La paradoja de los EEUU: una superpotencia llena de deudas y con antojos de guerra (II)
de Maurizio d'Orlando

Después de la Segunda Guerra mundial, los EEUU lograron imponerse debido a la superioridad cuantitativa de su base productiva interna, tanto en el sector agrícola como manufacturero. El dólar, que se convirtió en la moneda de cambio a nivel mundial, infló la economía, y al quedarse ésta limitada a un consumo, ahora se arriesga la insolvencia. La única actividad que mantiene un superávit es la industria bélica. Una crisis que es también humana, que afecta a escuelas y universidades. De nuestro experto en economía política, presentamos la segunda parte de este análisis en cuatro entregas.  


Milán (AsiaNews) – Luego debiéramos referirnos a la paradoja de los EEUU, pero una simple mención no es suficiente. Su base productiva –poderosa y la única que permaneció intacta luego de la Segunda Guerra Mundial- ha llegado a estar de tal manera (e intencionalmente) des-localizada, al punto de que el 70% de su PIB está constituido por consumos, gracias a la posibilidad de emitir dólares a voluntad, y es justamente ésta la paradoja. Los EEUU han ganado dos guerras mundiales y han vencido en la confrontación con el bloque comunista, y no porque fueran superiores en tecnología (las patentes industriales alemanas y la industria bélica estuvieron, sin lugar a dudas, a la vanguardia, tanto en el 1ero como en el 2do conflicto mundial) o a nivel militar (los generales americanos –a excepción de Patton- fueron poco más que mediocres y otro tanto se puede decir del cuerpo de oficiales y de la tropa) y mucho menos, ideológicamente (los partidos comunistas tuvieron un asidero sin parangón en la sociedad civil en todo el mundo y el sistema soviético implosionó por sus enormes fallas en el sistema productivo). Históricamente hablando, EEUU logró imponerse como potencia -incluso en el ámbito militar- gracias a la superioridad cuantitativa de su base productiva interna, tanto agrícola como manufacturera, amén de su disponibilidad de recursos energéticos y mineros en su territorio. Y esto hizo que se generase una espiral ascendente de coincidencias positivas sinérgicas. La supremacía económica y militar de los Estados Unidos de América luego les confirió el rol de guía, incluso política, si bien en un primer momento este rol estuvo limitado exclusivamente a Occidente.

 

El dólar como moneda mundial

Como consecuencia, su moneda, el dólar, se convirtió en el punto de referencia de los mercados occidentales, pese a que desde hace casi 50 años -desde 1971- que éste no es ni siquiera convertible en oro. En etapas que se fueron dando sucesivamente -y en particular, después del colapso de la Unión Soviética-, los EEUU, la única superpotencia mundial que ha permanecido en pie, han conseguido asimismo el predominio mundial monetario y financiero. En efecto, tan imponente ha sido y sigue siendo la potencia americana, que el oro - que por milenios fue el eje en torno al cual se movían los pagos internacionales- dejó de utilizarse por completo como instrumento cambiario y fue totalmente destronado por el dólar. Es de esta manera que los EEUU llegaron a beneficiarse con una renta sin precedentes históricos. Dado que el dólar es la moneda interna americana, pero es al mismo tiempo la moneda universalmente aceptada, los EEUU pueden obtener activos reales y servicios del resto del mundo, simplemente emitiendo su propia moneda, sin tener que dar otra [divisa] a cambio.  Por lo tanto, mientras el mundo continúe utilizando dólares y comprando Treasury bond – es decir, utilizando la deuda del gobierno federal en lugar del oro u otra moneda alternativa para saldar los pagos recíprocos-, el perenne déficit comercial americano con el exterior ya no es más un problema, es irrelevante. Devaluar, y que internamente se torne más conveniente producir de más para exportar más – que es lo que deben hacer los demás países para poder equilibrar la balanza comercial- no es algo que los EEUU deban hacer necesariamente. De esta manera, también se desvanece el riesgo o, mejor dicho, la certeza de provocar una inflación interna, algo que obviamente comportaría el hecho de recurrir a una devaluación monetaria. Sin embargo, en este momento, estamos en un momento-bisagra, el elástico ha estado demasiado tenso y lo ha estado por demasiado tiempo, al punto de llegar a desatar una espiral descendente.  En efecto, la globalización ha hecho que literalmente se evaporase la base productiva americana, y fácticamente hablando, la única industria que ha permanecido totalmente en suelo americano (con muy buena razón, desde el punto de vista estratégico) es el complejo industrial-militar [1]. De este modo, no obstante, se desvanecen también las premisas de la supremacía estadounidense y por lo tanto, la del dólar, y por ende, la renta vinculada. Ésta es la paradoja norteamericana, y aún no se entiende bien por qué razón los EEUU aún deban ser beneficiarios de semejante renta. ¿Cuál es el motivo que hace que los EEUU puedan consumir sin tener que producir, y, por lo tanto, mantener una proporción tan elevada de consumos en relación al PIB, a la par de países pobrísimos que sobreviven en gran parte gracias a las ayudas humanitarias?   

