La Pascua de las Iglesias del Asia, Iglesias minoritarias
de Bernardo Cervellera

La persecución y el martirio son elementos que marcan a los cristianos de hoy en día. En la Semana Santa, es necesario recordar la labor y el compromiso por la evangelización. Incluso siendo una minoría.


Roma (AsiaNews) – A fines de marzo, con ocasión del Día en Memoria de los Mártires, fui invitado a Monfalcone. Ante la presencia del obispo, Mons. Carlo Roberto Maria Redaelli, desarrollé una conferencia con un título muy intrigante: “Cristianos perseguidos, cristianos de la esperanza. Evangelizar el mundo siendo una minoría”. Los sacerdotes que me invitaron, Don Flavio y Don Paolo, habían sugerido este título para resaltar que incluso Italia es un territorio de misión y que la Iglesia ya es considerada como una “minoría”. Por ello, se necesitaba aprender de las Iglesias minoritarias del Asia. En efecto, al mirar la frecuencia con que se celebran las misas dominicales en Italia, sobre todo en las grandes ciudades, más allá de algunas loables excepciones, uno se percata de que el pueblo de Dios que participa en la liturgia es cada vez más canoso, los jóvenes están prácticamente ausentes y las caras nuevas se cuentan con los dedos de una mano.  

Entonces viene a mi mente aquello que algunos llaman “la profecía sobre el futuro de la Iglesia”, que fue esbozada por Joseph Ratzinger en una entrevista concedida a la Radio alemana en 1969, en plena crisis post-conciliar. En dicha entrevista, aquél que luego se convertiría en Benedicto XVI afirma que “a partir de la crisis actual surgirá una Iglesia que habrá perdido mucho. Se volverá pequeña y tendrá que recomenzar más o menos desde los inicios. Ya no será capaz de habitar muchos de los edificios que supo construir [en tiempos de] prosperidad. Porque el número de sus fieles disminuirá y también perderá gran parte de los privilegios sociales”.

Para luchar contra este destino, en Occidente se practican dos clericalismos distintos: el tradicionalista y el progresista. El primero puede ser descripto como un intento de no mezclarse con el mundo e incluso más, de combatirlo de todas las maneras posibles para “defender la fe”, refugiándose en las formas del pasado, en la misa en latín como algo absoluto y en los paramentos ricos y solemnes.  

El otro está a tal punto mezclado con el mundo que llega a decir las cosas del mundo, acariciando los oídos con los derechos a modernizarse y con la opinión dominante, viviendo la liturgia como “una fiesta de la comunidad” (y no del misterio de Cristo), olvidando la novedad que Cristo mismo ha venido a traer al mundo.

En ambos casos, la misión queda recluida en un esquema, se olvida que la Iglesia es una identidad dinámica: ella está fundada por Cristo, que la vuelve distinta del mundo, pero también, que ella vive la misma trayectoria de Cristo, que es una consumación para la salvación del mundo.

Al visitar las Iglesias de Asia, y presentándolas en AsiaNews, nos damos cuenta de que ellas son, prácticamente desde siempre, “minorías”: la mayor parte de ellas no supera el 2% de la población a la que pertenecen –con algunas excepciones como las Filipinas, Corea, Hong Kong, Vietnam y Timor Oriental- y sin embargo, las Iglesias de Asia –según los datos del Anuario estadístico de la Iglesia del 2018- crecen año a año a razón de un 11%. Ellas no pueden esperar convertirse en “mayoría” en algún día venidero: en la mayor parte de los Estados donde viven hay reglas estrictas que combaten las conversiones y duros límites a la libertad religiosa, a tal punto que algunas de ellas son perseguidas y cada año dan decenas de mártires.  Desde este punto de vista, es cierto lo que el Papa Francisco ha dicho a la Iglesia de Marruecos en su último viaje (30-31 de marzo): “¡Jesús no nos ha elegido y enviado para que nos volviésemos más numerosos!”. Pero también ha dicho que “el problema no es ser poco numerosos, sino ser insignificantes”. Los cristianos de Asia está llenos de significado: el encuentro con Jesús los vuelve alegres, más libres de los miedos y de los espíritus, tienen la fuerza de una dignidad y libertad que no tiene punto de comparación con las prisiones culturales o de etnia, casta y clan de donde provienen. No necesitan hacer proselitismo para incrementar el número de fieles, ni estructurar quién sabe qué planes pastorales; su humanidad renovada por la fe es suficiente para atraer a sus vecinos, a los colegas del trabajo, a los compañeros de escuela y para desear el encuentro con Cristo. Y si bien sufren persecuciones y el martirio, para ellos, la muerte del mártir es como una semilla que cae en la tierra y produce mucho fruto, porque creen en la muerte y en la resurrección de Jesús, en la suya y en la de su Iglesia. Feliz Pascua.