Como el Amazonas, los bosques iraníes están en peligro

En la República islámica se registra una progresiva y gravísima deforestación. En el período entre 1900 y el 2012 se pasó de 19 millones de acres a 14,4. En el 2015, el dato cayó a 10,7 millones. La labor mancomunada de los que luchan por conservar y reformar el medio ambiente. Lamentablemente, la sanciones y la corrupción impiden su recuperación.


Teherán (AsiaNews) - Tal como ocurre en la selva Amazónica, en Irán también se consuma una progresiva deforestación que arriesga provocar daños gravísimos para el futuro de la nación, con consecuencias para todo el planeta. Cabe destacar un dato, que parece confirmar la magnitud de la emergencia: entre 1900 y el 2012, la superficie de bosques ha disminuido, pasando de 19 millones de acres a unos 14,4 millones, para luego caer rotundamente a 10,7, en el 2015. De modo que en un siglo, la República islámica ha perdido casi la mitad de sus bosques y áreas verdes presentes en el territorio. 

La gravedad del problema, que parece incluso superar los riesgos de una crisis hídrica que afecta a toda la región medio-oriental, es confirmada por las autoridades iraníes: “Considerando el ritmo actual de deforestación -subraya Esmail Kahrom, asesor del Departamento iraní de ambiente- Irán se quedará sin bosques en los próximos 75 o 100 años”.  

Zahed Shakeri, docente de la universidad del Kurdistán, advierte que la cuestión se vuelve aún más preocupante, si se compara el porcentaje de bosques en relación al territorio total. “Dado que Irán se encuentra en una zona árida -advierte- los bosques y otros tipos de vegetación tienen un rol primordial en muchos sentidos”. Hoy en día, muchos bosques se ubican en los límites de las ciudades, y “se transforman en áreas residenciales, comerciales o industriales”.   

Detrás de la deforestación hay una serie de factores, algunos vinculados a la búsqueda de un desarrollo económico interno y otros, que provienen del exterior. Entre los primeros, cabe citar la tala ilegal de bosques, la explotación excesiva del suelo, la urbanización y los incendios provocados por cambios climáticos. A éstos se suman los efectos de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos y Europa. 

La guerra de los años ‘80 entre Irán e Irak ha conducido a la pérdida de parte de los bosques occidentales, en el sector de los Montes Zagros. El turismo masivo ha provocado efectos en los bosques del Caspio. El cambio de destino de las tierras y una mala gestión de las zonas forestales son elementos que han agravado la emergencia, tal como explica Naghmeh Mobarghaee, profesor asociado de Planificación Ambiental, en el centro de investigación de la Universidad Shahid Beheshti. 

Otros factores críticos son algunas represas, que han tenido un tremendo impacto ambiental y escasos beneficios, las modificaciones del sistema hidrogeológico, las empresas mineras, las autopistas y otros proyectos invasivos. En todos estos proyectos se ha prestado escasa atención a las consecuencias sobre la naturaleza, y en muchos casos, la corrupción y un mal desempeño terminan haciendo que las obras sean aún más perjudiciales.    

La emergencia ambiental es una cuestión que comienza a afirmarse en el seno de la opinión pública y de la clase dirigente del país. Tanto en los parlamentarios independientes como en la facción conservadora y radical islámica, cercana a la cúpula religiosa, hay un corte bipartidario en torno a esta cuestión, que exige mayor atención y dedicación, además de medidas eficaces para contener la crisis.  

Al día de hoy, son pocas las iniciativas que se constatan. Una de ellas es el “Día de la plantación de árboles”, a la cual se suma un tímido intento de poner coto al tráfico ilegal de leña y el pedido de ayuda a la comunidad internacional. Sin embargo, según cuenta el experto en cultura islámica Austin Bodetti, hasta hoy, es poco lo que se ha hecho para cambiar el rumbo y resolver esta situación. El nivel actual de la crisis, en efecto, requiere de proyectos y respuestas ambiciosas y a largo plazo en materia de cuidado ambiental y, en este sentido, es necesaria la colaboración de la comunidad internacional, en lugar de un aislamiento forzado, agravado por las sanciones económicas y comerciales