P. Dall’Oglio: el sacrificio ‘extremo’ de un testigo ‘radical’ de Cristo, puente hacia el islam
de Fady Noun

A cinco años de su desaparición, que aún sigue envuelta en el misterio, un seminario de Beirut traza el perfil de la figura del jesuita, misionero en Siria. El desafío del régimen de Damasco y el deseo de tratar con los yihadistas. El llamamiento de sus padres: “Que se hagan todos los esfuerzos posibles para tener noticias suyas”. 


Beirut (AsiaNews) – Sentar las bases para emprender un “camino de esperanza” trazado sobre la huella del diálogo entre cristianos y musulmanes. Y sacrificarse, en un “extremo gesto de amor” para intentar obtener la liberación de las personas que seguían prisioneras en manos de los milicianos del Estado islámico. Son éstos algunos de los rasgos distintivos del Pbro. Paolo Dall’Oglio, el jesuita italiano que vivía en Siria, y del cual no se tienen más noticias desde hace más de cinco años. Un encuentro organizado en Beirut recientemente, ha analizado su figura y el testimonio que él deja al mundo cristiano y musulmán.

A continuación, transcribimos algunos fragmentos del reportaje del vice-director de L’Oriente-Le Jour:

 

La Universidad de San José de Beirut recientemente organizó una ceremonia de homenaje al Pbro. Paolo Dall’Oglio, el sacerdote jesuita desaparecido en Siria el 29 de julio de 2013, del cual no se han tenido más noticias desde entonces. Figura carismática del diálogo inter-religioso islámico-cristiano, el P. Dall’Oglio desapareció tras ingresar aquél día al cuartel general del Estado Islámico en Raqqa, en aquél tiempo el bastión del Califato en Siria, para defender la causa y pedir la liberación de varios rehenes que estaban en manos del grupo yihadista. El evento fue una ocasión, no tanto para hablar del enigma que rodea su desaparición, sino también y sobre todo para intentar penetrar en el misterio del abismo entre la religión cristiana y la musulmana.

La frase más bella, y quizás también la más acertada de esta serie de testimonios, se la debemos al P. Dany Younès, el padre provincial de los Jesuitas, que afirmó: “Hacía falta un monasterio en ruinas para revelar la grandeza de un buen constructor, y es por encima de los abismos que se construyen puentes”. En la primera parte de su frase, el P. Younès aludía a la empresa de renovación del monasterio sirio de Mar Moussa al-Habachi (Moisés el Etíope), que fue emprendida por el P. Dall’Oglio.

 

Él hizo de aquél edificio un centro para el diálogo inter-religioso y para el intercambio con numerosos musulmanes que venían a visitar el monasterio. En la segunda parte, él evocaba la brecha profunda que existe entre el cristianismo y el islam.

Para colmar este abismo, el padre provincial de los Jesuitas quiso comparar la aventura espiritual de Paolo Dall’Oglio con la de Abraham, considerado en las Sagradas Escrituras como “el amigo de Dios”. Esto es lo que afirmó el P. Younès: “La fe no es la doctrina. La fe es salvífica, la fe instruye [...] Padre de los creyentes, Abraham era testigo de una amistad que superaba por lejos las doctrinas […] Es en la amistad, que sólo Dios puede donar, que Paolo hallaba su vocación, y a partir de ésta concebía la vocación de la Compañía de Jesús, así como la de todas las familias religiosas. El sincretismo provocador contenido en su pensamiento no se coloca a nivel de la doctrina, sino sobre el plano de la amistad”.

 

La gran pregunta

¿Se puede, quizás, a partir de este gesto, establecer una teología del encuentro religioso?, Para el rector de la Universidad de San José, en Beirut, el P. Salim Daccache, “la gran pregunta de Paolo Dall’Oglio, que jamás dejó de plantearse para sus adentros, fue la siguiente: ¿Qué le quiere decir el islam a los cristianos? Y además: ¿hacia dónde empuja al cristianismo? Como enseñan Charles de Foucauld y Louis Massignon, sus dos grandes maestros espirituales, Paolo pensaba que la religión musulmana, por el misterio del cual era portadora en relación a los cristianos, podía impulsar a la Iglesia hacia una imitación incluso más radical de Cristo, hacia una mayor humildad, un mejor espíritu de acogida y de servicio”.

“Queridos amigos –agregó el P. Daccache – arriesgo decir alguna palabra más, para deciros que la fuerza de Paolo y su actualidad está precisamente en el hecho de dejarnos con algunas preguntas irresueltas [...]. Ante estas preguntas y ante estos interrogantes, el punto de vista de Paolo, a largo plazo, era justamente sentar las bases para poder emprender un camino que el rebautizaba como “el camino de la esperanza”.  

 

Un hombre de riesgo

Paolo Dall’Oglio era, por así decir, un hombre de riesgo y para él, los riesgos espirituales y físicos eran una sola cosa. Él ya había tomado por primera vez un riesgo cuando decidió ir a Siria. Luego, corrió el riesgo de volver allí clandestinamente, tras haber recibido un decreto de expulsión. Hostil a la dictadura, en efecto, él se había convertido en portavoz de cuantos se oponían al gobierno de Damasco. Él solía decir: “Muchos sirios me han contado que cuando logras vencer el miedo y llegas a abrirte a los demás, pasas de un estado de esclavitud al de ciudadano. Cuando pones en tela de juicio que el presidente sea un Dios, aunque te hayan enseñado esto desde la infancia, cuando llegas a separar la verdad de la autoridad, a distinguir la objetividad del poder y cuando, por la calle, reclamas la dignidad, es entonces que adviertes un momento de verdad, de libertad y de autenticidad. Y los más increíble es que por esto de torturan, pero a la mañana siguiente, regresas a la calle”.  

Su tercer gran riesgo, el riesgo físico –y que forma una sola cosa con aquél espiritual- fue acercarse al Estado islámico (EI, ex ISIS). Una voluntad de acercamiento a ellos en la cual la fe, en el contexto de un diálogo posible, era el punto central, a pesar de toda la barbarie que ya se contaba sobre esta organización.

 

Imprudencia

“La impresión mía –siendo que él era una ‘persona prudente’- respecto a la decisión de Paolo Dall’Oglio de adentrarse en el foso de los leones [...] es que puede haber sido una aventura poco prudente, demasiado cargada de riesgos, sobre todo para un hombre solo”, subrayó en el contexto de la ceremonia Mons. Khaled Akasheh, a cargo del Departamento para el islam del Consejo Pontificio para el diálogo inter-religioso. “Sin embargo, quiero mencionar –agregó- el testimonio del P. Jacques Mourad, miembro de su comunidad, con quien me encontré el mes pasado en Boloña, Italia. Al referirse a esta decisión, el P. Mourad me dijo que el P. Dall’Oglio era muy consciente de los riesgos que asumía, pero que sentía en su corazón la llamada a dirigirse a Raqqa, para intentar tratativas para la liberación de algunos detenidos. No se trataba, por cierto, de un acto precipitado, sino de un gesto extremo de amor”.

Bajo el impulso del Papa Francisco, la Iglesia se ha transformado en “una galaxia mundial, ahora es mucho menos institución y mucho más un motor de evangelización”, subraya Giorgio Benvenuto, el presidente de la Fundación Bruno Bozzi, en el  marco de la ceremonia. Y sobre este modelo, agregó, el diálogo se ha convertido, a su vez, en “un importante precursor de una valor que, hoy más que nunca, parece estar faltando: la solidaridad”.

 

Un mensaje de la familia

Llevada a cabo el día primero de noviembre de 2018 en el auditorio del Campo de deportes y de innovación, la ceremonia de homenaje al P. Paolo Dall’Oglio fue organizada por la Universidad de San José de Beirut, y por la Fundación Bruno Bozzi, representada por su presidente, Giorgio Benvenuto. Entre las numerosas intervenciones y contribuciones, queremos destacar una carta enviada a los participantes por los padres del P. Paolo Dall’Oglio. En la misiva, ellos cuentan que “seguimos pensando en Paolo” y “volvemos a hacer un llamamiento para que se hagan todos los esfuerzos todavía posibles para tener noticias suyas”. Un recuerdo final fue dedicado “a las demás personas desaparecidas, raptadas o prisioneras en este conflicto” e insisten para que la verdad y la justicia sobre estos crímenes “constituyan prioridades para la comunidad internacional”.