cada momento libre de su vida pastoral, sor Inigo se dirige a la cárcel de Tihar en Nueva Delhi. En este complejo penitenciario están recluidas 14.000 personas, distribuidas en 10 edificios. El 63% de los presos está procesado y no tiene antecedentes penales. La mayor parte de éstos se encuentra detenida sin estar imputada.

Según la Comisión por los derechos humanos, el 40% de aquellos que se encuentran en las cárceles indias es inocente, y no debieran estar recluidos por períodos prolongados. Sólo el 5-10% de los prejuzgados y de los criminales peligrosos es recluido en secciones de máxima seguridad. Prison Ministry India, con sus 6.000 voluntarios logra llegar a 900 prisiones sobre un total de 1387.  

Sor Inigo refiere que para los detenidos “el mayor sufrimiento es la soledad. Ellos son abandonados por todos, familias y amigos incluidos. Algunos de ellos, hace ya años que no reciben visitas. El rechazo de sus seres queridos los empuja a optar por malas amistades dentro de la prisión”. Por el contrario, “el verdadero objetivo de enviar a los delincuentes a una prisión es transformarlos en ciudadanos honestos y respetuosos de la ley, inculcándoles la aversión por el crimen y la criminalidad. Por eso, tiende a privilegiarse cada vez más el enfoque dado a la rehabilitación”.  

Al hablar de los mayores desafíos que enfrentan las cárceles del país, la religiosa afirma: “La reclusión repercute en la imagen de las persona que está presa. Ella es señalada como un delincuente incluso antes de que el tribunal emita su veredicto. Esto afecta su trabajo, su estatus social y también su futuro. Esto destruye las relaciones. Cuando un miembro de la familia termina tras las rejas, se resiente el vínculo matrimonial y la relación de padres e hijos. Y cuando el detenido es quien llevaba el dinero al hogar, la familia entera termina sufriendo a causa de la falta de estipendio”. Además de corroer las relaciones humanas, la prisión desestabiliza el equilibrio psicofísico del recluso. “A esto también contribuye la arquitectura de las celdas, con muros altos y pocas ventanas.  Hasta una persona normal se volvería inestable en estas celdas, siempre superpobladas y congestionadas”. A su vez, la superpoblación desencadena “problemas de salud y de alimentación. Enfermedades como la tuberculosis, el HIV/SIDA y el dengue se propagan rápidamente debido a la proximidad entre los prisioneros”.  Otros problemas, agrega, “son las bandas de criminales y la falta de ayuda legal para aquellos detenidos que son pobres y no pueden afrontar los honorarios de un abogado”.

Según la hermana, un primer paso sería “cambiar la definición de recluso como equivalente de alguien que infringe la ley, un elemento mezquino para la sociedad, que debe ser castigado.  Cuando una persona comete un crimen, en su mente se desencadena algo que lo lleva a tener una actitud criminal. Dicho comportamiento puede ser modificado. A través de las visitas personales, de la escucha, del consejo, se puede llegar a un cambio gradual. Una persona presa no es una no-persona”. Ha de tenerse siempre en mente aquello que incluso es afirmado por la Corte Suprema: “El prisionero es enviado a prisión para ser reformado, no para ser castigado”.

La obra que llevan adelante los voluntarios de la asociación, cuenta, “es fundamental para hacer que ellos sientan una presencia. Prison Ministry es un ministerio de la presencia.  Los reclusos se dan cuenta de nuestra cercanía moral de muchas maneras: las visitas, una sonrisa espontánea, una palabra cordial, un saludo afectuoso, un gesto de agradecimiento, una mirada atenta, la disponibilidad a la escucha”. “A través del tiempo ‘de calidad’ que pasamos con ellos –continúa- ellos experimentan la paz y la conversión del corazón. Nuestra presencia cambia su actitud de impotencia, porque les hace sentir que hay alguien que se ocupa de ellos y que no los abandona”. Suele ocurrir que los prisioneros “nos piden a los católicos que recemos por ellos. Ellos creen que Dios puede cambiar su destino. Lo han perdido todo, pero siempre dicen una cosa: que no pueden permitirse perder también a Dios. Nuestras oraciones les brindan esperanza en medio de una vida desesperada”.

Los voluntarios también se dedican a la rehabilitación a través del trabajo. Enseñan un oficio a los presos, que les permite ganar algún dinero y tener mayores posibilidades de reinserción al salir de la cárcel. Por último, sor Inigo está convencida de que lo miembros de la organización pueden funcionar como “creadores de puentes entre los detenidos y sus familias. Ayudamos a éstas últimas a acoger a sus familiares en el momento de su liberación”.