Las sanciones de Trump han fortalecido a los Pasdaran iraníes
de Shervin Ghaffari*

La campaña de “máxima presión” de los EEUU ha trastocado la agenda política del presidente. Y ha favorecido a sus adversarios, ante todo a los conservadores y a los Guardianes de la Revolución. Una potencia militar, política e incluso económica. El declive del sector privado no se detiene e impacta en la población civil. Artículo original de Lobelog. Traducción de AsiaNews.


Teherán (AsiaNews) - En junio del 2017, el presidente iraní Hassan Rouhani dijo en un discurso que “hemos entregado la economía a un organismo que está armado con pistolas y [contra el cual] nadie puede competir”. Como es obvio, él no mencionó la entidad a la que se refería. Para muchos en Irán, fue claro que se refería a los Guardianes de la Revolución (los Pasdaran, IRGC) y a su imperio económico.  

El presidente Rouhani triunfó en las elecciones del 2013, y en el 2017, gracias a una propuesta que pretendía desafiar el predominio económico de los Pasdaran. Sin embargo, la “campaña de máxima presión”, promovida por los Estados Unidos, ha trastocado la agenda política de Rouhani, alterando significativamente la dinámica de la economía del país, cuyo viraje terminó favoreciendo los intereses monetarios de los Guardianes de la Revolución.  Con las sanciones unilaterales, que parecen reforzarse a medida que pasan los meses, la campaña de los EEUU ha minado el capital político de Rouhani y ha reforzado aún más el poder financiero del IRGC.

El crecimiento de los pasdaran en los sectores lícitos e ilícitos de la economía iraní es el resultado de un proceso de varias décadas. Durante el período de la reconstrucción que siguió a la guerra entre Irán e Irak, el IRGC creó varias bonyads (fundaciones), que han desarrollado rápidamente un sinfín de compañías en los sectores agrícola, minero y en el área de transporte y de la construcción. En todos estos años, estas sociedades han sustraído contratos y proyectos a un sector privado débil, que se ha quedado rezagado en comparación con sus contrapartes regionales. 

En particular, la influencia económica de los Pasdaran ha crecido considerablemente durante la presidencia de Mahmoud Ahmadinejad, que ha asistido al desarrollo de las fundaciones adeptas a los IRGC, colocando en su seno a algunos oficiales afiliados a los Guardianes de la Revolución. Si bien existen muchas facciones internas dentro de los IRGC, que a veces se contraponen entre sí, en este período fueron capaces de crear una red económica para obtener beneficios. Estas estructuras han contribuido a facilitar los negocios turbios, que han enriquecido a los IRGC y han incrementado su participación en el mercado en numerosos sectores comerciales.  

A los guardianes se les ha encomendado la tarea de proteger las fronteras iraníes, y los pasos fronterizos y puertos han quedado bajo su control. Como resultado, han logrado desarrollar un punto de apoyo para el contrabando, que ha ido incrementándose año a año, a medida que crecía el aislamiento geopolítico de Irán. Si bien no es posible confiar en las estadísticas sobre la participación de los Pasdaran en el mercado negro, un estimado del 2007, elaborado por un parlamentario iraní, calculaba en 12 millardos de dólares los ingresos anuales por operaciones de contrabando de los IRGC . 

Los intentos de la administración de Rouhani de reapropiarse de estas ganancias [indebidas] en un primer momento tuvo frutos. Luego de la firma del acuerdo en materia nuclear (el Joint Comprehensive Plan of Action, JCPOA), el gobierno de Rouhani aplicó medidas drásticas sobre la red de negocios de los IRGC y estimuló la competencia interna. En un caso que data del 2016, el comandante Ebadallah Abdollahi, uno de los líderes de primera línea en la construcción y articulación del conglomerado de los IRGC, presenció como un proyecto multimillonario en el sector de trenes veloces se abría a otras compañías privadas del país. Desbloqueando la situación estancada de algunos sectores, como el de la construcción, y favoreciendo la competencia, el gobierno esperaba mermar el poderío de las cuotas de mercado de los Pasdaran y, al mismo tiempo, alimentar a un sector privado que hasta ahora se encontraba mayormente paralizado. 

