Eruditos vaticanos y ortodoxos rusos dialogan sobre la historia y sobre la Ostpolitik
de Vladimir Rozanskij

El Convenio se inicia mañana y seguirá hasta el 21 de junio. El trabajo en común se detuvo en 2002 debido a las acusaciones de proselitismo, dirigidas contra la Iglesia católica rusa. El clima ha cambiado tras el encuentro entre Francisco y Kirill, ocurrido en La Habana en 2016. Los rusos prefieren hablar de la misión en común en relación al mundo, más que de unidad de la Iglesia indivisa en los 10 primeros siglos.    


Moscú (AsiaNews) – A partir de mañana y por dos días, hasta el 21 de junio, se celebra en Moscú un convenio, destinado a la exclusiva atención de los especialistas y cultores de las ciencias archivísticas. En el Instituto de Historia Universal de la Academia Rusa de Ciencias, habrán de confrontarse 12 historiadores rusos y 11 historiadores enviados por el Vaticano, provenientes de distintas universidades, sobre el tema de La Ostpolitik vaticana, la Unión Soviética y la Iglesia Ortodoxa Rusa. Entre los rusos, incluso figuran algunos especialistas que representan a  instituciones del Patriarcado de Moscú.  

En realidad, el convenio no es sino la prosecución de un trabajo conjunto emprendido por los historiadores de las dos partes (la Academia Rusa de Ciencias y la Academia de Historia Vaticana), iniciado en los años Noventa, y que en 1998 llevó a la realización de un  Simposio sobre Santa Sede y Rusia desde León XIII hasta Pío XI, cuyas ponencias fueron publicadas por la Casa Editora Vaticana en el año 2002. Desde entonces, los intercambios culturales a este nivel quedaron  prácticamente paralizados, a causa de un empeoramiento de las relaciones entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y el Vaticano. Las acusaciones de proselitismo desleal y competencia de los “uniatos” ucranianos con la ortodoxia rusa en su “territorio canónico”, llevaron a la expulsión de Rusia de un obispo y varios misioneros católicos, además de una cuasi paralización de varios proyectos de cooperación que se habían emprendido en el campo cultural.  

El diálogo teológico oficial entre católicos y ortodoxos también sufrió una fuerte dilación, y, en los últimos años, varias sesiones de la Comisión mixta llevaron a la búsqueda -en vano- de un entendimiento, al menos en relación a las perspectivas eclesiológicas de los primeros siglos, tal como surge del documento tratado en el 2015, sobre el ejercicio de la comunión y el valor del “primado” en la Iglesia antigua. Los rusos siempre se opusieron a este tipo de investigaciones, considerándolas una pérdida de tiempo: según ellos, las Iglesias auto-céfalas tiene una fisonomía propia, ya consolidada, y las perspectivas “ecuménicas” de una reunificación suya no conducen a ningún resultado que sea de utilidad. Sería mejor acordar la necesidad de contraponerse de manera coordinada a la secularización del mundo globalizado, y unirse frente a la amenaza del fundamentalismo islámico, que provoca continuas persecuciones de los cristianos en el Oriente Medio y en varias partes del mundo.

 

El Encuentro entre Francisco y Kirill en Cuba

La rígida postura del Patriarcado de Moscú parecía conducir a la imposibilidad de retomar el diálogo sobre estos contenidos, pero el inesperado encuentro del Papa Francisco con el patriarca Kirill ocurrido en Cuba en 2016 pareció dar nuevo impulso a las relaciones católico-ortodoxas.   Es cierto que el Concilio Pan-ortodoxo celebrado en Creta un año atrás, que a su vez debía relanzar estos proyectos, fue desertado por los rusos, para solidarizarse con otras Iglesias que mantenían una polémica con Constantinopla. Y, sin embargo, algo se movió en el último año: varias misiones conjuntas fueron organizadas para visitar y llevar una solidaridad concreta a los cristianos de Irak y de Siria, allí donde la guerra del ISIS está sometiendo a una dura prueba a las comunidades locales, en su gran mayoría ortodoxas. Dicha solidaridad ha sido afirmada en varias oportunidades por el mismo Papa Francisco, que en los últimos tiempos también se ha manifestado en relación a los coptos egipcios, víctimas de repetidos y trágicos atentados.

Por otro lado, las relaciones entre el Patriarcado de Moscú y la Santa Sede han tenido una franca mejoría en la última década, sobre todo luego de la desaparición del Papa Juan Pablo II y la decisión de los católicos rusos de adoptar una política de gran lealtad en lo que respecta a la Iglesia “de Estado” ortodoxa. Sigue habiendo gran tensión con Ucrania, con acusaciones de Moscú que refieren una falta de control sobre las medidas que adoptan los greco-católicos, que a su vez, se quejan de la política “invasiva” de los rusos, incluso a nivel político-eclesial. Por ende, se están buscando otros caminos para mejorar las relaciones, evitando las cuestiones más delicadas y, en este sentido, los estudiosos sin lugar a dudas, pueden resultar de utilidad.

El convenio de Moscú, por lo tanto, retoma la confrontación allí donde ésta se había interrumpido, tratando de hacer una relectura en común de la fase de “apertura” que siguió al período estalinista, denominada Ostpolitik , referida a las medidas políticas adoptadas por la Alemania occidental de Willy Brandt. El término luego fue aplicado por el periodismo para referirse a la apertura vaticana, iniciada durante el Concilio Vaticano II y proseguida en una larga relación de fecunda colaboración, guiada por personalidades como el cardenal Agostino Casaroli y el metropolita Nikodim (Rotov) -maestro espiritual del actual patriarca Kirill- que murió de un infarto durante una audiencia privada con el Papa Juan Pablo I, en 1978.  

La esperanza es que al “deshielo” de medio siglo, pueda seguir una nueva estación favorable a nuestro tiempo, aunque más no sea por el carácter cíclico de las estaciones; de hecho, la historia sirve para conocer mejor el pasado, pero también para iluminar el futuro, siempre que uno esté dispuesto a prestar oídos.