Tras estar 14 años desaparecida, migrante indonesia abraza al padre gracias a una religiosa
de Mathias Hariyadi

Partiendo solamente de una fotografía y las iniciales de su nombre, la religiosa logró rastrear a la mujer J.M., que no recordaba a su familia y ni siquiera su pueblo de origen. Nusa Tenggara Oriental es la provincia de Indonesia más afectada por el tráfico de seres humanos. Desde 2014, son más de 2.600 los casos de migrantes indonesios muertos o desaparecidos.

 


Yakarta (AsiaNews)- Tras partir rumbo a Malasia en busca de mejor fortuna y permanecer desaparecida por 14 años, una migrante indonesia con trastornos psíquicos pudo volver a abrazar a su anciano padre (Foto 1) gracias a los increíbles esfuerzos de sor Laurentina (Foto 2), una religiosa perteneciente a las Hermanas de la Providencia (PI). Todo comenzó en Kupang, capital de Nusa Tenggara Oriental (NTT), provincia indonesia en la frontera con Timor Oriental. “Recibo una llamada telefónica de la Agencia para la colocación y la protección de los trabajadores indonesios (BP3TKI) -narra la religiosa a AsiaNews-. "Un funcionario me pregunta: ‘¿Te animas a ayudarnos a encontrar informaciones sobre una migrante indonesia desaparecida? Sólo conocemos las iniciales de su nombre”.

Una pequeña fotografía y la letra “J”, son los únicos indicios que tiene en sus manos sor Laurentina. La religiosa está turbada, una segunda llamada telefónica le informa que la mujer en cuestión quizás se encuentre en un centro dirigido por la embajada indonesia en Kuala Lumpur. Además, no recuerda a la familia ni su lugar de nacimiento. Pero gracias al comandante de la policía del distrito de Timor Tengah Selatan (TTS) y a otra fuente del lugar, sor Laurentina logra localizar un pueblo, del cual provienen las familias cuyo apellidos tienen la misma inicial.

El asentamiento es muy distante de Kupang. “Se necesitan casi 6 horas de automóvil para llegar a la parroquia local. De allí es necesario dejar el auto  e ir por caminos de montaña", explica la religiosa. En diciembre de 2018, sor Laurentina va al distrito de Timor Tengah Selatan para visitar a la comunidad de Oinlansi. Junto a ella, va el p. Eko Aldianto, de la Comissión Justicia, Paz y cuidado de los migrantes de la Conferencia episcopal indonesia (KWI), es la ocasión justa para ir al pueblo de la joven desaparecida.

“Junto al p. Sebastianus Kefi, sacerdote de Oenlansi, llegan a la remota sub-región de Obibi, donde se encuentra el asentamiento”. Los dos curas y la religiosa entran en Kaileu (Foto 2), pero les espera un último esfuerzo: la casa que buscan está en la cima de una empinada colina (Foto 3). “Casi me quedo sin aliento por el esfuerzo  para alcanzarla-recuerda la religiosa- pero ver al anciano padre fue para mí un gran alivio. Al mismo tiempo, estaba muy conmovida: el padre de la joven sufre de una enfermedad y vive en una pequeña casa tradicional”. El hombre -conocido como T.M.- tiene una grave enfermedad en las piernas, que no le permite caminar correctamente. “¿Tiene una hija que se llama J.M.?”, le pregunta sor Laurentina mostrándole un pequeña fotografía. Un hombre del lugar se ofrece para traducir la pregunta de la religiosa del indonesio a la lengua de los tribales Dawan. El anciano estalla en llanto. “Sí, desde 2006 que mi familia y yo no sabemos nada de ella. ¿Está viva o muerta? La religiosa le responde: “Está viva, se encuentra en Kuala Lumpur. Pronto será repatriada”. “Hermana, le ruego que me la traiga”. “Las cosas eran todavía poco claras, no sabía ni siquiera si volvería a ver al padre. Quería decirle ‘sí lo haré’, pero no podía saber cómo habría terminado la cuestión… Entonces le dije: “Con la ayuda de Dios, volverán a verse”, recuerda la hermana mientras se conmueve.

Una amiga que trabaja en la Organización internacional para las migraciones (IOM) le anuncia a Laurentina -que en tanto, había regresado a Kupang- que no estaba segura de que la joven se encontrase todavía en el refugio de Kuala Lumpur. Para la religiosa, son días de angustia. En las semanas que siguen, llega una llamada telefónica inesperada: el p. Perno confirma con certeza que “la muchacha está viva y se encuentra en el centro”. Sin embargo, la mujer tiene algunos problemas de salud que hay que resolver, antes de poder volver a Indonesia.

Sor Laurentina no pierde tiempo: enseguida se pone en contacto con la embajada para organizar el repatriación. “La joven llega al aeropuerto de Kupang el pasado 25 de marzo, en un vuelo de Garuda Indonesia (la compañía aérea de Estado), afirma la religiosa. Después de realizar los trámites burocráticos en el aeropuerto, sor Laurentina sube inmediatamente en viaje con la joven: Entre Kupang y el distrito de Timor Tengah Selatan el camino es largo y en Kaileu, la familia espera a J.M. desde hace 14 años (Foto 4).

A causa de la difundida pobreza, la remota y cristiana  Nusa Tenggara Oriental es la provincia de Indonesia más afectada por el tráfico de seres humanos. En el pasado, generaciones de habitantes emigraron a Malasia para trabajar como domésticas o en las plantaciones. Pero en los últimos años el tráfico de migrantes aumentó y cada vez más jóvenes -sobre todo mujeres- caen en la trampa del trabajo mal pagado y de la prostitución forzada. La Agencia para la colocación y la protección de los trabajadores indonesios afirma que desde 2014 son más de 2.600 los casos de migrantes indonesios muertos o desaparecidos. Encontrar a estos últimos es casi siempre imposible, porque los traficantes a menudo falsifican los nombres, cumpleaños y direcciones en los documentos de migración.

La Iglesia es una de las pocas instituciones que se baten para prevenir y contrastar el fenómeno. A esta misión, algunos sacerdotes y religiosas han dedicado su vida. Desde 2012, sor Laurentina atraviesa la región para informar a los habitantes de los pueblos sobre los peligros de la trata. La religiosa comenzó a ocuparse de las víctimas de manera directa en 2014, en el Migrant Care Center de Yakarta. Desde 2017 es coordinadora del anti-tráfico para toda la isla de Timor y está a cargo de la Comisión justicia, paz e integridad de los creado (JPIC) de la arquidiócesis de Kupang, capital de Nusa Tenggara Oriental. Por el momento también está comprometida en la misión justicia, paz y cuidado de los migrantes de la Conferencia episcopal indonesia (KWI).

Entre las principales tareas que su Congregación le asignó, está la de ocuparse de las víctimas que desde el extranjero vuelven a sus pueblos natales. Pero, no todos logran volver: algunos mueren por accidentes o enfermedades; otros, por negligencia y abusos. “Por eso -concluye sor Laurentina- además de ofrecer alivio a los sobrevivientes al tráfico de seres humanos, mi trabajo cotidiano es también recibir los ataúdes en el aeropuerto, para luego entregar los restos de quien no logró sobrevivir,  a sus respectivas familias”.