Sin embargo, la decisión de la administración Trump de imponer las sanciones “más duras de la historia” contra el régimen culminó infundiendo mayor vigor a la facción más dura e integralista en el seno de la dirigencia iraní. Los mismos críticos que afirmaban que los EEUU no eran merecedores de confianza tuvieron la ocasión de vengarse, reivindicando lo acertado de su posición y culpando a Rouhani por haber firmado el JCPOA. Las políticas de los EEUU también socavaron de raíz los esfuerzos del gobierno para limitar la participación de los Pasdaran en los asuntos económicos del Estado.

Luego de que Trump incluyó a los Guardianes de la Revolución en la lista negra de las organizaciones terroristas (FTO), en abril del 2019, la administración Rouhani asistió al agravamiento de la decadencia económica. Tras conocerse la medida, todos los miembros del Parlamento iraní vistieron el uniforme oficial de los IRGC, en un gesto de solidaridad con la organización. Una manifestación de cercanía que reunió a reformistas y moderados, aún cuando éstos jamás dejaron de plantear su firme oposición al rol desempeñado por los Guardianes en los malestares económicos de la nación. 

Aún más preocupante es el modo en que la opinión pública iraní interpretó la campaña de máxima presión del presidente Trump. Un sondeo elaborado en septiembre de 2019, unido a un estudio de la Universidad de Maryland, muestra que el 63% de los entrevistados piensa que los Pasdaran deben participar “en los proyectos de construcción y en las demás cuestiones económicas… además de las tareas en materia de seguridad y en las responsabilidades propias del plano militar”. Frente a la escalada de la política de máxima presión implementada por el gobierno estadounidense, los ciudadanos comunes y corrientes de Irán no solo se han ceñido en torno a la bandera, sino que también se han solidarizado con una institución que muchos iraníes han considerado tradicionalmente como  parte de un sistema económico corrupto del país. 

Además de haber acelerado el ocaso político de Rouhani, las sanciones estadounidenses han creado un ambiente económico favorable a la proliferación del mercado negro, y han reforzado la participación financiera ilícita de los IRGC. El banco iraní Ansar, sancionado en el 2010 por la administración de Obama, permaneció en la lista negra incluso después de la entrada en vigor del JCPOA, por haber “brindado servicios financieros” a los Pasdaran. Y la administración Trump ha reforzado el aislamiento de dicho banco con medidas mucho más restrictivas en marzo del 2019, en un intento de limitar aún más el acceso a gran parte de los créditos. De acuerdo con una investigación de The Wall Street Journal, sus registros muestran que los depósitos en efectivo en realidad aumentaron un 4% desde la imposición de las sanciones al banco. En otras palabras, a pesar de las crecientes sanciones, la base económica de las IRGC no solo no ha sido afectada sino que, por el contrario, parece haber crecido.

El sector privado iraní, que ha estado largamente paralizado por una burocracia rampante, ineficaz y por una corrupción endémica, también ha sufrido las repercusiones causadas por el viento en contra de las sanciones. Con la suba de los precios minoristas, los consumidores se han visto forzados a recurrir al mercado negro para adquirir artículos de primera necesidad. Los Guardianes de la Revolución han estado por décadas bajo la mira de las sanciones, y han logrado prosperar igualmente, a pesar de las medidas punitivas. Sin embargo, el régimen de sanciones impuesto por los Estado Unidos ha diezmado al sector privado iraní, obligándolo a ceder cada vez más terreno y recursos económicos a las sociedades afiliadas a los IRGC. 

En los últimos 40 años, los Guardianes de la Revolución han ido evolucionando desde aquella organización militar que, por dictámenes constitucionales, no podía promover actividades económicas, transformándose en un conglomerado económico. Y mientras el sector privado continúa debilitándose, y la visión [crítica] de la opinión pública sobre los IRGC se desvanece, su influencia tiende a expandirse más y más. Las políticas que ha promovido la administración Trump han consolidado esta realidad, desacreditando fatalmente a las fuerzas moderadas y fomentando la apropiación de la economía por parte de los Pasdaran, exacerbando al mismo tiempo el malestar económico nacional, incluso en los años venideros. 


* Shervin Ghaffari es analista político en el National Iranian American Council (NIAC)