La economía mundial y el Covid-19: una crisis multidimensional
de Kamel Abderrahmani

China ganará terreno con su “soft power”, pero Estados Unidos no perderá su posición de potencia mundial. El precio del petróleo pone en crisis los proyectos de Rusia y Arabia Saudita. La influencia de Daesh solo se fortalecerá en países como Siria e Irak. Entrevista a la Prof. Ouhab-Alathamneh Nassima, docente de Economía en la Universidad París-Nanterre, y Dra. en Geopolítica y Geoeconomía.  

 


París (AsiaNews) – El mundo azotado por la pandemia del Covid-19 está siendo arrollado por una crisis multi-dimensional: social económica y geopolítica. Es lo que afirma la Profesora Ouhab-Alathamneh Nassima, 39 años, Doctora en Geopolítica y Geoeconomía, docente de Economía en la Universidad de París-Nanterre. En esta entrevista extensa, ella se centra en la perspectiva de una China triunfante que, sin embargo, no podrá derribar la primacía de los EEUU; minimiza los temores de una posible crisis alimentaria pero mira con preocupación la crisis económica en Rusia y en Arabia Saudita. Para la entrevistada, lo que realmente está en crisis, y no es algo de ahora, es un modelo basado en la economía de mercado y fundado en el hedonismo y la desigualdad.  


La actual crisis económica, ¿es solo fruto de la crisis sanitaria que vivimos? 

La economía mundial ha sobrevivido a muchas crisis, comenzando por la de 1872, la de 1929 y la del 2008. Y aunque estas crisis son inevitables, algunos factores presentes amplifican las consecuencias, sobre todo sociales, lo cual acentúa la disparidad entre los países desarrollados y aquellos no desarrollados. Además, luego de la caída del bloque soviético (1989-1991) surgió una nueva forma de capitalismo ultra-liberal, por la cual la economía mundial vive al ritmo de los mercados y de los capitales. La economía de mercado enseguida estableció una interdependencia entre los polos industriales-monetarios y las multinacionales, según un principio hedonista que tiene como meta el crecimiento de la riqueza para una parte acotada de los poseedores de los capitales.  Las medidas preventivas, de precaución [sanitaria], impuestas por los Estados, que necesitaban desacelerar la actividad económica, por una parte han tenido efectos irreversibles sobre la producción nacional, que ha revelado ser muy dependiente del exterior (instrumental médico, productos alimentarios, etc…); por otra, han generado un derrumbe sin precedentes de la demanda y de la oferta, por el quiebre de la cadena de producción. Como consecuencia, muchas empresas se encuentran en un estado de interrupción de pagos, y un importante número de asalariados corre riesgo de desempleo (más de 20 millones en los EEUU; 11 millones en Francia). En efecto, constatamos que más allá de la recesión mundial, debido al cierre de las fronteras y a la desaceleración del comercio entre los Estados (entre el 3 y el 7,5% del PIB), esta crisis no hace más que acentuar las derivas del sistema económico existente.

 

¿Cuál es la diferencia entre la crisis actual y las anteriores? ¿Y cómo explica lo que está sucediendo en los mercados financieros mundiales?

Las crisis financieras anteriores fueron crisis sistémicas, vinculadas sobre todo al sistema monetario, empezando por la de 1929, luego de la cual miles de tenedores de títulos y especuladores perdieron sus bienes provocando una gran depresión económica, seguida de una brutal deflación y de un colapso general de la producción. La crisis de las bolsas en 1987 y la de Subprimes del 2008 han tenido efectos limitados sobre la economía mundial. 

Estas crisis marcaron cierta inestabilidad en el capitalismo financiero promovido por la mundialización y por el liberalismo excesivo del comercio. Es decir: a partir del Tratado de Libre Comercio de 1860, entre el Reino Unido y Francia, los intercambios comerciales y flujos financieros se multiplicaron entre los países europeos industrializados antes de extenderse a todos los demás Estados emergentes después de 1929. El incremento de capitales convirtió a los bancos en el centro del sistema capitalista contemporáneo. 

