Moscú, arrestos y cismas: termina la estación del consentimiento
de Vladimir Rozanskij

Arrestado el periodista Iván Safranov, acusado de “traición al Estado”. Estaba investigando sobre la catástrofe del submarino nuclear Losharik. Estudiosos, activistas por los derechos humanos, miembros de asociaciones humanitarias y caritativas ahora son “grupos de riesgo”, dado que tienen relaciones con colegas extranjeros. El ex higúmeno Sergio Romanov condenado también por un tribunal civil. Continúa la resistencia en el monasterio  Sredneuralskij en Verkhoturja.

 


Moscú (AsiaNews) - El 7 de julio pasado Iván Safranov, ya conocido corresponsal de Kommersant  y Vedomosti, fue arrestado con la grave acusación de “traición al Estado”. Desde el mes de mayo él trabajaba como consultor del grupo Roskosmos del empresario Dimitri Rogozin en el sector de la información política. Los dirigentes de la FSB (ex KGB) lo  arrestaron declarando a la prensa que Safranov estaba juntando y transmitiendo a agentes  de la NATO extranjeros importantes informaciones sobre proyectos de la defensa rusa, cubiertos por el secreto  de Estado.

El periodista es una figura muy conocida y un hijo de arte: el padre, Iván Safranov senior, murió en 2007, era a su vez comentador de cuestiones militares del Kommersant. Iván junior fue despedido del periódico después de haber revelado, en mayo de 2019, las posibles   dimisiones del presidente del Senado, Valentina Matveenko, una de las más estrechas colaboradoras de Vladimir Putin. Toda la redacción política del periódico, después del despido de Safranov dieron en bloque las dimisiones, creando un caso clamoroso en el mundo de la información rusa.

n el último año, Safranov estaba recopilando datos y particulares inéditos sobre la catástrofe del submarino nuclear Losharik, y fue por esto oficialmente acreditado por la misma presidencia; el vocero de Putin, Dimitri Peskov, declaró que el arresto “no estaba relacionado con la actividad periodística”. Safranov arriesga hasta 20 años de cárcel.  

Para la opinión pública rusa, el arresto de Safranov es un especie de destapar del vaso de Pandora: la simple recopilación de informaciones- hacen notar varios colegas- podrá desde ahora en adelante ser sometida a la acusación de traición. De hecho, todo buen periodista, tiene inevitablemente relaciones también con colegas extranjeros y con órganos de varia proveniencia y competencia. También los estudiosos, los activistas por los derechos humanos los miembros de asociaciones humanitarias y caritativas son ahora grupos de riesgo”

Parece que en Rusia esté terminando la “estación del consentimiento”, que durante el ventenio putiniano había de algún modo ligado a una solidaridad de fondo en la sociedad, no obstante los numerosos casos de represión y violencia contra periodistas y activistas. Ahora son enteras categorías las que son puestas en discusión y el clamoroso “cisma de los Urales del higúmeno Sergio Romanov demuestra que en estas categorías caben también varias componentes del mundo eclesiástico ortodoxo, que hasta ahora había constituido “la arquitrabe del consentimiento social”. La Ortodoxia es la gran “dimensión” ideológica de la sociedad rusa actual y el disenso monástico crea una profunda confusión en las conciencias.

El ex higúmeno Sergio Romanov 

El ex higúmeno Romanov no puede ser comparado con el periodista Safranov, pero ambos pertenecen a esta nueva estación de incertidumbre. Romanov ignoró hasta la sesión del tribunal civil, después de haber desertado aquel eclesiástico. El tribunal se limitó a condenar a Romanov a una multa de 90 mil rublos, cerca de 1.500 euros, por haber difundido falsas noticias sobre el coronavirus, evitándole las más graves acusaciones de extremismo,

No será fácil obligar al ex higúmeno dejar el monasterio Sredneuralskij en Verkhoturja, donde permanece encerrado con las monjas y los laicos a él fieles, El monasterio es oficialmente la residencia civil de Sergio Romanov, que en cierto modo es el “patrón”. Se necesitarán otras sentencias del tribunal y posibles de fuerza. Romanov mostró a los periodistas su humilde celda  monástica, en la cual usa un ataúd como mesa de trabajo, afirmando que “no tiene otro lugar donde vivir”. El patriarcado de Moscú trata de permanecer lo más posible extraño posible, no obstante las contumelias contra el patriarca Cirilo (Gundjaev), dejando el problema en manos del obispo local. Los efectos sobre la opinión pública ortodoxa y no, se deben todavía verificar.