Global Times defiende la mano dura de Beijing con los musulmanes uigures: ‘Es necesaria, para la paz’

Un editorial del diario de Estado elogia las políticas represivas implementadas contra los uigures en la región. De esta manera, Xinjiang evita el peligro de terminar siendo “la Siria o la Libia de China”. El informe de una comisión de la ONU denuncia la presencia de un millón de musulmanes encerrados en campos de internamiento. 


Beijing (AsiaNews/Agencias) – La mano dura de los funcionarios de Beijing, aplicada sobre los grupos étnicos de Xinjiang es un precio necesario que pagar, si se quiere mantener la paz y la estabilidad en la región. Es lo que afirma un editorial del día de hoy publicado en Global Times, el diario del Partido Comunista chino, en respuesta a las acusaciones que la comisión de la ONU abocada a la erradicación de la discriminación racial, la cual se ha quejado de “violaciones masivas de derechos humanos” perpetradas contra los musulmanes uigures. Para el diario estatal chino, la población no debe dejarse influenciar “por la opinión pública destructiva de Occidente”. Por el contrario, reafirma que “la paz y la estabilidad deben prevalecer ante todo. Es con este objetivo que debe tomarse cada camino. Debemos sostener nuestra convicción de que mantener a Xinjiang libre de cualquier tumulto debe ser el derecho humano que prime ante todo”.  

La  reacción de Beijing tuvo lugar luego de la exposición de un informe, realizada en Ginebra el 10 de agosto pasado. Durante la sesión, Gay McDougall, vice-presidente del organismo perteneciente a la ONU, denunció la presencia de un millón de musulmanes uigures detenidos de manera ilegal, y sin acusaciones formales, en campos de internamiento chinos. Según la funcionaria, habría dos millones más, encerrados en centros de reeducación tendientes al adoctrinamiento político y cultural.  

Los uigures constituyen una etnia de religión musulmana que vive en Xinjiang, una región situada en el noroeste de China. La persecución contra esta minoría se ha intensificado a partir de abril de 2017, cuando Beijing puso en marcha una política de “tierra abrasada” a fin de impedir posibles influencias radicales afganas o pakistaníes. A causa de su religión, los uigures son considerados terroristas y como consecuencia son apresados o deportados en masa. El gobierno central les prohíbe ayunar durante el mes del Ramadán y tampoco permite que los menores de 18 años concurran a la mezquita. Además, obliga a los uigures a instalar en sus celulares una aplicación que permite tenerlos bajo control, y fuerza a los hombres a cortarse la barba.  En realidad, en el país viven apenas 10 millones de uigures, frente a una población total de 1,4 millardos de habitantes: debido a ello, los activistas y expertos consideran que un número tan exiguo no constituye un peligro real, que pueda significar un desafío para el gobierno central.  

Según Global Times, el objetivo de los políticos y medios occidentales es “fomentar los desórdenes en Xinjiang y destruir una estabilidad en la región, que fue ganada a costas de esfuerzos”. La editorial rechaza las críticas y resalta: “Gracias al fuerte liderazgo del Partido comunista chino, la fuerza nacional del país y la contribución de funcionarios locales, se ha salvado a Xinjiang del abismo de tumultos masivos. Se ha librado del destino de convertirse en ‘la Siria de la China’ o ‘la Libia de la China’. “No queda duda de que el actual clima de paz y estabilidad que rige en Xinjiang se debe, en parte, a la intensidad de las reglas vigentes” –concluye el artículo-. “Por todas partes se ven policías y puestos de control. Pero es sólo una etapa que Xinjiang está atravesando para reconstruir la paz y la prosperidad. Finalizada ésta, el gobierno volverá a la normalidad”.