Las nuevas sanciones de los EEUU contra Moscú, generan también una guerra interna en Rusia
de Vladimir Rozanskij

Los cambios económicos debidos a las sanciones refuerzan las oposiciones. Las sanciones se convirtieron en el tema de la campaña de Aleksej Navalnyj. El periódico Vedomosti: En la lucha contra “el enemigo externo” Rusia logró castigarse a sí misma. Grihorij Javlinskij: Desastre completo en toda la política exterior de Putin.


Moscú (AsiaNews)- Las nuevas sanciones económicas aprobadas por Donald Trump el pasado 2 de agosto contra Rusia, parece que  llevan consecuencias que durarán decenios en la relación entre los dos países. Las sanciones afectan a Moscú, sobre todo en el sector energético y quieren castigarla por una presunta injerencia en las elecciones presidenciales de 2016 (que han visto involucrada a Hillary Clinton) y por la invasión a Crimea.

Trump parece haber firmado las sanciones contra su voluntad (definiendo la ley como “imperfecta”), pero fue obligado por la unidad del Congreso en el desearlas.

Rusia, ya antes de la firma de Trump, decidió como represalia, expulsar del territorio a 755 diplomáticos. El Premier ruso, Dimitry Medvedev definió las nuevas sanciones estadounidenses como “una verdadera guerra comercial” contra Moscú. En este artículo tratamos de demostrar las implicaciones internas de las sanciones.

Después de la aprobación por parte del Congreso de los EEUU del enésimo paquete se sanciones contra Rusia, junto a los otros “Estados-canallas” de Irán y de Corea del Norte, la sociedad rusa se interroga sobre la oportunidad y la eficacia del radicalismo nacionalista, que está llevando al país a una condición de aislamiento siempre más preocupante.

La “guerra fría 2.0”, asumió en efecto, contornos de un general rechazo anti-globalización, que sugiere un poco por todos lados políticas agresivas y proteccionistas. Rusia, que también había por primera rechazado la globalización en nombre pluralidad de identidades, se encuentra curiosamente en pagar el precio más alto para todos los cambios en curso, cuando debería en vez percibir las ganancias de quien hoy, de hecho, sigue su ejemplo.

La última vuelta de la “guerra de las sanciones” está dejando el signo en la opinión pública rusa, no más unánimemente colocada en defensa del orgullo nacional. El potencial destructivo de las últimas sanciones podría marcar efectivamente un daño irreversible para Rusia, obligándola a la definitiva sumisión a las superpotencias económicas y militares de América, de China y hasta de Europa.  

La clamorosa respuesta rusa, que redujo el personal de la embajada estadounidense de dos tercios (de 1200 a 455 personas), ejemplifica la impotencia del gobierno de Putin. De los 755 empleados “expulsados” del personal diplomático americano, de hecho, la mayor parte son ciudadanos rusos en servicio de los americanos, sobre todo en las oficinas consulares. El efecto principal de la contra sanción se traduce por lo tanto en la casi imposibilidad para los ciudadanos rusos obtener una visa de ingreso a los EEUU, visto el bloqueo de las oficinas dado que las oficinas están privadas de personal en las varias ciudades donde operan. Quizás también este efecto era de algún modo buscado por las autoridades rusas. También en los días pasados, hasta el metropolitano ortodoxo, Ilarion (Alfeev), el máximo diplomático eclesiástico, había sugerido no “enviar a sus propios hijos  a estudiar al extranjero”. Ni siquiera en tiempos soviéticos fueron tomadas medidas tan drásticas contra la burocracia diplomática.

El periódico Vedomosti escribió a tal propósito que “en la lucha contra el ‘enemigo externo’, Rusia, logró más que otra cosa castigarse a sí misma, de la prohibición a los extranjeros adoptar huérfanos rusos a la prohibición a los rusos el poder comer tomates turcos y hoy también viajar al extranjero”. De hecho, la población rusa, más que las sanciones americanas y europeas, sufre las propias, que han vaciado los negocios de los quesos franceses y de los jamones italianos. Extrañamente, el único artículo que no sufre particulares limitaciones es la producción vinícola.   

Lo que mayormente preocupa es la declaración de uno de los principales “hombres fuertes” de Putin, el presidente del Consejo para la política exterior y de Defensa, Fedor Lukjanov, según el cual de ahora en adelante Rusia no se limitará a las contra-sanciones, sino que tomará medidas autónomas en contraste con las actividades económicas occidentales en el país. Si los primeros pasos del presidente americano Trump, habían hecho esperar en una posición suya, respecto al Congreso en relación con Rusia, ahora los rusos parecen decididos a la guerra abierta también contra la América “trumpiana”.

Las oposiciones se refuerzan

Por parte de las oposiciones internas, el cambio parece sugerir una política del “tanto peor, tanto mejor”. El bloguero Aleksej Naval´nyi, líder del no oficial “Partido del Progreso”, está potenciando su campaña para presentarse en las elecciones de 2018, coleccionando multas y arrestos por infracciones a las reglas de manifestación pública, que no han hecho otra cosa que elevar su índice de popularidad. El argumento principal de Naval´nyj no son ya las reglas del juego democrático, sino los cambios económicos debidos en gran parte propio a las sanciones. El agravarse de la crisis lleva a la dramatización del conflicto social, del cual el primer disidente ruso quiere hacerse absoluto protagonista.

El líder de la oposición parlamentaria de la derecha liberal, Grigorij Javlinkij, habla más bien del “desastre completo de toda la política exterior de Putin: ambiciones del todo injustificadas, incomprensión del actual equilibrio político mundial, incapacidad de defender los intereses del propio país, falta de responsabilidad, búsqueda de solucionar los problemas mirando sólo al pasado, ilusionismo imperial y agresiones reales a los vecinos más débiles, un estilo de matones de barrio, la incesante mentira y el aventurismo…todo esto llevó nuestro país a un completo aislamiento”.

Javlinskij, fundador del Partido liberal Yabloko en los años 90, propone convocar una conferencia internacional con todos los países interesados, para establecer juntos las condiciones del derecho internacional en lo que se refiere a Crimea, el conflicto con Ucrania y la situación en Siria y poner fin a los conflictos armados y a la guerra de las sanciones.

También el fundador de “Rusia abierta”, el disidente en exilio, Mikhail Khodorkovskij, está convencido que Rusia deba evitar la escalada del conflicto con Occidente. Según él, América y Europa están ya preparando la repartición del mundo junto a China, a la cual tampoco de Rusia no le interesa nada y justamente las sanciones “tecnológicas” obligarán a “un país de 140 millones de personas a permanecer en el siglo XXI atrasado de 20 años respecto a todos los otros”.

La resignación y la rabia en la población rusa hacen de paralelo al pesimismo de las oposiciones y a la impotencia del régimen. En contemporánea, crece la “ruso-fobia” del establishment occidental y la “ruso-filia” irracional de los movimientos anti-establishment en los mismos países, llevando la situación a una gran pantano globalizado. Sin embargo, Rusia tendría tanto qué decir y dar y el Occidente tendría a su vez tanto que compartir, con un gran país desde siempre llevado a perderse en sus espacios enormes.