Uno de cada siete estudiantes es adicto a Internet. Nuevas comunicaciones: peligros y desafíos

Según el P. Andrea Lembo, las nuevas tecnologías “colocan un cristal que no deja pasar la afectividad”. Hay un intercambio de datos, pero la comunicación es poco profunda. Al mismo tiempo, tienen rasgos que son potencialmente positivos: las nuevas herramientas permiten llegar a personas situadas más allá de las fronteras japonesas. 


Tokio (AsiaNews) – En Japón, uno de cada siete estudiantes sufre de una dependencia de Internet. Es lo que anuncia el Ministerio de Salud en un informe del 31 de agosto, en el cual alarma sobre la situación: el desorden afecta el rendimiento escolar y las actividades cotidianas de los jóvenes. Para el P. Andrea Lembo, superior regional del PIME en Japón, las nuevas tecnologías “colocan un cristal que no deja pasar la afectividad, y esto, en el mundo japonés se ve amplificado: se convierte en una excusa más, para no abrirse”.

Yoneatsu Osaki, profesor de Salud Pública en la Universidad Tottori, condujo la investigación, en la cual participaron 103 escuelas medias inferiores y superiores de todo el país, con un total de 64.000 estudiantes. En base a las estadísticas, el número de estudiantes adictos a los juegos online y a las redes sociales ha sumado 400.000 en cinco años, llegando a una cifra estimada de 930.000 personas. El estudio sostiene que la edad a partir de la cual se inicia la dependencia ha disminuido, comenzando ahora desde los primeros grados de la escuela primaria. Además, se piensa que la cifra real podría ser incluso mayor, porque se carece de los datos de alumnos que estaban ausentes al momento de administrarse la encuesta.  

“En Japón, hay muchísimas aplicaciones para comunicarse –comenta el P. Lembo- pero está el riesgo de que conduzcan a un aislamiento. Esto se ve fundamentalmente en la escuela, por la dificultad que niños y jóvenes tienen para interactuar. Hay un excesivo uso de estas herramientas y dispositivos, y esto lleva a tener relaciones interpersonales complicadas”.  

“Hay dos reflexiones que debemos hacer, en relación a esto. La primera, es que hay un gran intercambio de información, de datos, pero es poco lo que se comparte. Este mundo del chat, muy desarrollado, requiere de una comunicación veloz, de frases breves, y el uso de las palabras es acotado, disminuye. Es un nivel de comunicación poco profundo: es solamente un intercambio de información. Reprendí a varios de mis chicos que comenzaron una relación de novios con una muchacha a través del chat, y que luego se dejaron vía chat.  Tienen miedo de mirarse a los ojos. Todo lo intercambian online, se pierde esa comunicación de la proximidad, que se da cuando se está cerca de otro. El hombre es esencialmente palabra, manifestación de una comunicación que es corporal, visual y no visual. Esto disminuye, y entonces se crean esos síndromes que son típicos de los mundos desarrollados en la comunicación: aislamiento, vergüenza, miedo a hablar en público, dificultad para expresar los propios sentimientos”. Este aspecto se vuelve más complejo si se tiene en cuenta que en la lengua japonesa, “el tono que se usa es siempre el mismo”, mientras que es “en las formas gramaticales donde se inscriben los sentimientos”.

“La segunda reflexión es positiva: el mundo de los nuevos medios de comunicación, si bien tiene sus peligrosidades, también da la posibilidad de “echar redes mar adentro” y tener conexiones inter-culturales, fuera de su país”. Para el misionero, las nuevas herramientas de comunicación debieran tener como fin una “comunicación que tenga sentido”. El sacerdote cita los encuentros entre sus huéspedes y los jóvenes de las parroquias, a quienes los separan las barreras lingüísticas. “Para los jóvenes, el Google Translator puede convertirse en un medio simpático de comunicarse, y superar las barreras del idioma”.