Yazidí que sobrevivió al ISIS: La muerte de al-Baghdadi no elimina la locura yihadista

El testimonio de Khalf Rasho Younis, originario de Sinjar y hoy, refugiado en el Kurdistán iraquí. La desaparición del “Califa”, una “alegría parcial”, porque todavía existen “miles de  al-Baghdadi”. Abandonados por la comunidad internacional, tenemos “confianza” en la Iglesia, que “obra para todos”. Y un llamamiento: “No se olviden de nosotros”.


Erbil (AsiaNews) - Una noticia que es fuente de “alegría” porque “este hombre nos ha hecho mucho daño”, pero al mismo tiempo, una “alegría parcial: todavía existen miles de Abu Bakr al-Baghdadi, sus seguidores y sus libros”, dispuestos a perpetrar un reguero de sangre y terror.  En diálogo con AsiaNews, es lo que cuenta Khalf Rasho Younis, un yazidí de 52 años, al comentar la noticia de la muerte del “Califa”  al-Baghdadi, líder del Estado Islámico (EI, ex ISIS). Los yazidíes quizás sean la etnia que más ha sufrido por la locura yihadista, de la que no se han salvado ni mujeres, ni ancianos, ni enfermos, ni siquiera los niños, víctimas de terribles situaciones de violencia como la esclavitud, las matanzas selectivas, que los expertos de la ONU no vacilan en definir como “genocidios”.  

La muerte del líder de Daesh cuenta poco para muchos yazidíes que viven en Irak, mientras no se haga justicia y en tanto los demás líderes del susodicho “Califato” no respondan ante la justicia por los crímenes cometidos. El deseo que comparten es poder comparecer en los tribunales y relatar, delante de los jueces, y mirando a sus verdugos a la cara, la violencia, los abusos y las masacres cometidas durante el reinado del terror. Baghdadi, en la cúpula del Estado Islámico desde el 2010, se hizo estallar por los aires junto a sus tres hijos durante un operativo especial de las fuerzas estadounidenses. 

Younis (en la foto, junto a sus sobrinos) nació en 1967, trabajó como campesino y antes de la llegada de los milicianos, vivía con su familia, formada por siete personas, incluyendo a su madre. Él es originario de Rambosi, una localidad cerca de Sinjar, uno de los centros yazidíes más importantes, sobre la frontera entre Irak y Siria. Desde el mes de agosto de 2014 él vive en el campo de Dawodeya, cerca de Enishke, en el Kurdistán iraquí, donde se encuentran alojadas 700 familias más. Al día de hoy sigue sin trabajo y sobrevive gracias a las ayudas que recibe, que son cada vez más míseras. El tío y el hermano de su esposa murieron en Sinjar, al explotar una mina colocada en su casa por los yihadistas, en los días previos a su huída.

Hoy vive con las hijas de su hermano, que fueron liberadas hace tan solo dos meses de las manos del ISIS, que las tenía como prisioneras en Bakhos, en Siria, donde vivieron gran parte de los años de la guerra. Tras escapar de los milicianos fueron hospedadas en el campo de Hol, en Siria, antes de que el tío las trajera a vivir con él. En los tiempos del avance yihadista, él huyó hacia la montaña, y para salvar a una parte de la familia tuvo que dejar a otra: el padre, un hombre anciano y enfermo de 80 años, no podía caminar y quedó atrás, como tantos otros. Murió a causa del calor y la sed. 

 

El hermano, Saado Rasho Younis, en su huída desde Sinjar hacia Dohuk, fue interceptado y detenido por un grupo de milicianos: desde entonces, no se supo más de él, ni de sus esposa, ni de sus dos hijos pequeños. Las cuatro niñas lograron liberarse; las mayores, en el 2015, al escapar con la ayuda de una familia árabe; las dos más pequeñas (Layla y Haifa), que estuvieron presentes durante la entrevista, hace apenas dos meses. Todas sufrieron abusos y episodios de violencia sexual.  

Lo conocimos gracias a la ayuda del Pbro. Samir Youssif, un sacerdote caldeo del Kurdistán iraquí que hace años se ocupa de los refugiados (cristianos, musulmanes, yazidíes) de Mosul y de la Llanura de Nínive. Él es uno de los beneficiarios de la campaña de AsiaNews “Adopta un cristiano de Mosul”, que continúa brindando sostén y ayuda, en vista de las crecientes necesidades y el desinterés, casi total, de la comunidad internacional.   

A continuación transcribimos lo que nos contó Younis: 

 

¿Cómo recibieron la noticia de la muerte de al-Baghdadi?

