Papa: Súplica a la Virgen del Rosario con el Card. Zenari, nuncio en Siria

En la fiesta de la Virgen del Rosario, el Papa Francisco renueva la invitación a rezar todos los días el rosario y la oración a San Miguel Arcángel, “para rechazar los ataques del diablo, que quiere dividir la Iglesia”. En el matrimonio, Jesús “no admite el repudio”. La Iglesia confirma “la belleza de la familia”, pero trata de acompañar a “cuantos viven la experiencia de relaciones rotas o llevadas adelante de manera sufrida y extenuante”. “El amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón”. 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El Papa Francisco ha dirigido “un saludo especial a los fieles reunidos en el Santauario de Pompeya para la tradicional Súplica, presidida en esta ocasión por el Card. Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria”. La Súplica es una oración tradicional con la cual se ruega pidiendo ayuda a la Madre de Dios, para los fieles y la Iglesia y para la salvación del mundo. El ícono que se venera en el Santuario de Pompeya es el de la Virgen del Rosario, cuya fiesta se celebra hoy.

El pontífice renovó su invitación, que ya había difundido a fines de septiembre, para que todos los fieles recen el rosario en el mes de octubre, junto a la oración a San Miguel arcángel contra el diablo, y a la antífona mariana “Sub tuum praesidium”. Dirigiéndose a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, luego de la oración del Ángelus, él dijo: “Renuevo la invitación a rezar el Rosario todos los días en el mes de octubre, concluyéndolo con la antífona ‘Bajo tu protección’ y la oración a San Miguel Arcángel, para rechazar los ataques del diablo, que quiere dividir la Iglesia”.

Previo a ello, el Papa se detuvo a comentar el evangelio de la misa de hoy (27º del año, ciclo B, Mc  10,2-16), que trata de las palabras de Jesús sobre el matrimonio. Jesús, dijo, “defiende la dignidad del matrimonio, como unión de amor que implica la fidelidad. Lo que permite que los esposos permanezcan unidos en el matrimonio es un amor de entrega recíproca, sostenido por la gracia de Cristo. Pero si en los cónyuges prevalece el interés individual, la propia satisfacción, entonces su unión no podrá resistir”.

“Jesús –continuó- no admite el repudio, ni todo aquello que pueda conducir al naufragio de la relación. Lo hace para confirmar el designio de Dios, en el cual se destacan la fuerza y la belleza de la relación humana. La Iglesia, madre y maestra, que comparte las alegrías y las fatigas de las personas, por una parte, no se cansa de confirmar la belleza de la familia como nos ha sido entregada por la Escritura y por la Tradición; al mismo tiempo, se esfuerza para hacer sentir concretamente su cercanía maternal a cuantos viven la experiencia de relaciones rotas o llevadas adelante de manera sufrida y extenuante”.

“El modo de obrar de Dios con su pueblo infiel –es decir, con nosotros- nos enseña que el amor herido puede ser sanado por Dios a través de la misericordia y el perdón. Por tanto, en estas situaciones, a la Iglesia no se le pide enseguida y solamente la condena. Por el contrario, frente a tantos dolorosos fracasos conyugales, ella se siente llamada a vivir su presencia de caridad y de misericordia, para reconducir a los corazones heridos y extraviados hacia Dios”.