Mons. Kikuchi: algo bueno ha nacido a partir de la terrible situaciĆ³n del coronavirus
de Tarcisio Isao Kikuchi

Se suspenden todas las actividades en las parroquias más grandes de Tokio. Los católicos locales se unen en oración. Es momento de crear una comunión espiritual más fuerte entre los fieles. El 24 de marzo, la arquidiócesis tomará una decisión respecto a la Pascua y la Semana Santa.  

 


Tokio (AsiaNews) – “Algo bueno ha nacido a partir de una situación terrible. De modo que soy optimista. He alentado a todos los católicos a recordar que no estamos aislados, sino que a través de la oración, estamos unidos”. Es lo que cuenta a  AsiaNews Mons. Tarcisio Isao Kikuchi, arzobispo de Tokio. Él recuerda cuán difícil fue tomar la decisión de suspender las misas, que solo pueden celebrarse en las comunidades pequeñas, donde suelen participar entre 10 y 15 personas. Según dice, este es el momento de crear una comunión espiritual más fuerte. A continuación, el relato de Mons. Kikuchi. 

 

Decidimos suspender las misas en público a partir del 27 de febrero. La prohibición es total para las celebraciones dominicales en las parroquias más grandes. Sin embargo, los matrimonios y los funerales pueden celebrarse, bajo la condición de que se tomen las medidas necesarias para prevenir las infecciones. La suspensión también vale para las misas de los días de semana, además de aquellas que se tienen en las comunidades pequeñas. 

Para la Iglesia, no es fácil tomar la decisión de suspender las misas, que debieran ofrecerse cotidianamente. Sin embargo, espero que los fieles hayan entendido la gravedad de la situación. Varias iglesias de la arquidiócesis de Tokio son visitadas por un gran número de personas, que incluyen turistas. Además, pensando en el creciente número de ancianos entre nuestros parroquianos, es importante comprometerse a evitar riesgos, como la posibilidad de contraer la infección a través del contacto en la iglesia y en el trayecto hasta ella. En un inicio, también pensamos en hacer hincapié en la responsabilidad personal de los fieles durante las celebraciones. Pero a fin de prevenir de un modo eficaz la propagación del virus, hemos optado por suspender las celebraciones. 

Creemos absolutamente en el poder de la oración. El hecho de que exista esta infección no debe impedirnos rezar. La Iglesia no tiene sentido en este mundo si no sumamos nuestra respuesta espiritual a las distintas medidas prácticas contra el Covid-19.

Las palabras de Nuestro Señor (“hagan esto en memoria mía”) podrían llevarnos a pensar que la suspensión de misa constituye una derrota espiritual para nosotros. Pero nosotros debemos rezar más de lo habitual en este período de crisis. En realidad, la suspensión de las celebraciones no es una derrota, sino más bien una oportunidad para reafirmar el poder de la oración, profundizar nuestra vida espiritual a través de ella y para que nuestros corazones reconozcan el poder que ésta tiene.

Unidos por una fe que tiene esperanza en la vida, con compasión y amor, recemos a Dios, nuestro Padre, por intercesión de nuestra santísima Virgen María, para que puedan recuperarse aquellas personas que están infectadas con el virus y tomar pleno control de la situación. 

La idea era permitir a los fieles regresar a la iglesia después del 14 de marzo: las nuevas restricciones que impuso el gobierno han frustrado aquél propósito. Hemos tomado nuestras decisiones en base a la declaración de la Comisión de expertos del Ministerio de Salud, que pedía a los ciudadanos evitar el contacto entre ellos así como también reunirse en lugares que no tuvieran una ventilación adecuada. Es exactamente lo que hicimos.

Es cierto que en Japón hay parroquias pequeñas, donde solo 10-50 personas participan de la misa dominical. Por ejemplo, en la diócesis de Saporo, se dejó en claro que solo aquellas con 10 personas podían continuar rezando la liturgia. 

El problema es que en Tokio hay iglesias donde participan más de 500 fieles. Para mí es difícil ordenar a las grandes parroquias que cierren su capilla, y permitir a las pequeñas comunidades la continuidad de las funciones. De hecho, ya está sucediendo que algunos fieles de nuestra arquidiócesis se unen a aquellos que participan en las misas en la pequeñas parroquias de las diócesis limítrofes. 

Ahora bien, el punto es que la misa dominical no fue suspendida para proteger a los fieles de los infectados, sino sobre todo para que ellos no se conviertan en una fuente de infección para los demás, especialmente pensando en los ancianos con enfermedades preexistentes o crónicas. Según el Ministerio de Salud, hay muchos jóvenes que se han infectado sin tener ningún síntoma. Ellos podrían convertirse en una fuente de contagio en nuestra comunidad. 

Si bien estoy preocupado por cómo podría avanzar esta situación, estoy feliz de oír que tantos católicos han comenzado a expresar el deseo de recibir la comunión y de participar físicamente en la misa. ¡Solo luego de perder la posibilidad de recibirla, ellos han comenzado a entender cuán importante es la Eucaristía. Algunos han recurrido a la comunión espiritual por primera vez, a causa de la suspensión de las celebraciones.

Por primera vez, otros han entendido que participar en la misa dominical es una obligación para los católicos. Y esto, solo porque di el anuncio de la exención de la participación en las celebraciones. Ahora las personas están en una fase de sed espiritual. Por lo tanto, en muchas parroquias, e incluso en nuestra catedral, se ha restablecido la adoración  eucarística. 

Algo bueno ha nacido a partir de una situación terrible. Por ende soy optimista. Aliento a todos los católicos a recordar que no estamos aislados, sino que en la oración estamos unidos. En este momento de dificultades, como sucedió con los cristianos japoneses en la época de la persecución, debemos darnos cuenta de que estamos unidos en nuestra fe, siendo parte de un solo cuerpo: Jesucristo. 

Debido a lo que sucedió en Corea del Sur en la primera fase de la epidemia, cuando una secta religiosa devino foco de la infección, y  por ello sus líderes fueron llevados a juicio, la opinión pública de Japón desconfía de las asambleas cristianas. Esto significa que llevará más tiempo volver a la normalidad. En los próximos días, el 24 de marzo, se tomará una decisión con respecto a Pascua y a la Semana Santa, que la precede.