Europa está despertando: la cooperación con China no funciona
de Emanuele Scimia

Los países europeos del 17+1, insatisfechos con la relación “privilegiada” con los chinos. Crece el déficit comercial (75 millardos de dólares) entre Beijing y los Estados de Europa central, oriental y meridional. Las inversiones chinas, destinadas principalmente a los Estados más ricos del Viejo Continente. Zeman hunde la Belt and Road Initiative. Advertencia para Italia. 


Roma (AsiaNews) – Los líderes europeos del 17+1, el fórum informal que reúne a China y a 17 Estados de Europa central, oriental y meridional, que incluyen 12 países miembros de la Unión Europea, están cada vez más insatisfechos con la relación “privilegiada” con Beijing. Esto es lo que surge de un informe del China Observers in Central and Eastern Europe, un centro de estudios cuya sede está en Praga.

Beijing usa El 17+1 como plataforma para promover la Belt and Road Initiative (BRI), el proyecto del presidente Xi Jinping para incrementar el protagonismo comercial de su país. Lo cierto es que los socios europeos de este grupo están cada vez más irritados, al ver que la tan cacareada cooperación con China no está dando los frutos esperados. Lo cierto es que los resultados económicos son modestos. Y aún así, la influencia china en la región ha crecido de forma considerable. 

El dato más preocupante es el económico. El déficit comercial de las naciones involucradas se ha ampliado de un modo significativo. El estudio revela que en el 2018, llegó a 75 millardos de dólares (69 millardos de euros). Las inversiones chinas aumentaron, superando por poco los 5 millardos de dólares (4,6 millardos de euros) en el 2017, pero igualmente siguen concentradas en 4 países: República Checa, Polonia, Eslovaquia y Hungría. Según el Mercator Institute for China Studies de Berlín, si se considera el total de inversiones chinas en el Viejo Continente, el porcentaje destinado a los Estados Orientales pasó del 2%, en 2018, al 3% en el 2019 (la mayor porción, el 53%, terminó en el Norte de Europa). 

También genera fastidio la actitud de Beijing, cada vez más agresiva. El año pasado, Lituania criticó duramente al personal de la embajada china, porque se sospecha que amenazaron a ciudadanos lituanos que se manifestaron en Vilna a favor del movimiento pro-democracia en Hong Kong. Por otro lado, Polonia y la República Checa han planteado dudas respecto al uso de la tecnología 5G de Huawei, el coloso chino de la telefonía que ha sido acusado por los Estados Unidos de espiar por orden del régimen. 

La Unión Europea considera que China es un socio, pero también un “rival sistémico”. Muchos líderes europeos sospechan que los chinos utilizan la BRI para debilitar a la Unión Europea, y alinear los países del 17+1 en función de su propia agenda política. 

La cumbre anual del 17+1, en un inicio prevista para el 15 de abril, fue aplazada a causa del coronavirus. Para algunos líderes de las naciones partícipes, esto no constituye un drama. El presidente checo Milos Zeman ya había cancelado su participación, incluso antes de que estallara la crisis pandémica. Zeman quería transformar su país en un “portaviones imposible de hundir” gracias a la inversiones chinas en Europa. Sin embargo, tuvo que resignarse al hecho de que, a pesar de las proclamas de Beijing, el dinero chino se dirige cada vez más a Europa occidental, y no al otro lado de la vieja cortina de hierro. 

La insatisfacción de los líderes europeos del 17+1 se agudiza por la exaltación que hace Italia de sus relaciones con China, y ante la propuesta de Xi de dar vida a una Ruta de la Seda “sanitaria”. Haciendo fruncir el ceño a los aliados “firmes” (los Estados Unidos), el ministro de Relaciones Exteriores italiano, Luigi Di Maio, magnificó en más de una oportunidad el acuerdo de cooperación de la BRI firmado el año pasado con Beijing. Éste habría favorecido el envío de material sanitario chino para la lucha contra la infección pulmonar. Sin embargo, el uso del condicional es obligatorio, ya que los chinos no tuvieron ningún escrúpulo en donar y vender el equipamiento médico, incluso a los países de la UE (la mayoría) que no han adherido formalmente a la BRI.