Papa: la verdadera libertad está en no ser esclavos del propio pecado

El pecado es “esclavitud del propio ego”: “el goloso, el lujurioso, el avaro, el iracundo, el envidioso, el perezoso, el soberbio son esclavos de sus vicios, que los tiranizan y los atormentan” “Hoy en día, hay que tener coraje para casarse”.  


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El pecado, que es “esclavitud del propio ego” es aquello que encadena más que cualquier otra cosa, porque fuerza a mirarse solamente a sí mismos y vuelve incapaces de amar, que es la verdadera libertad. El día de descanso como memoria de la liberación fue el centro en torno al cual se desarrolló la reflexión del Papa Francisco, dirigida a los participantes de la audiencia general de hoy.

Al hablar, dirigiéndose a las 30.000 personas presentes en plaza San Pedro, él habló del “día de descanso, profecía de liberación” partiendo del hecho de que en el Deuteronomio, a diferencia del Éxodo, el motivo de descanso no es la bendición de la creación, sino el final de la esclavitud. “En este día, el esclavo debe descansar tanto como el amo, para celebrar la memoria de la Pascua de liberación”.

En realidad, prosiguió el Papa, existen varios “tipos de esclavitud, tanto exterior como interior”: en efecto, están “las constricciones externas, como las opresiones, las vidas secuestradas por la violencia y por otros tipos de injusticia”; como “los bloqueos psicológicos, los complejos, los límites de carácter”. Una serie de realidades existenciales de las cuales es aparentemente imposible tomar distancia. Sin embargo, la historia nos ofrece ejemplos de hombres que, a pesar de haber quedado marcados por formas de opresión, lograron conocer el “descanso de la misericordia”: por ejemplo, San Maximiliano Kolbe y el cardenal Van Thuan “transformaron las oscuras opresiones en lugares de luz. También hay personas marcadas por grandes fragilidades interiores que, sin embargo, conocen el descanso de la misericordia y saben transmitirlo”. “La misericordia de Dios nos libera. Y cuando tú te encuentras con la misericordia de Dios, tienes una gran libertad interior, y también eres capaz de transmitirla”.  

“Entonces, ¿qué es la libertad? ¿Acaso consiste en la posibilidad de elegir? Ciertamente, ésta es una parte de la libertad, y nos abocamos a que ésta sea asegurada a todo hombre y a toda mujer (cfr. Conc. Ecum. Vat. II, Cost. past. Gaudium et spes, 73). Pero bien sabemos que poder hacer lo que se desea no basta para ser verdaderamente libres, y tampoco felices. La verdadera libertad es mucho más. En efecto, hay una esclavitud que encadena más que una prisión, más que un ataque de pánico, más que una imposición de cualquier tipo: la esclavitud del propio ego”. “Una esclavitud que encadena más que una prisión, más que un ataque de pánico”.

“El ego puede convertirse en un vejador, que tortura al hombre donde quiera que él esté y le provoca la más profunda opresión, aquella llamada ‘pecado’, que no es la banal violación de un código, sino el fracaso de la existencia y la condición de esclavos”.  

Francisco luego afirmó que el goloso, el lujurioso, el avaro, el iracundo, el envidioso, el perezoso, el soberbio, son esclavos de sus vicios, que los tiranizan y atormentan. “No hay tregua para el goloso, porque la gula es la hipocresía del estómago, que si bien está lleno, nos hace creer que está vacío”; “el ansia de poseer destruye al avaro”; “el fuego de la ira y la carcoma de la envidia arruinan las relaciones”. Y “los escritores dicen que la envidia pone el cuerpo y el alma amarillos, como cuando una persona tiene hepatitis; se pone amarilla. Los envidiosos tiene el alma amarilla, porque nunca pueden tener la frescura de la salud del alma. La envidia destruye”.  

Entonces, el “verdadero esclavo”, es aquél que es incapaz de amar, y el tercer mandamiento para los cristianos es “profecía del Señor Jesús, que destruye la escalvitud interior del pecado para volver al hombre capaz de amar”. “El amor verdadero es verdadera libertad: hace apartarse de la posesión, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorizar al prójimo, transforma cada cansancio en una entrega alegre, y vuelve capaces de comunión. El amor vuelve libres, aunque se esté en la cárcel, y aún cuando se sea débiles y limitados.

“El tercer mandamiento, que invita a celebrar, en el reposo, la liberación, es para nosotros, los cristianos, profecía del Señor Jesús, que destruye la esclavitud interior del pecado para que el hombre se vuelva capaz de amar. El amor verdadero es la verdadera libertad: aparta de la posesión, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorizar al prójimo, transforma cada cansancio en una entrega alegre, y vuelve capaces de comunión. El amor hace libres, aún cuando se sea débiles y limitados, Ésta es la libertad que recibimos de nuestro Redentor, el Señor, Jesucristo”.

Por último, al saludar a los fieles italianos, Francisco se refirió a los esposos recién casados definiéndolos como “valientes”, porque –dijo él- “hoy en día, hay que tener coraje para casarse”.