Papa: las mafias, hijas de la corrupción, las desigualdades, la pobreza y la política desviada

El combate que se libra a nivel político y económico contra estos fenómenos, ha de ser reforzado por una “finanza ahora soberana sobre las reglas democráticas”. Y con la construcción de una “nueva conciencia civil”, en pos de “un nuevo modo de ser ciudadanos, que abarque el cuidado y la responsabilidad por los demás, y por el bien común”. 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) –Las mafias, que encuentran su linfa en la corrupción –que quita a la política su deber de proteger el bien común- y en aquellos mecanismos que generan desigualdad y pobreza por doquier, se combaten a nivel político y económico cuando se ve reforzada una “finanza ya soberana sobre las reglas democráticas”. Y con la construcción de una “nueva conciencia civil”, para llegar a “un nuevo modo de ser ciudadanos, que abarque el cuidado y la responsabilidad por los demás y por el bien común”.

Cambiar “el corazón del hombre” ha sido el núcleo en torno al cual el Papa Francisco desarrolló su reflexión en el discurso que ha dirigido a los miembros de la Comisión anti-mafias del Parlamento italiano, que fueron recibidos junto a sus familiares.

“El punto de partida –les dijo Francisco- sigue siendo siempre el corazón del hombre, sus relaciones, sus apegos. Jamás mantendremos vigilancia suficiente sobre este abismo, donde la persona está expuesta a tentaciones de oportunismo, de engaño y de fraude, que se tornan más peligrosas cuando éstas no son puestas en discusión. Cuando uno se encierra en la autosuficiencia, fácilmente se llega a una autocomplacencia y a la pretensión de erigirse en norma de todo y de todos. Signo de ello es también una política desviada, plegada a intereses de parte y a acuerdos que carecen de limpidez. Se llega, entonces, a sofocar el llamado de la conciencia, a banalizar el mal, a confundir la verdad con la mentira y a aprovecharse del rol de responsabilidad pública que lo enviste. En cambio, la política auténtica, aquella que reconocemos como forma eminente de caridad, opera para asegurar un futuro de esperanza y para promover la dignidad de todos y de cada uno. Es justamente por esto, que siente que es una prioridad la lucha contra las mafias, puesto que ellas roban el bien común, quitando esperanza y dignidad a las personas”.  

“A tal fin, se torna decisivo oponerse de todos los modos posibles al grave problema de la corrupción que, en el desprecio por el interés general, representa el terreno fértil en el cual las mafias echan raíces y se desarrollan. La corrupción siempre busca el modo de justificarse, presentándose como la condición ‘normal’, la solución de quien es ‘listo’, el camino a recorrer para conseguir los objetivos propios. Tiene una naturaleza contagiosa y parasitaria, porque no se nutre de lo bueno que produce, sino de lo que sustrae y rapiña. Es una raíz venenosa que altera la sana competencia y aleja las inversiones. En el fondo, la corrupción es un hábitus construido sobre la idolatría del dinero y la mercantilización de la dignidad humana, por lo cual ha de ser combatida con medidas no menos incisivas que aquellas previstas en la lucha contra las mafias”.

“Luchar contra las mafias no sólo significa reprimir. Significa también limpiar y abonar, transformar, construir, y esto conlleva un compromiso en dos niveles. El primero es político, a través de una mayor justicia social, porque las mafias tienen el juego fácil al proponerse como un sistema alternativo, sobre un terreno donde faltan precisamente los derechos y las oportunidades; el trabajo, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria”.

“El segundo nivel de compromiso es el económico, a través de la corrección o la eliminación de aquellos mecanismos que generan por todas partes desigualdades y pobreza. Hoy ya no podemos hablar de lucha contra las mafias sin traer a colación el enorme problema de una finanza ahora soberana sobre las reglas democráticas, gracias a la cual las realidades criminales invierten y multiplican sus ya de por sí inmensos réditos recaudados mediante su tráfico: droga, armas, trata de personas, eliminación de residuos tóxicos, condicionamientos a las licitaciones para las grandes obras, juegos de azar, fraudes”.

“Este doble nivel, político y económico, lleva como presupuesto otro, no por ello menos esencial, que es la construcción de una nueva conciencia civil, la única que puede conducir a una verdadera liberación de las mafias. Realmente se requiere educar y educarse en una constante vigilancia de sí mismos y del contexto en el cual se vive, incrementando una percepción más puntual de los fenómenos de corrupción y trabajando en pos de un nuevo modo de ser ciudadanos, que abarque el cuidado y la responsabilidad por los demás y por el bien común”.

“Por último, no puede olvidarse que la lucha contra las mafias pasa a través de la protección y la valorización de los testigos de la justicia, personas que se exponen a graves riesgos optando por denunciar la violencia de la cual han sido testigos. Debe ser hallada una vía que permita a una persona limpia, pero perteneciente a familias o contextos de mafia, poder salirse sin sufrir venganzas ni represalias.  Son muchas las mujeres, sobre todo madres, que tratan de hacerlo, en un rechazo a las lógicas criminales y en el deseo de asegurar a sus hijos un futuro distinto. Urge lograr esto y ayudarlas, pero ciertamente, en un respeto por los pasos previstos por la justicia, pero también por su dignidad de personas que eligen el bien y la vida”.