Beirut: líderes cristianos junto a los manifestantes, para el ‘renacimiento’ del pueblo libanés

Los líderes religiosos libaneses, con la salvedad de los chiíes, sostienen los motivos que animan la protesta. Reconocen al gobierno el mérito de haber aprobado el presupuesto en los tiempos previstos. Pero aún pesan el “clientelismo, el robo y la corrupción”. La invitación a mantener la “pureza” del movimiento popular y evitar la violencia. Muftí: es un giro “peligroso” para el país.


Beirut (AsiaNews) - Los líderes religiosos del Líbano, con la sola (y notable) excepción de los responsables de la comunidad chií, expresan su apoyo a los ciudadanos que ocupan las calles desde el 17 de octubre pasado para protestar contra la corrupción y el mal desempeño del gobierno. Entre los más convencidos de los motivos que animan la protesta se cuentan los líderes cristianos: católicos, ortodoxos y evangélicos, que se reunieron ayer en Bkerké, en la sede del Patriarcado maronita. “Comprendemos su grito”,  afirmaron en un comunicado, y “apoyamos sus reclamos”, porque “lo que han realizado es más que una revuelta, es el renacimiento de la patria libanesa”. 

Fuentes patriarcales difundidas por L’Orient-Le Jour (LOJ), subrayan que el documento final ha procurado mediar entre las razones de la protesta popular, extraordinaria y ejemplar, y la obra del gobierno. Este último, explican los líderes religiosos, al menos ha tenido “el mérito” de aprobar el presupuesto dentro de los plazos previstos por la Constitución, algo que no sucedía desde hace 20 años.  

El premier Saad Hariri ha dado prueba de su buena fe, tratando de promover reformas, a pesar de haber perdido gran parte de la confianza de la población. Sin embargo, hay cuestiones de fondo, críticas, que permanecen, como son “una administración minada por el “clientelismo, el robo y la corrupción”. “La revuelta - destaca - es una lección formidable de civilización”, y un “formidable alegato contra la desocupación y la pobreza”.  

Ayer, el presidente libanés Michel Aoun convocó al patriarca maronita Beshara Raï y le agradeció por su comunicado equilibrado, que hace justicia a los hechos. El contenido de dicha nota comprende tres “llamamientos”, que al mismo tiempo apoyan los acontecimientos. En el primero, dirigido a los responsables, se invita al jefe de Estado a medir “la grandeza y la gravedad de los hechos”, que “no son un fenómeno pasajero”.  Compete a él poner en marcha las “consultas necesarias” para “satisfacer las reivindicaciones populares”. 

En la segunda parte, se invita a las fuerzas que animan la revuelta a “preservar la pureza del movimiento y su espíritu pacífico”. En este sentido, es esencial el respeto de la “libertad de desplazarse” y mantener las condiciones “normales de vida”, para que “la opinión pública mantenga su apoyo”. Por último, los jefes religiosos cristianos se dirigieron a la comunidad internacional, para que continúe sosteniendo “la primera democracia” del Oriente Medio y el primer proceso de colaboración entre cristianos y musulmanes inmediatamente después de la Primera Guerra mundial. 

Los líderes cristianos atacan duramente a la clase política, que no ha sabido percatarse a tiempo del “dolor” de un pueblo que sufre. “Muy por el contrario -advierten - han continuado con las desviaciones y la corrupción, hasta que se produjo la explosión final”. Se valoran como positivas, aunque tardías, las reformas promovidas en las últimas horas por el premier y por el Ejecutivo, las cuales deben hallar “una aplicación concreta” en la vida de todos los días. 

Entre las voces críticas se destaca la del muftí de la República, Abdellatif Deriane, quien invita al Estado y a la instituciones a responder a las “reivindicaciones justas” de los manifestantes. En un comunicado, el líder sunita explica que el Líbano está dando un “giro peligroso”, que debe ser afrontado con seriedad, ya que impacta en “el sistema económico y financiero”, amenazando la vida de los ciudadanos. Se hace eco de sus palabra el líder druso Naïm Hassan, quien afirma que nadie tiene derecho a “menospreciar o desestimar la voz del pueblo” en un momento tan crítico de la historia de la nación.