Saad Hariri demite: el tsunami iraní-saudita choca contra las costas de Líbano
de Fady Noun

El Premier Hariri anunció su dimisión desde Riad. Un hombre tenido como rehén, que agradece a los secuestradores y precisa las condiciones para su liberación. Él está detenido en un hotel junto a decenas de políticos y hombres de negocios sauditas afectados por un mandato de arresto. La crisis con Irán y los equilibrios de poder en la región. A Aoun la ardua tarea de dirigir el pasaje institucional. 


Beirut (AsiaNews)- La impresión es la de un hombre tomado como rehén, que lee un texto en el cual agradece a sus secuestradores, afirma que es tratado bien y precisa las condiciones para su liberación. Es así como apareció el sábado pasado, 4 de noviembre, el Premier Saad Hariri (47 años) en la cadena televisiva pública saudita Al-Arabiya, para anunciar su dimisión entre el estupor general. Estaba como jefe del Consejo de ministros desde enero de este año. Hariri dijo temer por su propia vida y denunció el “apriete mortal” de Hezbolá en el país.

Es también cierto que podemos encontrar parciales excusas a su favor y afirmar que su doble nacionalidad saudita y libanés le conceda ciertos derechos. Sin embargo, siempre con un límite a esta doble fidelidad cuando se está en un cargo de Premier de Líbano. El anuncio de sus dimisiones que hizo desde Arabia Saudita, que dejó perpelja a la opinión pública tanto cuanto las dimisiones en sí mismas.

Además, hasta ahora no se aclaró el misterio que rodea esta decisión de carácter casi teatral y que alimenta las voces según las cuales él se encontraría en un régimen de arresto domiciliario. Esto es lo que piensa el secretario de Hezbolá, Hassan Nasrallah y otros líderes en mérito al comportamiento del Premier dimisionario.

Por una singular coincidencia, un testigo libanés se encontraba al interior del hotel Ritz en Riad en el mismo momento en el cual Saad Hariri grababa el anuncio de su dimisión. Esta información, tranquilizó por el momento a los libaneses sobre la suerte de su Premier. Sin embargo, se trató de un alivio de corta duración, porque el mismo día se supo del arresto de 17 personalidades sauditas de primer plano, de los cuales 11 pertenecen a la dinastía de Al- Saoud, entre los cuales uno de los hijos del ex monarca saudita y el millonario Al-Walid ben Talal. Y todas estas personalidades figuran como residentes…en el hotel Ritz, con la prohibición de abandonar Arabia Saudita a bordo de sus aviones privados, bloqueados en tierra por decreto real.

En espera de saber algo más, no podemos eximirnos de hacer algunas reflexiones sobre  la suerte particular de Saad Hariri en Riad, tanto que él no tuvo contacto con el jefe del Estado (Michel Aoun) desde el 4 de noviembre pasado. Ese día lo llamó sólo después de haber grabado la declaración que contenía la dimisión y solo a distancia de algunos minutos de su salida en onda, para anunciarla y decirle que volvería al país “dentro de dos o tres días”.

Con mucha prudencia, el presidente Aoun aclaró que no tomará ninguna decisión relativa a las consecuencias institucionales por las dimisiones, en espera de la vuelta de Hariri a Líbano. Según los dictámenes de la Constitución, el día después de las dimisiones del presidente del Consejo, el jefe del Estado debe iniciar nuevas consultaciones que lleven a la constitución de un nuevo gobierno. En espera de la vuelta cuya fecha es incierta y para garantizar a la opinión pública y a sus mismo partidarios. Hariri apareció en una foto tomada difundida por el futuro embajador saudita en Líbano, que había apenas jurado delante del rey. Y entonces, el ex Premier Fouad Siniora, brazo derecho del padre de Hariri, junto a ministros y diputados pertenecientes a la Corriente del Futuro (el partido de Saad) han asegurado que no existen otros motivos de preocupación. Sin embargo, el malestar provocado por las imágenes televisivas pesa como una roca.

En particular, Hariri dijo que había sido informado sobre un plan para asesinarlo.

Un hecho plausible, ciertamente. Pero a estos temores siguió unas notas de 3 grandes servicios de seguridad del país-ejército, Fuerzas de seguridad internas y Seguridad general-las cuales aseguraban que no hay informaciones precisas sobre la inminencia de un atentado a su persona. Obviamente todos pueden equivocarse, pero esta unanimidad de pareceres deja pensar que existan otros elementos poco claros en la cuestión; y la amenaza de un atentado pudo ser el pretexto para justificar la elección de Hariri y el hecho que él permanezca lejos de su país.

