A un año del asesinato del padre Jacques Hamel: qué ha cambiado en Francia
de Catherine Field (*)

La conmemoración del sacerdote de 85 años que fuera degollado ante el altar, será presidida por el arzobispo de Ruan, y contará con la participaron del presidente Emmanuel Macron, del ministro del Interior y de representantes musulmanes. Se ha reforzado la unidad entre la comunidad católica y la musulmana. Pero la lucha del gobierno contra el yihadismo presenta muchas fallas. Prisiones superpobladas, desocupación y marginación son ingredientes que favorecen el reclutamiento y la radicalización. 


París (AsiaNews) – El 26 de julio de 2016, dos hombres de 19 años de edad irrumpieron en la pequeña iglesia de Saint-Étienne-du-Rouvray (Normandía) mientras el Pbro. Jacques Hamel estaba celebrando la misa matutina. Ellos tomaron a cuatro parroquianos como rehenes, entre ellos a dos monjas, y al mismo padre Hamel. Tras un breve lapso de tiempo, los atacantes obligaron por la fuerza al sacerdote francés de 85 años a arrodillarse ante el altar, y lo degollaron. Según  Dominique Lebrun, el arzobispo de Ruan, las últimas palabras del sacerdote fueron: “Retírate Satanás”.

Sor Danielle, que en ese momento estaba presente en la iglesia, afirma que los asaltantes filmaron el asesinato. Los hombres decían ser “soldados” del llamado Estado Islámico (EI) y querían vengarse por los ataques liderados por Occidente contra el EI en Irak y en Siria. Ambos eran conocidos por los servicios de seguridad. Uno estaba siendo supervisado por la policía y llevaba un brazalete electrónico tras haber pasado 10 meses en custodia por haber intentado viajar a Siria para combatir. Ambos fueron muertos por la policía cuando salieron de la iglesia. El EI reivindicó la responsabilidad por el ataque y por el asesinato.

El Papa Francisco condenó el ataque, denunciando el “dolor y el horror de esta violencia absurda”.

El asesinato del padre Hamel  golpeó al mundo. En Francia, ya sacudida por una serie de atentados de impronta islamista, la sensación de shock se difundió en todo el país. En cuestión de pocas horas, miembros de la comunidad musulmana se reunieron en la escena del ataque para expresar su indignación. Durante el fin de semana siguiente, musulmanes y católicos se reunieron codo a codo en las iglesias de la nación. Tal como había ocurrido pocas semanas antes, después del atentado en Niza, muchos musulmanes se alzaron y declararon que la atrocidad no había sido cumplida en el nombre de ellos. Los temores surgidos al inicio, de que el atentado produciría tensiones religiosas, mostraron ser infundados.  

Para conmemorar al padre Hamel, mañana habrá diversas ceremonias. El arzobispo de Ruan celebrará la misa matutina en la iglesia de Saint-Etienne. Estarán presentes el presidente de la República Emmanuel Macron, el ministro del Interior, miembros de la comunidad musulmana local y representantes del Consejo francés del culto musulmán. Se descubrirá una placa dedicada al padre Hamel y más tarde, en la basílica, se celebrarán las Vísperas. Las conmemoraciones se concluirán con una procesión hasta la tumba del padre Hamel.

Representantes locales de las comunidades católica y musulmana afirman que están conmovidos por  el sentido de comunión entre los distintos credos. Pero siguen abiertas cuestiones referidas a la capacidad del gobierno a la hora de responder ante la radicalización, y ante el crecimiento de un islam de estilo salafita. Según el ministerio del Interior francés, hay cuando menos  15.000 personas que se alinean como pertenecientes o bien mantienen vínculos con movimientos radicales islamistas. La amenaza permanece, aunque los motivos no se centren en el deseo de iniciar una nueva conquista islámica, sino más bien en la búsqueda de represalias contra la coalición occidental que ataca al EI en Siria y en Irak.

