Papa: el egoísmo, la rivalidad y la vanagloria destruyen la comunidad y crean conflictos

 “Cuando leemos las noticias de las guerra, cuando pensamos en las noticias que hablan del hambre de los niños que viven en Yemen” nos decimos: es algo que sucede lejos, pobres niños... ¿pero por qué no tienen qué comer? Atención, porque “se hace la misma guerra en nuestra propia casa, en nuestras instituciones, con esta rivalidad: es allí donde comienza la guerra! Y la paz debe hacerse allí: en la familia, en la parroquia, en las instituciones, en el lugar de trabajo… buscando siempre la unanimidad y la concordia, y no el propio interés”.


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – El egoísmo, la rivalidad y la vanagloria constituyen el origen de las rivalidades y conflictos, porque destruyen la unanimidad y la concordia, que son las bases de la convivencia, según la enseñanza de Jesús. Es lo que ha dicho el Papa Francisco en la homilía de la misa que celebró esta mañana en la Casa Santa Marta, partiendo de un pasaje del Evangelio (Lucas 14,12-14) en el cual Jesús exhorta al jefe de los fariseos a no buscar la reciprocidad, es decir, que  haya “una devolución a cambio” de sus acciones.

La enseñanza de Jesús es clara: “no hacer las cosas por interés”, no elegir las amistades de uno en base a una conveniencia. En efecto, razonar exclusivamente en base al provecho que uno pueda recibir, es una forma de egoísmo, segregación e interés”, mientras que el mensaje de Jesús apunta exactamente a lo contrario: a una “gratuidad”, que “expande la vida”, que “amplía el horizonte, porque es universal”. Los que son selectivos constituyen “factores de división” y no favorecen “la unanimidad” de la que habla San Pablo al dirigirse a los Filipenses, en la Primera Lectura. “Hay dos cosas que van contra la unidad –afirmó el Papa-: la rivalidad y la vanagloria”. “E incluso las habladurías nacen de la rivalidad, porque mucha gente siente que no puede crecer, entonces, para elevarse rebaja a otro con habladurías, con los chismes. Es un modo de destruir a las personas. La rivalidad. Y Pablo dice: ‘No. Que no haya rivalidades en la comunidad’.  La rivalidad es una lucha para aplastar al otro. Es horrible la rivalidad: puede darse de manera abierta, directa, o se puede hacer con guante blanco; pero siempre con el propósito de destruir al otro y de elevarse a sí mismo. Siendo que yo no puedo ser tan virtuoso, tan bueno, rebajo al otro, así yo permanezco en un lugar alto. La rivalidad es una vía que lleva a obrar de esta manera, por interés”.

Igual de dañino es quien se jacta de ser superior a los demás. “Esto destruye a una comunidad, destruye a una familia, con tal de... Piensen en la rivalidad entre hermanos por la herencia del padre, por ejemplo: esto es algo de todos los días. Piensen en la vanagloria, en aquellos que se jactan de ser mejores que los demás”.

Por el contrario, el cristiano debe seguir el ejemplo del Hijo de Dios, cultivando “la gratuidad”: hacer el bien sin preocuparse por ver si los demás hacen lo mismo; sembrar “unanimidad”, abandonando la “rivalidad o la vanagloria”. Construir la paz con pequeños gestos quiere decir pavimentar un camino de concordia en todo el mundo. “Cuando leemos las noticias de las guerras, cuando pensamos en las noticias sobre el hambre de los niños en Yemen, que es fruto de la guerra [nos decimos]: es lejos, pobre niños… ¿pero por qué no tienen qué comer? Atención, que “la misma guerra se hace en nuestra propia casa, en nuestras instituciones, con nuestra rivalidad: ¡es allí donde comienza la guerra! Y la paz debe hacerse allí: en la familia, en la parroquia, en las instituciones, en el lugar de trabajo, buscando siempre la unanimidad y la concordia, y no el propio interés”.