Papa: Te Deum, la Iglesia agradece al Amor que de esclavos nos hizo hijos

“Dios “nació de mujer” para que nosotros pudiésemos recibir la plenitud de nuestra humanidad, “la adopción como hijos”. De su abajamiento fuimos elevados. Desde su pequeñez vino nuestra grandeza. De su fragilidad, nuestra fuerza. De su hacerse siervo, nuestra libertad”.

 


Ciudad del Vaticano (Asianews)- El Papa francisco quiere “alentar” a la Iglesia que está en Roma a “estar dentro. de la realidad de los últimos y de los pobres, a las “diversas formas de esclavitud” de nuestro tiempo, similares a aquellas en las cuales quiso nacer Jesús para manifestar el amor de Dios por “los pequeños” de las cuales no quiso liberar. En la celebración de las primeras Vísperas de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, Francisco afirmó la maternidad de la Iglesia hacia “tantos hombres y mujeres que han vivido y viven en condiciones de esclavitud, indignas de personas humanas” y en particular hacia quien no tiene un demora.

“Esta forma de maternidad de la Iglesia- insistió Francisco- me gusta alentarla mientras celebramos la divina maternidad de la Virgen María. Contemplando este misterio , nosotros reconocemos que Dios “nació de una mujer” para que nosotros pudiésemos recibir la plenitud de nuestra humanidad, “la adopción como hijos”.  De su abajamiento fuimos elevados. Desde su pequeñez vino nuestra grandeza. De su fragilidad, nuestra fuerza. De su hacerse siervo, nuestra libertad”. ¿Qué nombre dar a todo esto, sino Amor? Amor del padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en la cual esta tarde la santa madre Iglesia eleva en todo el mundo su himno de alabanza y de agradecimiento”.

Es el solemne Te Deum de alabanza y de agradecimiento con el cual la Iglesia cierra el año civil, celebrado por el Papa en la basílica de S. Pedro, ocasión para el obispo de Roma para recordar que también en el centro del catolicismo hay “hermanos y hermanas” que viven en las modernas esclavitudes.

Jesús, dijo el Papa, partiendo de la carta de S. Pablo a los Gálatas (Gal 4,4-5) nació en la “plenitud del tiempo”. En estas últimas horas del año solar, en el que sentimos aún más la necesidad de algo que llene de significado el transcurrir del tiempo, dicha expresión “tiene una resonancia especial en la cual aún más sentimos la necesidad de algo que llene el significado del transcurrir del tiempo. Algo o, mejor, alguien. Y este “alguien” ha venido, Dios lo ha enviado: es “su Hijo”, Jesús.

Acabamos de celebrar su nacimiento: nació de una mujer, la Virgen María; nació bajo la ley, un niño judío, sujeto a la ley del Señor. Pero, ¿cómo es posible? ¿Cómo puede ser este el signo de la «plenitud del tiempo»? Es cierto que por el momento aquel Jesús es casi invisible e insignificante, pero en poco más de treinta años desatará una fuerza sin precedentes, que todavía permanece y perdurará a lo largo de toda la historia. Esta fuerza se llama Amor.

El amor da plenitud a todo, incluso al tiempo; y Jesús es el “concentrado” de todo el amor de Dios en un ser humano. E questo ‘qualcuno’ è venuto, Dio lo ha mandato: è «il suo Figlio», Gesù”. “San Pablo dice claramente porqué el Hijo de Dios nació en el tiempo, y cuál es la misión que el Padre le ha encomendado: nació «para rescatar». Esta es la segunda palabra que nos llama la atención: rescatar, es decir, sacar de una condición de esclavitud y devolver a la libertad, a la dignidad y a la libertad propia de los hijos. La esclavitud a la que se refiere el apóstol es la de la “ley”, entendida como un conjunto de preceptos a observar, una ley que ciertamente educa al hombre, que es pedagógica, pero que no lo libera de su condición de pecador, sino que, en cierto modo, lo “sujeta” a esta condición, impidiéndole alcanzar la libertad del hijo”.

“Dios Padre ha enviado al mundo a su Hijo unigénito para erradicar del corazón del hombre la esclavitud antigua del pecado y restituirle así su dignidad”.