Cuando la burbuja especulativa estalló, provocó un colapso en los precios de activos financieros y como consecuencia, la desestabilización de los bancos, el debilitamiento de los canales de producción y la caída de las inversiones productivas. En efecto, si las crisis anteriores se limitaban al sistema financiero, la crisis sanitaria actual se distingue ser multidimensional, ya que involucra a todos los sectores de la economía. Más allá de los efectos sociales del Covid-19 (desocupación masiva, endeudamiento, caída del poder adquisitivo de las familias, etc.), los efectos sobre el mercado financiero (acciones, obligaciones, materias primas) se constataron desde los primeros días de la crisis, bajo una apariencia altamente especulativa y volátil. Los mercados bursátiles se desplomaron cerca del 30%, especialmente las bolsas de París, Shanghái y de los países del Golfo. Por otra parte, la volatilidad de los mercados financieros es muy sensible a las declaraciones emitidas por diversos dirigentes y organismos.  Hasta la fecha, las pérdidas en el mercado financiero son limitadas, gracias al control sobre las tasas de interés, que son relativamente bajas, lo que permite incrementar la liquidez en el saldo de los bancos, para impedir una quiebra.

 

¿Qué efectos tiene la caída vertiginosa del precio del petróleo? ¿Cuáles son las razones por las que Arabia Saudita decidió inundar los mercados de petróleo? 

La reducción de la demanda mundial, especialmente de China, que importa el 10% del petróleo mundial, así como la excesiva oferta, han llevado al colapso del precio del oro negro.  En particular fue afectado, hace varios días, el crudo producido en Texas, que perdió el 300% de su valor (-37 dólares por barril). Las razones de la sobreproducción del petróleo saudí residen en el desacuerdo entre los productores de la OPEP, encabezados por Arabia Saudita, y sus aliados en el ámbito de la OPEP+, en particular, Rusia. Hay un desacuerdo sobre una posible reducción de la producción de 1,7 millones de barriles al día, según un acuerdo de principio cerrado en el 2016, en la Conferencia de Argel. La negativa rusa de reducir la producción para equilibrar el mercado (para no sostener a los productores de esquisto americano) empujó al reino saudita a incrementar la suya a 2,5 millones de barriles al día, según la estrategia de “mientras peor sea, tanto mejor”. Un viraje que se produce precisamente cuando la crisis sanitaria azotó de forma significativa la demanda mundial de petróleo: según la Agencia Internacional de Energía, desde el inicio de la crisis del Covid-19, la demanda se ha reducido en 90.000 barriles por día. 

 

¿Qué consecuencias tendrá el Covid-19 sobre la economía mundial y asiática?  

El cese de la mayor parte de las actividades económicas tiene consecuencias irremediables en la economía mundial. Por ejemplo: el tráfico aéreo ha sufrido importantes pérdidas, estimadas en 113 millardos de dólares, y esto produce un impacto considerable en el sector turístico. Según el World Travel & Tourism Council (WTTC), hay 50 millones de empleados del sector amenazados, de los cuales 30 millones corresponden a Asia. En lo que respecta al mercado asiático, éste, como todos, ha sufrido pérdidas considerables, y más por las variaciones negativas en las bolsas, en el sector industrial y en las tecnologías, a causa de su interdependencia con el mercado chino, que es el primer proveedor de componentes electrónicos en Asia. Japón, por ejemplo, en el 2019 importó de China más de 45 millardos de dólares en componentes eléctricos y electrónicos. Por su parte, China ha sufrido un importante retroceso en su PIB (que era de 6,8 puntos al inicio de la pandemia), y una caída significativa de sus inversiones y de su exportación a todo el mundo (-18% en el primer trimestre del 2020, con un déficit comercial de más de 7 millardos de dólares). 

En el caso de Rusia, las previsiones indican una recesión de entre un 5 y un 10%. Las regiones en su conjunto dependen en parte de la ayuda federal: la crisis actual causa importantes desequilibrios entre ellas, que las obligan a recurrir al poder federal. Por otra parte, el colapso del precio del oro negro repercute inevitablemente en la economía rusa, que justamente obtiene una parte sustancial de sus ingresos de la exportación de hidrocarburos. 

