Manila, Card. Tagle: ‘Cada día somos mártires’ del amor de Dios

El arzobispo llama a los fieles a proclamar el Evangelio, a pesar de las hostilidades, y desapegados del mundo material. La vida del beato  Justus Takayama Ukon como manifestación del poder del amor de Cristo. Él eligió el camino de la humillación y del exilio, en lugar de abjurar de la fe cristiana.


Manila (AsiaNews/CBCPNews) – “El mundo actual necesita de creyentes que testimonien todos los días el amor de Dios, que llegó a sacrificar Su vida por los demás”. Es la invitación que el Card. Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila, dirige a los católicos durante la homilía de la misa celebrada hace dos días, en la catedral de la Inmaculada Concepción (foto), en ocasión de la fiesta del beato Justus Takayama Ukon.

Llamando a los fieles a proclamar el Evangelio, a pesar de las hostilidades, y desapegados del mundo material, el Card. Tagle afirma que, sin embargo, testimoniar el heroísmo no siempre significa también “la propia sangre”. “Somos invitados a ser mártires y testigos todos los días. No esperemos el martirio con la sangre. Cada día de nuestra vida, Jesús nos pide: “Sé, conmigo, testigo de mi amor, donado a la misión por los demás”, declara el arzobispo de Manila.

El card. Tagle resalta hasta qué punto la vida del beato Justus Takayama Ukon es una manifestación del poder del amor de Cristo. El mártir católico japonés Justus Takayama Ukon (1552-1615), más conocido como “el samurái de Cristo”, era un señor feudal y samurái en el Japón de las persecuciones a la “religión de Occidente”. Él eligió el camino de la huillación y del exilio en lugar de abjurar de su fe cristiana. Perdidas todas sus propiedades, su cargo, su estatus social, el honor y la respetabilidad, se convierte en un vagabundo y es obligado al exilio. Con su familia y otros 300 cristianos japoneses, huyó a Manila, donde murió el 4 de febrero de 1615.  

“Él bendijo nuestro suelo con un testimonio de fe y heroísmo”, declara el arzobispo. Recordando el ejemplo del beato, el Card. Tagle reafirma que los cristianos son llamados a testimoniar y sufrir por el amor de Jesús, aunque este mundo de pecado e injusticia los tilde de “locos”. “Pero ahora –concluye el purpurado- , para nosotros, su locura es sabiduría, y su debilidad, fuerza”.