Devoto budista: Ruego y agradezco a san Sebastián por las bendiciones recibidas
de Melani Manel Perera

Prabahath Gamage, de 62 años, arriesgó perder la vida cuando era pequeño. Se curó invocando el perdón del mártir cristiano, que él había ofendido en un gesto al cual no había dado peso.

 


Colombo (AsiaNews) – “Ruego y agradezco a san Sebastián desde lo profundo del corazón por todos los dones que he recibido”. Lo dice a AsiaNews, Prabahath Gamage, un budista cingalés de Sri Lanka. Él es un devoto fiel del mártir cristiano, que lo bendijo curándolo de dolores incurables, a los cuales ni la medicina podía poner remedio. “Desde el día que fui curado-dice- le rezo a san Sebastián donde vaya, en cada iglesia los rindo homenaje en el día de su fiesta”.

El 20 de enero se celebraba la fiesta del santo, que vivió durante la época del emperador Diocleciano (244-313 d.C.). Sebastián era un alto oficial del ejército imperial. Gracias a su cargo, apoyaba a los cristianos encarcelados, se ocupaba de la sepultura de los mártires y difundía el cristianismo el cristianismo entre los funcionarios y los militares de la corte. El emperador lo condenó a muerte dos veces; la primera, atravesado por las flechas lanzadas por sus camaradas; la segunda, después de haber sobrevivido a través de la flagelación. 

Prabahath, de 62 años, es un ex funcionario de la salud ahora jubilado. Vive en la zona de Moratuwa, está casado y tiene una hija; su esposa trabaja en la biblioteca de Colombo; la hija estudia ingeniería informática. Él cuenta: “Todos los años en el día de la fiesta del santo voy a la iglesia, asisto a la función religiosa, enciendo una vela y beso los pies de la estatua de san Sebastián. Lo agradezco y lo honro”.

El hombre hoy goza de buena salud pero cuando era joven arriesgó perder la vida. “Todo inició-narra- cuando era adolescente. En la zona de Moratuwa viven muchos católicos y cristianos. Estaba en buenas relaciones con ellos y tenía tantos amigos fiables. El miércoles iba a la iglesia para asistir a la novena, los otros días iba al templo y seguía mi religión budista”.

Una noche, en la vigilia de la fiesta del santo, “estaba en compañía de amigos que decoraban el carro para la procesión del día sucesivo. Había una pequeña estatua de san Sebastián, la agarré y me use a bailar. Yo no le dí importancia y volví a casa. Apenas volví, empecé a tener un fuerte dolor al estómago. Era un dolor insoportable, gritaba sin parar. Luego se transformó el dolor en la pérdida de movimiento”. 

El budista recuerda “haber pensado que me moría”. “Ningún remedio disminuía el dolor”. “Entonces entendí que estaba enfermo por lo que había hecho a la estatua de san Sebastián. Lo había ofendido. En ese momento invoqué su perdón y lo imploré: ‘Te ruego, cúrame de este sufrimiento, prometo que no lo haré nunca más. Esta tarde iré a decorar el carro de la procesión’”. Después de haber pronunciado la última palabra, agrega, “el dolor desapareció”. A ese punto mi madre me dijo que fuera a la iglesia y pedir perdón por mi insulto”.

“Soy testigo de su poder-subraya- y testimonio su amor con honestidad. Inicié a rezar a san Sebastián desde aquel momento, en cada ocasión yo tenga necesidad de fuerza, bendición y guía. Su amor es potente. Cuando mi hija contrajo la fiebre de dengue, recé e imploré que se curase. Y así fue. Cada vez pido perdón por mi debilidad de cuando era joven”. “Todos somos seres humanos-dice- y debemos vivir juntos como hermanos y hermanas, aunque profesemos  religiones diversas. La separación no lleva a nada de bueno, Debemos respetar a todas las religiones y a sus líderes”.