Papa: como Jesús, abandonarse al Padre frente a los triunfos y a los sufrimientos

En el momento del triunfo y en aquel de la Pasión Jesús rechaza la tentación del Maligno. Para la Jornada de la juventud de hoy, la invitación “a los jóvenes y a todos” a rezar el Rosario por la paz, “en modo particular por la paz en Tierra Santa y en Oriente Medio”.

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- Seguir el ejemplo de Jesús, que no cedió al triunfalismo de la multitud en su ingreso a Jerusalén y frente a la cruz mantuvo la paz en el corazón “una paz que no es separación, no es impasibilidad o no creerse un súper hombre, sino que es abandono confiado en el Padre”. Domingo de Ramos, cuando en el Evangelio se recorren los últimos momentos de la vida de Jesús, dio ocasión al Papa Francisco de invitar a seguir al Mesías “en el camino de la humildad y de la obediencia”.

Un camino indicado en particular a los muchos jóvenes presentes que concurrieron para la celebración que Francisco inició en el centro de la plaza, junto al obelisco, donde el Papa bendijo las palmas y los olivos. Hoy, de hecho es la 34ta Jornada mundial de la juventud, que tiene por tema: “He aquí a la sierva del Señor: suceda en mí según tu palabra”. Lc 1,38). Jornada que se celebra a nivel diocesano y de hecho en la plaza había jóvenes de Roma y de otras diócesis.

Para la ocasión Francisco hizo distribuir a cuántos se congregaron en la plaza de S. Pedro una “especial corona del Rosario”. “Estas coronas en madera de olivo- explicó antes del Ángelus- fueron realizadas en Tierra Santa expresamente para el encuentro mundial de los jóvenes en Panamá de enero pasado y para la Jornada de hoy. Por lo tanto renuevo a los jóvenes y a todos mi pedido de rezar el Rosario por la paz, en modo particular por la paz en Tierra Santa y en Oriente Medio”.

Refiriéndose al Evangelio de hoy, entonces, Francisco en la homilía había hablado de las “aclamaciones al ingreso en Jerusalén y la humillación de Jesús. Los gritos festejantes y la furia feroz. Este doble misterio acompaña cada año el ingreso de la Semana Santa, en los dos momentos característicos de esta celebración: la procesión con los ramos de palma y de olivo al inicio y después la solemne lectura de la narración de la Pasión”.

Jesús “nos muestra cómo afrontar en momentos difíciles y las tentaciones más insidiosas, custodiando en el corazón una paz que no es desapego, no es impasibilidad o no creerse un súper hombre, sino que es abandono confiado en el Padre y a su voluntad de salvación, de vida, de misericordia; y, en toda su misión, pasó a través de la tentación de ‘hacer su obra’ eligiendo Él el modo y desligándose de la obediencia al Padre. Desde el inicio, en la lucha de los cuarenta días en el desierto hasta el final, en la Pasión, Jesús rechaza esta tentación con la confianza obediente en el Padre”.

“También hoy, en su ingreso en Jerusalén, Él nos muestra el camino. Porque en aquel acontecimiento el maligno, el Príncipe de este mundo tenía una carta para jugar: la carta del triunfalismo, y el Señor respondió manteniéndose fiel en su camino, el camino de la humildad. El triunfalismo trata de llegar a la meta mediante atajos, compromisos falsos. Busca subirse al carro del ganador. El triunfalismo vive de gestos y palabras que, sin embargo, no han pasado por el crisol de la cruz; se alimenta de la comparación con los demás, juzgándolos siempre como peores, con defectos, fracasados... Una forma sutil de triunfalismo es la mundanidad espiritual, que es el mayor peligro, la tentación más pérfida que amenaza a la Iglesia (De Lubac). Jesús destruyó el triunfalismo con su Pasión”.

“El Señor realmente compartió y gozó con el pueblo, con  el pueblo, con los jóvenes que gritaban su nombre aclamándolo como Rey y Mesías. Su corazón gozaba viendo el entusiasmo y la fiesta de los pobres de Israel. Al punto que, a aquellos fariseos que le pedían que reprochase a sus discípulos por sus escandalosas aclamaciones. Él respondió. “Si estos callan gritarán la piedras” (Lc 19,40). Humildad no significa negar la realidad, y Jesús es realmente el Mesías, el Rey.

“Pero al mismo tiempo, el corazón de Cristo está en otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que va de la «condición de Dios» a la «condición de esclavo», el camino de la humillación en la obediencia «hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Fil 2,6-8) . Él sabe que para lograr el verdadero triunfo debe dejar espacio a Dios; y para dejar espacio a Dios solo hay un modo: el despojarse, el vaciarse de sí mismo. Callar, rezar, humillarse”.

Con la cruz no se puede negociar o se la abraza o se la rechaza. Y con su humillación Jesús quiso abrirnos el camino de la fe y a aferrarnos a ella”.

“Detrás de Él, la primera que ha recorrido este camino fue su madre, María, la primera discípula. La Virgen y los santos han tenido que sufrir para caminar en la fe y en voluntad de Dios. Ante los duros y dolorosos acontecimientos de la vida, responder con fe cuesta “una particular fatiga del corazón» (cfr S. Juan Pablo II, Enc. “Redemptoris Mater” 17). Es la noche de la fe. Pero solo de esta noche despunta el alba de la resurrección.

Precedidos por María, innumerables santos y santas han seguido a Jesús por el camino de la humildad y la obediencia. Hoy, Jornada Mundial de la Juventud, quiero recordar a tantos santos y santas jóvenes, especialmente a aquellos “de la puerta de al lado”, que solo Dios conoce, y que a veces a él le gusta revelarnos por sorpresa. “Queridos jóvenes no se averguensen de mostrar vuestro entusiasmo por Jesús, de gritar que Él vive, que es vuestra vida. Pero al mismo tiempo, no tengáis miedo de seguirlo por el camino de la cruz. Y cuando sintáis que os pide que renuncien a vosotros mismos, que se despojen de vuestras seguridades, que os confíen por completo al Padre que está en los cielos, entonces alégrense y regocíjense. Estáis en el camino del Reino de Dios”.

“Aclamaciones de fiesta y furia feroz; el silencio de Jesús en su Pasión es impresionante. Jesús, señala el Pontífice, vence también a la tentación de responder, de ser ‘mediático’. “En los momentos de oscuridad y de gran tribulación hay que callar, tener el valor de callar, siempre que sea un callar manso y no rencoroso. La mansedumbre del silencio hará que parezcamos aún más débiles, más humillados, y entonces el demonio, animándose, saldrá a la luz”. Será necesario resistirlo en silencio, ‘manteniendo la posición’, pero con la misma actitud que Jesús. Él sabe que la guerra es entre Dios y el Príncipe de este mundo, y que no se trata de poner la mano en la espada, sino de mantener la calma, firmes en la fe. Es la hora de Dios. Y en la hora en que Dios baja a la batalla, hay que dejarlo hacer. Nuestro puesto seguro estará bajo el manto de la Santa Madre de Dios.

“Y mientras esperamos que el Señor venga y calme la tormenta (cfr Mc 4,37-41), con nuestro silencioso testimonio en oración, nos damos a nosotros mismos y a los demás “razón de nuestra esperanza que estáen nosotros (1Pt 3,15) . Esto nos ayudará a vivir en la santa tensión entre la memoria de las promesas, la realidad del ensañamiento presente en la cruz y la esperanza de la resurrección”.