El Covid-19 no detiene la obra de la Iglesia tailandesa hacia los migrantes y refugiados

Voluntaria católica: durante la pandemia el trabajo continuó aún frente a las “limitaciones”. Los voluntarios han colaborado en la producción de mascarillas y detergentes, con la ayuda de algunos refugiados. Sacerdote en Bangkok: son personas “frágiles” que necesitan de “urgente” ayuda. La emergencia sanitaria aumentó las desigualdades.

 


Bangkok (AsiaNews) - La emergencia desencadenada por la pandemia del nuevo coronavirus, que el gobierno de Tailandia supo controlar mejor que otras realidades de la región, no detuvo la obra de la Iglesia hacia los migrantes y refugiados. Sawanya Manitkul, miembro del Departamento para las víctimas y refugiados (VRD) de la arquidiócesis de Bangkok, confirma que “durante el Covid-19” el ente “continuó con su trabajo”. Y aún frente a las “limitaciones” que rigen visitar los campos, los voluntarios colaboran “en la producción de mascarillas y soluciones detergentes” que son difíciles de encontrar o se consiguen a precios elevados.

La voluntaria católica cuenta las iniciativas de sensibilización que se han emprendido para informar mejor sobre el virus e indicar a la gente, sobre todo a las categorías más vulnerables, cómo defenderse de la pandemia. En este contexto de ayuda recíproca, algunos refugiados más experimentados “nos ayudaron a producir mascarillas”. Y para nosotros fue un “orgullo” agrega Sawanya Manitkul, ver cómo “los migrantes no estaban de brazos cruzados, esperando ayudas”;  “compartíamos su comida y eso que casi no tenían nada para comer”. Son ejemplos increíbles, concluye, “en tiempos de crisis, y nos consuelan”.

El Pbro. Sommai  Mathurossuwan, director VRD, explica que los refugiados son en gran parte “personas frágiles. que necesitan de ayudas urgentes”. En primer lugar, prosigue, porque “ellos no querían dejar su patria, pero se vieron forzados a hacerlo” a causa de ideas diversas en términos de religión, cultura, raza o por injusticias y hechos de violencia. A menudo carecen de los “recursos esenciales para sobrevivir” y los hijos “no tienen acceso a la educación básica”, y obtener atención médica es “casi imposible”, salvo para aquellos que “luchan contra el Covid-19”.

La crisis en curso, agrega el sacerdote, muestra cuán evidentes son las desigualdades y los males en el mundo; por otro lado, la cuestión de los refugiados “es un clamor desesperado de ayuda, para que alguien se ocupe de ellos”. Esto nos recuerda el mensaje difundido por el Papa Francisco el 27 de septiembre de 2017, cuando subrayó que los migrantes son nuestros hermanos  hermanas “en busca de una vida mejor”, lejos de la pobreza, el hambre, los abusos y las injusticias. 

Hasta hoy, el gobierno tailandés ofrece refugio y acogida temporal a 97 mil refugiados de Myanmar, que se encuentran a lo largo de la frontera entre los 2 países. A estos se agregan otros 5 mil, provenientes de otros 40 países en busca de acogida y que han presentado una solicitud. En total, serían al menos 479 mil los refugiados sin patria que se encuentran viviendo en Tailandia. En los últimos años, su situación ha mejorado, gracias a la intervención de asociaciones, como la católica, y de organismos como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (UNHCR, en español ACNUR). En la última década, al menos 100 mil refugiados lograron obtener la ciudadanía. 

Según fuentes de las Naciones Unidas, en el 2018 se registró el récord de 70,8 millones de refugiados en el mundo y para el año en curso el dato sigue constante y no tiene visos de disminuir. Más de la mitad de estas personas necesitadas es menor de 18 años, y el 70% vive por debajo de la línea de pobreza.