En cuanto a Arabia Saudita, la crisis sanitaria la ha privado de una parte importante de sus ingresos provenientes de la peregrinación a La Meca (Omra y Hajji) estimados en alrededor de 45 millardos de dólares al año. La economía de Arabia también depende del precio del petróleo, y su caída actual tiene un impacto negativo. Pero lo cierto es que el reino saudí tiene un balance deficitario desde el 2014. Para el equilibrio financiero, éste necesitaría contar con un precio equivalente o superior a los 80 dólares por barril.

 

Rusia, siendo el primer exportador de granos a nivel mundial ha decidido suspender la exportación de cereales. ¿Qué impacto podría tener esto sobre la economía mundial?  

Desde principios de abril y hasta el 30 de junio, Rusia ha decidido restringir las exportaciones a 7 millones de toneladas, con la excepción de la Unión Económica Euroasiática. Todo ellos despierta temores sobre la seguridad alimentaria mundial. Es cierto que la estrategia rusa pretende satisfacer el mercado nacional y evitar un alza de precios en el mercado, a sabiendas de que al día de hoy, el precio del grano es más alto que el precio del petróleo. Lo mismo sucedió en el 2010, cuando Rusia redujo sus exportaciones a causa de la sequía. Sin embargo, en el mediano plazo, las limitaciones de las exportaciones rusas no tendrán un impacto directo sobre la economía mundial, porque otros países de la Unión Europea, Canadá, la India y China, pueden garantizar el abastecimiento del mercado hasta fines de julio, fecha en que Rusia volverá a exportar sus granos. 

 

¿Cómo será el mundo después del Covid-19? ¿Habrá un nuevo barajar de cartas en el plano político? ¿China tomará el mando? ¿Quién gana y quién pierde? 

El modelo neoliberal, tal como lo conocemos, ha revelado sus límites sin medias tintas, y se ha cancelado en muchos aspectos. Esta crisis muestra las desigualdades persistentes en la sociedad americana. Y esto, a pesar de que el Congreso haya votado un plan de sostén por 2 billones de dólares para luchar contra los efectos de la crisis. Sin ir más lejos, hay un debilitamiento masivo de las familias modestas, obligadas a encerrarse en el hogar para escapar de la cadena de transmisión de la enfermedad. Sin lugar a dudas, éstas serán más golpeadas que otras por la desaceleración económica interna, que precisa de una reorganización de las prioridades.  

Yo no pienso que los EEUU vayan a perder su puesto de potencia económica mundial. Pero también es cierto que no serán los primeros, porque las contradicciones del sistema liberal mantenido hasta hoy genera desconfianza a nivel nacional, por los efectos que ha causado a más de 43 millones de pobres, es decir, el 13,5% de la población. 

El acceso precario al empleo y a los servicios básicos, en gran parte privatizados, despierta incertidumbre. Y no solamente sobre la garantías que dicho sistema brinda localmente, sino también por la imagen que transmite a escala internacional: los países que han seguido este sistema perderán toda su confianza. Sin duda, los EEUU disponen de medios militares y financieros disuasivos y el dólar constituye la primera moneda de cambio internacional, pero China ha sabido optimizar su notoriedad con el “soft power” antes y después de la crisis. Su retorno vehemente al mercado mundial, así como la interdependencia de las industrias mundiales con la suya propia, serán funcionales a su prepotencia sobre la ciencia internacional.

 

Siempre hablando de geopolítica, ¿usted piensa que el Covid-19 puede ser una oportunidad para Daesh? 

No. No pienso que esta pandemia sea una oportunidad para Daesh, que considera ésta como un “castigo de Dios”. Al contrario, los líderes de esta organización han aconsejado a sus combatientes que eviten viajar a Europa, foco primario del virus. En el último tiempo ha habido atentados marginales y solitarios en Francia y en el Reino Unido, pero el principal terreno de operación siguen siendo los países inestables, como Irak y Siria. La reducción del transporte aéreo y los bloqueos que rigen entre las ciudades limitan el campo de acción de Daesh en los países extranjeros. Incluso más, la disminución de ataques selectivos, especialmente en Siria, a generar un renacimiento de algunos sitios que pertenecen a Daesh, después que el coronavirus haya sido dominado.