¿Cómo podemos entonces evaluar los acontecimientos en curso? En el plano político, por todo esto no hay otra explicación que: el tsunami del enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudita, que se trataba de tener alejado del Líbano, al final ha tocado las costas del país de los cedros y afectó, con Saad Hariri, uno de los elementos principales de la estabilidad que reinaba desde hace casi un año. De hecho, el Premier es uno de los artífices del compromiso que había permitido, el 31 de octubre de 2016, la elección a la presidencia de Michel Aoun, después de dos años y medio de un bloqueo institucional y de sede vacante en el cargo.

Ahora, este compromiso y la estabilidad que de esto derivó, fueron puestas en duda por dos circunstancias que han turbado en lo profundo la fisionomía de la región y del mundo: la elección del presidente Donald Trump en los EEUU (que entró en funciones el 20 de enero de 2017) y el ascenso al poder de Mohammed bin Salma (32 años), nuevo hombre fuerte de Riad, príncipe heredero y vice- Premier saudita del 21 de junio de este año. Dos hombres tan ambiciosos como inexpertos. A los cuales el status quo dejado por Barack Obama ya no gustaba más. La relación entre Trump y Salman no podía ciertamente tolerar el prosperar de Hezbolá en Líbano, su triunfar en Siria, los complot en Kuwait, la defensa de los Houthi en Yemen, la agitaciones en Bahrein, quedarse con las manos cruzadas.

En Líbano, desde hace algunas semanas, Thamer el-Sabhane, el ministro saudita encargado para los Asuntos del Golfo, multiplicaba su mensaje en twitter para denunciar al “partido del diablo” y a elnatr al Premier Hariri a tomar posiciones contra una serie de pequeños pasos de la Corriente petriótica libre y de ministros chiíes, en la dirección de una normalización de las relaciones con el régimen sirio- en lo que a eso se refiere, hay que recordar el encuentro al margen de la asamblea general de la Onu en Nueva York entre los ministros de Exteriores libanés y sirio- y de los repetidos ataques de Hassan Nasrallah contra la dinastía de los al-Saoud. Sin embargo, Hariri hacía como que no oía, si bien sabía que se lo quería llevar hacia esa dirección-al menos- de una crisis de gobierno de duración infinita para que el Líbano no fuese posible gobernar poniéndose contra una entera comunidad y que la componente chií es guiada por Hezbolá y por su aliado pro-sirio Nabih Berry de Amal, el cual tiene como cargo la presidencia de la Cámara. En el peor de los casos, el forcing saudita sobre Saad Hariri habría comportado una impensable guerra civil perdida antes de iniciar, teniendo en cuenta de las capacidades militares de Hezbolá que en dos conflictos (2006 con Israel y 2013-2017 en Siria) han reafirmado con fuerza.

Enorme para el Líbano, pero, este desarrollo debe ser colocado dentro del contexto. La dimisión de Premier libanés no puede ser una piza de ajedrez frente a las veleidades de Trump de aplastar los pies a Irán, ni frente a las amenazas de un Premier israelí que ve en la República islámica un enemigo que hay que abatir- y alentado en sus esfuerzos por las perspectivas de paz árabe-israelí que se delinean en el Golfo, con un “reglamento para el desarrollo” al modo de Shimon Peres.

El minúsculo Líbano ni siquiera era de gran interés para el inmenso orgullo-que a veces resulta arrogancia- de un Irán que emerge como un actor de primer plano, junto a Rusia, en el nuevo orden regional. El presidente iraní Hassan Rouhani ¿no se jactó recientemente de que “no sucede nada en la región, si Irá no lo desea…?”.

Improvisamente, con el fracaso de la política saudita en Siria, todas las tensiones y las contradicciones se concentraron sobre el Líbano y explotaron en la cara de los libaneses. Cierto, las instituciones tendrán con un presidente fuerte en la guía-es proverbial la elasticidad de los libaneses –y también  la lira libanesa se sostuvo, como trató de asegurar en estas horas el gobernador del Banco central. Queda el hecho que un gobierno dimisionario no está obligado a ocuparse de las cuestiones ordinarias y da una pesada detención o freno a la obra de restablecimiento de las instituciones. Justo a partir de las elecciones legislativas, que hoy por hoy no se puede saber si se realizarán en mayo de 2018 como está previsto hasta ahora, aún nsabiendo que el último voto es del 2009 y que la actual Cámara ha ya cumplido un mandato mde más. Todo dependerá cierto del desarrollo de la cuestión y de la posibilidad-si serán confirmadas las dimisiones-de formar un equipo de gobierno neutral. Pero es demasiado temprano para decirlo y se deberá tener en cuenta también la rigidez de la comunidad sunita, que terminará complicando la tarea del jefe de Estado.