Lo que no ha cambiado son las condiciones en las que se encuentran los jóvenes musulmanes en Francia, cuyos varones fundamentalmente, son reclutados en el yihadismo. Los servicios de inteligencia dicen que la mayor parte, sino todos, han crecido en periferias degradadas donde abundan los crímenes –las “banlieues” – en las afueras de las ciudades más importantes, donde  hay una alta discriminación y se carece de perspectivas para encontrar trabajo.

La desocupación juvenil sigue siendo persistentemente alta en Francia: las últimas cifras muestran que el 21,8% de los jóvenes menores de 25 años son desocupados. Si bien el dato es menor al registrado en el último trimestre de 2016 (23,3%), sigue siendo considerablemente superior al 13% de desocupación entre los jóvenes que rige como dato promedio en los países de la OEDC (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), y representa más del triple del 7% de la vecina Alemania.  

No quedan dudas de que la desocupación es más elevada entre las segundas generaciones de inmigrantes del Norte de África, aunque resulta difícil hacerse de datos oficiales para contrastar evidencias falsas. Bajo leyes laicistas, el relevamiento de datos vinculados a religiones y etnias es considerado ilegal. El estudio de un instituto de investigación de París muestra que los jóvenes que se presentan como musulmanes practicantes y solicitan un empleo tienen un 4,7% de posibilidades de ser llamados para una entrevista, en comparación con el 17,9% en el caso de los católicos practicantes.

Los servicios de inteligencia franceses están trabajando junto a representantes de las comunidades musulmanas para detectar y proceder a la clausura de mezquitas infiltradas por yihadistas. Pero está muy difundida la radicalización online y la presión de grupos de coetáneos.

El mayor fórum para el reclutamiento son los centros penitenciarios franceses, notablemente superpoblados. Los guardias de las cárceles afirman que es frecuente que los yihadistas se acerquen a prisioneros vulnerables en los espacios comunes como las duchas o en los momentos dispuestos para tomar aire, más que en aquellas áreas destinadas a la oración.  

A fines de junio de 2017, la población carcelaria de Francia era de 70.018 reclusos, a la cual se suman 11.763 personas que han sido puestas en libertad pero llevando un brazalete electrónico. Se estima que el 40-60% de los reclusos son musulmanes.

Según el Departamento de Justicia, las 186 prisiones del país cuentan con espacio para albergar sólo 59.090 reclusos; 1616 duermen sobre colchones improvisados. La prisión más grande de Francia, Fleury-Mérogis, en las afueras de París, tiene una capacidad de 2.956 lugares, pero actualmente hospeda a 4352 reclusos.

Los capellanes también atraviesan penurias por las prisiones. El número de imanes [para este servicio] creció, pasando de 69 en 2006 a 193 en 2015, pero el gobierno es acusado de no poner a disposición fondos para educación y salarios, dejando abiertas las puertas para el ingreso de imanes voluntarios, y no adiestrados para cubrir las necesidades. En mayo de este año, el gobierno firmó un decreto por el cual pasa a ser obligatorio que cada capellán que se desempeñe en hospitales, en el ejército o en prisiones, se someta a un curso y reciba un diploma. Esto podría hacer decaer aún más el tan esperado incremento en el número de imanes que quieran volverse capellanes.

De todos modos, la tentación del yihadismo refleja una enfermedad más vasta: la de una nación en la cual muchos jóvenes musulmanes sienten que hay un lugar para ellos. Muchas personas nacidas en Francia sienten lo mismo en relación al islam. El mes pasado, una investigación conducida por el instituto Ipsos muestra que al menos el 60% de los franceses cree que el islam es incompatible con los valores franceses. El 46% de los entrevistados afirma que “aún no siendo éste el mensaje principal, el islam igualmente contiene en sí las semillas de la violencia y de la intolerancia”.  

 

 (*) Catherine Field, periodista, actualmente reside en París y es licenciada en Ciencias Religiosas en el Institut catholique de París. Experta en Sociología y Diálogo inter-religioso. Recientemente completó una investigación de 18 meses junto a la Universidad de Cambridge, centrada en el renacimiento religioso en la esfera pública en Inglaterra y Francia.