 

¿El gendarme del mundo?

La única razón que quizás podría explicar la paradoja americana, podría ser que el resto del mundo -por debilidades estructurales internas- reconozca a los EEUU en el rol de gendarme mundial. La renta cambiaria, una suerte de señoreaje global, sería entonces la remuneración por desempeñar este rol de policía del planeta. ¿Es realmente así? Puede que sí, pero no está dicho que haya un acuerdo explícito de todos en relación a esto. Sin embargo, aún incluso suponiendo que lo hubiera, mantener una presencia militar dominante en todo el mundo tiene costos inmensos. Como se dijo más arriba, los EEUU ya no disponen de recursos productivos internos suficientes. Con mayor razón, mucho menos pueden hacer frente a los costos de mantenimiento de este “Imperium” en continuo crecimiento. Por lo tanto, debiera barajarse la hipótesis de una situación estadounidense donde cada vez se agudizarían más los déficits comerciales. ¿Hasta cuándo el resto del mundo seguirá aceptando esta situación, antes de llegar a un evidente estado de insolvencia, es decir a un punto de ruptura? Si el gendarme pide el aumento, ¿quién decide que éste deba pagarse?  De todas maneras, dejando de lado este interrogante por un segundo, si la globalización es ciertamente la opción predilecta del aparato estatal de los EEUU -el “estado profundo”- también es cierto que la decisión de los electores americanos, con la elección de Trump, el proteccionismo, se ha orientado en una dirección distinta. ¿Acaso es ésta la solución a la paradoja? En segundo lugar, ¿es posible recuperar la industria en los Estados Unidos de América? Ha de notarse que, ante todo, el neo-proteccionismo americano no es un vínculo externo sino una elección determinada por necesidades electorales internas y quizás por exigencias estratégico-militares. Es una auto-limitación de la renta, que no resuelve en absoluto las premisas que dan pie a la paradoja –el doble rol que detenta el dólar, moneda nacional y divisa internacional. En segundo lugar, el hecho de recurrir a la guerra de aranceles para restablecer un sector manufacturero en suelo patrio, independientemente de las represalias, podrá ser válido quizás a largo plazo. Pero sin la existencia de otros elementos, esta opción podría mostrarse finalmente como una medida tardía e inútil. En efecto, el país ha perdido, en primer lugar, la cultura y el tejido industrial, y parece orientado exclusivamente a los asuntos financieros (si bien apostar en la bolsa no significa dedicarse a las finanzas de verdad). Sin embargo y sobre todo, se hunde en la crisis de la disponibilidad interna de mano de obra industrial productiva, adecuada y calificada. Las razones de ello son variadas: el bajo nivel de la enseñanza escolar (en particular, en la escuela secundaria), la crisis de las sustancias opiáceas (que son prescriptas libremente y con una absoluta falta de criterio, como analgésicos), la crisis social (con el alto costo de las familias “líquidas” que navegan entre convivencias y divorcios seriales, con una obesidad que se propaga por doquier [2] y graves trastornos de la alimentación, los embarazos adolescentes, una pornografía que se difunde de manera compulsiva e incapacitante)[3].  Incluso la universidades, que en otro tiempo fueron un  motor de la innovación y joya de la corona de la excelencia americana, atraviesan una especie de guerra civil -por ahora, de baja intensidad- con sus safe spaces, las áreas de lo políticamente correcto y con los controles ideológicos relativos. Ello ha hecho que se resienta de tal manera la calidad de la formación universitaria, que resulta costosa y que brinda una preparación cada vez más pobre, que, también en este caso, se da el correlato de una importante recaída en la disponibilidad de graduados para empleos de alto nivel.  Sea cual sea el resultado de la partida que se está jugando en Washington, entre proteccionismo y globalismo, es evidente que el desequilibrio estructural de la paradoja americana –“Imperium” carente de base productiva, con una economía basada en el consumo- en el corto plazo se mantiene e incluso, se está agravando.

 

(Fin de la segunda parte. Para la primera parte, véase aquí).

 

 [1] Habría mucho que decir sobre la calidad y eficiencia del complejo militar-industrial americano, un sector plagado de corrupción, despilfarros e ineficiencias, típicas de los sectores que viven de aparatos estatales y gozan de un monopolio imposible de escalar.

[2] https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2676543 el 40 % de los adultos es clasificado como obeso, con un índice de masa corporal superior a 30.

[3] Otras dos graves emergencias son, en primer lugar, el alto costo, en relación al PIB, de la atención médica –cuya calidad es mediocre en comparación a los estándares de otros países avanzados- y el problema de la cobertura relativa que brindan las aseguradoras, de lo cual deriva el fracaso económico del Obamacare. En segundo lugar, problema que pasará a ser muy serio en el largo plazo, está el problema del sistema de jubilaciones y pensiones, que carece de cobertura adecuada para los futuros miembros de la tercera edad, una bomba de tiempo que comparten casi todos los países avanzados. Sin embargo, estos son factores que influyen en lo inmediato sólo indirectamente, cuando se trata de reconstituir la base productiva interna americana.