El asombro ante el pesebre, la gran obra de evangelización
de Bernardo Cervellera

En Europa, las autoridades académicas y municipales prohíben los pesebres, los cantos navideños, las representaciones teatrales de la Navidad porque “ofenden a las demás religiones”. Sin embargo, el móvil no es el respeto hacia las demás religiones, sino el desprecio de todas las religiones, y de la católica en particular.  Las personas alejadas de la fe arman el pesebre impulsadas por una nostalgia - inconfesada - de Dios. Los pesebres del África, China, Vietnam y Perú nos dicen algo de los misioneros. Ellos también vivieron de acuerdo con el estilo de vida de Jesús: la encarnación, la paciencia, la inmersión en la cultura, la ternura y la entrega de sí.     


Roma (AsiaNews) - El pesebre, la representación del nacimiento de Jesús, “es una gran obra de evangelización” realizada por San Francisco de Asís, que nos hace volvernos como los pastores, “primeros testigos de lo esencial”, y también como los magos, que nos invitan a “reflexionar sobre la responsabilidad de cada cristiano de ser evangelizador”. Con estas palabras se expresó el Papa Francisco en su Carta apostólica “sobre el significado y el valor del pesebre”, firmada en Greccio, la ciudad del primer pesebre, el 1° de diciembre pasado, al comenzar el Adviento.

El documento, titulado “Admirabile signum” (Signo admirable) elogia la tradición navideña y expresa el deseo de que “esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”.

En los últimos años, y sobre todo en Europa, muchas veces las autoridades académicas o municipales han prohibido los pesebres, los cantos navideños y las representaciones teatrales de la Navidad porque “ofenden a las demás religiones”, en particular, a los judíos y musulmanes. Sin embargo, la verdad es que no he hallado judíos o musulmanes que se opongan a esta tradición. Es más, en una parroquia de Milán he visto a hijos de papás musulmanes que, transportados, participaban en la escenificación del pesebre viviente, recitando las palabras. Si se va al fondo de todas estas prohibiciones, se descubre que lo que domina no es un respeto hacia las demás religiones, sino el desprecio de todas las religiones, y de la católica en particular. Es algo típico del estilo de la sociedad occidental relativista,  que procura eliminar los signos religiosos aduciendo el temor de que haya “guerras religiosas”. 

Y lo cierto es que, por el contrario, el pesebre es signo de una fraternidad entre los pueblos. En cada lugar o país que he visitado he conocido artistas, cristianos y no cristianos, que construyen estatuillas y escenas de la Natividad. En Vietnam, las familias montagnard producen las estatuas utilizando raíces secas del bosque; en China, los jóvenes escultores realizan tallas en madera de pino para formar los bajorrelieves de la Sagrada Familia; en Irak, se bordan pequeños tapices con la adoración de los Reyes Magos…

Y en Italia, tengo muchos amigos que están alejados de la fe pero que asi todo, desean armar el pesebre. Ellos dicen que con el olor del musgo, las luces y las estatuillas, “se respira la atmósfera de la Navidad, como cuando uno era niño”. En realidad, todo esto no es sino un impulso -inconfesado - de nostalgia de Dios. En su Carta Apostólica, el Papa dice que el pesebre suscita asombro y nos conmueve, “porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros, nos cautiva aún más viendo que Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida ”.

Delante del pesebre – continúa Francisco - “la mente va espontáneamente a cuando uno era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construirlo. Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y a los nietos la misma experiencia. No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida. En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera sea su condición".

Lo pesebres de cualquier parte del mundo también nos cuentan algo de los misioneros. Las estatuillas que provienen del África, China, Vietnam, la India o Perú señalan una historia de personas que llegaron a esos países para dar a conocer al Niño Dios. Y su estilo fue el mismo: la encarnación, la paciencia, la inmersión en la cultura, la ternura y la entrega de sí. 

Cuando habla del Niño Jesús, “el corazón del pesebre”, el Papa dice: “Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma… Así, pues, el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida”.

Nos toca ser como los Reyes Magos, portadores “de la Buena Noticia” donde y con quienes con encontramos, “testimoniando con acciones concretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor.