La victoria de Zelensky. Ucrania da una nueva vuelta de página
de Vladimir Rozanskij

El humorista ha triunfado con el 73% de los votos, un resultado superior a lo previsto. La relación con Rusia y con Putin será la primera prueba de fuego. Poroshenko ha perdido las elecciones por su encendido tono nacionalista anti-ruso, por la corrupción en sus filas y por haber abusado del resultado en torno a la autocefalia, creando aún más tensión entre las Iglesias. Los ucranianos, un pueblo religioso, aguardan el retorno al “espíritu de Maidán”.

 


Moscú (AsiaNews) - Las elecciones presidenciales en Ucrania se han concluido con el triunfo anunciado del humorista Volodymir Zelensky, una victoria que ha asumido proporciones mucho mayores de lo previsto: 73% contra el 25% del presidente saliente Petro Poroshenko. Tanto es así, que el actor de 41 años ha decidido rebautizar su espectáculo como Kvartal-73, en lugar de Kvartal-95, el nombre que hasta ahora tenía, en honor de la primitiva independencia del país al liberarse de Moscú.

En realidad, la relación con Moscú será la primera prueba de fuego del nuevo presidente. Desde su staff aseguran que “las tratativas con Putin” se iniciarán de inmediato, para resolver el conflicto que hace cinco año paraliza el país, con las cuestiones económicas asociadas, ligadas fundamentalmente a la provisión de gas ruso. La relación con Putin ha generado el primer “desliz” cómico de la nueva dirigencia: al anunciar la victoria, el vocero de Zelensky exclamó: “Con ustedes, el nuevo presidente Vladimir Vladimirovich”, usando el patronímico del “zar” ruso, en lugar del de Zelensky, que es Vladimir (en Ucrania, Volodymir) Aleksandrovich.

La victoria del actor “antipolítico” liga a Ucrania a la ola de movimientos de protesta que rige en muchos otros países de Europa y en varias partes del mundo. Además del cansancio por el conflicto en el Donbass, el gran impulso para la victoria de Zelensky ha sido, sin lugar a dudas, el rechazo al sistema de corrupción, muy difundido entre las clases dirigentes locales, y la furia contra un establishment que habría traicionado el espíritu de la “revolución de Maidán”, ocupando el poder y haciendo oídos sordos a la voluntad del pueblo.

Poroshenko ha visto fracasar por completo la ideología nacionalista con la cual pensaba haberse conquistado un lugar de honor en la accidentada historia del país por donde fluyen el Don y el Dniéper, basada en la tríada Dios-Patria-Ejército. La fobia contra los rusos, de carácter bélico, si bien aúna a los movimientos más reaccionarios y a las regiones más occidentales de Ucrania, no es compartida por la mayor parte de la población, que sigue sintiendo en su sangre el histórico parentesco con Rusia. Incluso el proyecto de “ucranianización lingüística”, que pretende excluir el idioma ruso como segunda lengua oficial, no halla demasiado entusiasmo. El nuevo presidente habla principalmente el ruso, pasando con desenvoltura al ucraniano de uso popular, sin preocuparse demasiado por la pronunciación o la gramática.

En lugar de la gloria esperada, ha sido sobre todo la tercera piedra angular, el nuevo cristianismo autocéfalo, la que ha condenado al ex-presidente en la derrota. La entrega del Tomos que marcó la autonomía en relación a Moscú, concedido por Constantinopla a costa de un grave cisma en la Ortodoxia, fue usado por Poroshenko como un arma electoral, esgrimida en todos los rincones del país donde se presentó solemnemente acompañado por el metropolita Epifanio (Dumenko), que ahora tendrá que vérselas con su coetáneo Zelensky. En el show televisivo, el cómico ridiculizó la operación, llamando al Tomos “thermos”, para luego excusarse por ello de un modo bastante ambiguo.

Los ucranianos son un pueblo muy religioso, que ha asistido a una gran renacimiento de la fe tras el comunismo, en todas las variantes del cristianismo ortodoxo, católico e incluso protestante. El intento de unificar las variadas ramas eclesiásticas, empero, no ha hallado el resultado esperado, provocando nuevos desgarramientos. Ahora, habrá que barajar de nuevo en el juego a tal punto, que el vocero del patriarcado de Moscú, Vladimir Legojda, recibió la elección de Zelensky con la expresión del deseo de “que cesen las persecuciones contra la única Iglesia ortodoxa canónica del país, o más precisamente, la de obediencia moscovita”.

De todos modos, sigue habiendo dudas acerca de la efectiva consistencia del nuevo presidente, que se ha convertido en político recién en el último año, y que es acusado de ser “la marioneta de Kolomojko”, un oligarca ucraniano metido desde siempre en política y dueño del canal televisivo que lanzó al cómico a la fama. La esperanza de los ucranianos es poder retornar al “espíritu de Maidán”, y su particular inspiración de la “democracia directa”, en la que el pueblo es protagonista de las decisiones políticas que atañen a la nación. La única frase realmente significativa pronunciada por Zelensky tras la elección, resuena en el espíritu: “Todavía no soy presidente de manera oficial, por ende, como simple ciudadano puedo decir a todos los países del área post-soviética: miren, ¡todo es posible!”.