Recibimos con alegría la noticia, porque este hombre nos hizo mucho daño, tanto a nosotros como a ustedes, los cristianos. Pero no deja de ser una alegría parcial, ya que hay miles como al-Baghdadi circulando, están sus seguidores y sus libros. Muchas de estas personas todavía no están en prisión. Es necesario un tribunal para procesar a los miembros del ISIS. Recién cuando esto suceda, nuestra alegría será total. Y luego, se necesitan abordajes para combatir la mentalidad del Estado Islámico, que todavía sigue muy difundida. Nuestras hijas y nuestras hermanas raptadas todavía sufren a nivel psicológico porque fueron violadas, muchas personas fueron asesinadas y hay tantas familias que no saben dónde están los cadáveres de sus seres queridos. Para ellos, la alegría jamás será total. 

 

¿Todavía sienten miedo del ISIS?

Por supuesto que todavía tenemos miedo. Muchos miembros han regresado a sus hogares y todavía están libres. Por eso no hemos regresado a Sinjar; en los pueblos de los alrededores hay familias árabes cuyos hijos estaban con el ISIS. Cuando llegó el Estado Islámico, muchas de estas familias, a las que conocíamos, fueron las primeras en irrumpir en nuestras casas y raptar a nuestras hijas, las mujeres. Tenemos miedo de la mentalidad del ISIS; son extremistas y la amenaza sigue presente, tanto en Sinjar como en Mosul.  Cuando acudimos a las oficinas de gobierno nos encontramos con personas que tienen la misma mentalidad de los fundamentalistas. [En la conversación, también participan las dos sobrinas, Layla y Haifa; “Es difícil - dicen - volver a Sinjar, aún cuando hubiera una reconstrucción, sin una protección internacional. En este período de inestabilidad política, hasta ahora hemos hallado un refugio seguro en el Kurdistán iraquí, especialmente en estos tiempos marcados por las protestas en Bagdad y en tantas ciudades del sur, con la gente que pide cambios].   

 

Lo del “Califato”, ¿fue la idea de un loco o revelaba un proyecto político, militar y religioso muy preciso? 

Lo de al-Baghdadi fue una locura, pero no propia de un loco. Fue una locura lúcida, marcada por el odio y por el mal, como sucede en muchos extremistas islámicos, que complementa la de al-Qaeda. Nosotros comenzamos a oír hablar sobre el Estado Islámico a partir del 2006, ellos eran los que manejaban el gobierno tras las sombras, escondidos en la ciudad de Nínive. Alimentando el conflicto social y religioso, fueron ganando terreno y así conquistaron muchas ciudades. 

 

¿Cuáles son los recuerdos que tiene de la llegada del ISIS? 

Esos días difíciles están grabados en mi memoria: recuerdo los gritos de las mujeres, de los hombres, que lanzaban la alarma y gritaban “¡Llegó el ISIS!”, recuerdo a los niños con lágrimas en los ojos. Cada año, el 3 de agosto, la fecha de la llegada de los yihadistas, es un día de gran dolor y tristeza para mí y para todos los yazidíes. Fueron tiempos oscuros; perdimos a tantas personas queridas, tantos ancianos, hombres y jóvenes, asesinados porque defendían a su pueblo y su tierra. No hay una familia que no haya perdido al menos una, cuando no más personas. Con mi familia, junto a muchas otras, permanecimos nueve días sitiados, en la montaña. Los ancianos y las personas discapacitadas quedaron atrás y fueron asesinadas. Vivimos una violencia tremenda, en todos los niveles, que sigue viva en mi memoria. 

 

¿Cómo se imaginan el futuro? ¿Se puede hablar de esperanza? 

El futuro, tanto para los yazidíes como para los cristianos, sigue siendo algo desconocido.  En este sentido, no veo que haya interés, ni de parte del gobierno central, y mucho menos, de parte de los gobiernos internacionales más importantes. Nadie se ocupa de las jóvenes y niñas liberadas, no existe un sostén material o psicológico para ellas. Sin duda, debemos agradecer a la Iglesia y a algunas naciones por su ayuda; esto no será olvidado. Pero no encontramos un trabajo de verdad para poder reconstruir el futuro o lograr un repunte de nuestra región; al gobierno iraquí no le importa nuestra causa. Ahora hay combates y enfrentamientos sectarios en las zonas que han sido liberadas del ISIS. Sin embargo, a pesar de una realidad negativa, conservamos la esperanza en el futuro y confiamos en que Dios no nos deja solos. Contamos con los yazidíes educados en Europa, que trabajan en favor de nuestra causa, especialmente en los esfuerzos de Nadia Murad. Tenemos confianza en la Iglesia, que obra a favor de todos, no solo para los cristianos y las personas de buena voluntad. Al-Baghdadi está muerto, pero las devastaciones en los pueblos continúan, sigue la violencia que hemos padecido y por eso pedimos a las naciones europeas que no se olviden de nosotros, que mantengan viva nuestra causa. 

(Colaboró en esta nota el Pbro. Samir Yousif)