Alepo: dos franciscanos muertos por Covid. Las sanciones impiden el acceso a hisopados y medicamentos

De cinco sacerdotes, cuatro contrajeron el virus y dos (p. Edward Tamar y p. Firas Hejazin) fallecieron. En el pico de la emergencia, mueren hasta 10 cristianos por día. Las sanciones internacionales obstaculizan el envío de hisopados y medicamentos para controlar la pandemia. La situación es peor que la que se atravesaba en la época de la guerra.


Alepo (AsiaNews) - Mientras se atraviesa la peor etapa de la pandemia, “en la comunidad cristiana estamos sepultando 10 víctimas por día”, si bien ahora “la tasa de mortalidad parece haber disminuido y el número muestra una caída constante”. El nuevo coronavirus también azota la zona de Alepo, como confirma a AsiaNews el vicario apostólico de los Latinos, mons. Georges Abou Khazen, quien informa el fallecimiento de dos de los cinco frailes franciscanos presentes en la ciudad, ambos muertos por Covid-19: “Lamentablemente - cuenta - murieron dos frailes que se encontraban en el colegio de Tierra Santa. Se trata del padre Edward Tamer (en la foto), de 82 años, que gozaba de buena salud, y del padre Firas Hejazin, de 49 años. ¡Una tragedia!”.

En la metrópoli económica y comercial de Siria, el virus azota en todas partes, pero el número de contagios y víctimas es incierto, tanto por la falta de hisopados como por los números parciales que brindan las autoridades. Lo cierto es que de los cinco padres franciscanos, cuatro contrajeron el virus y dos murieron; el único que se salvó hasta ahora es el padre de la parroquia latina, Ibrahim Alsabagh, quien denuncia en una carta “el estado de precariedad y la penuria de los hospitales, medicamentos, médicos y enfermeros”. 

Para el sacerdote, el porcentaje de curas afectados por el coronavirus puede ser aplicado a la población, para tener una idea aproximada de la magnitud de la pandemia, aunque no haya datos certeros. En una carta enviada a Crux, el religioso describe la obra de concienciación que trata de promover entre los parroquianos y en toda la ciudad, tanto respecto a la distancia social como al uso de mascarilla, para “evitar una catástrofe todavía  mayor”. 

Hay cálculos que estiman que en el peor momento de la pandemia, la cifra diaria de víctimas de Covid-19 llegaría a varios cientos (hasta 800). “La circulación del virus fue masiva - confirma mons. Abou Khazen, en diálogo con AsiaNews - pero la situación ahora parece haber mejorado un poco. La obligación de usar mascarilla, el distanciamiento social, y la prohibición de las aglomeraciones y grandes eventos, son normas que han colaborado para contener la enfermedad. En este momento se ha reactivado la circulación de la población; las escuelas reabrieron su puertas el 13 de septiembre y estamos atentos a los efectos que esto podría tener”. 

En Siria, el saldo oficial es de 3700 contagiados y 162 muertos, pero no cabe duda de que el número está muy por debajo de la cifra real. “Carecemos de medios” - explica el prelado - y cuenta que recién en el último tiempo pudieron abrir un centro en Alepo y en Damasco, para analizar hisopados. Este es el efecto de las sanciones internacionales contra Siria: una vez más, azotan a los sectores más vulnerables de la población”. En cuanto a los contagios y víctimas, “el peor momento se registró entre junio y agosto, y la situación fue tal que tuvimos que cerrar las iglesias y desarrollar misas y celebraciones a través de  Internet”. 

Hace cuatro semanas que “retomamos las celebraciones en presencia de fieles”, cuenta mons. Abou Khazen, pero se toman “todas las precauciones posibles; los funerales los hacemos en los cementerios; los bautismos y matrimonios con un aforo reducido, limitado a los familiares más cercanos. “La gente de aquí dice que estaban mejor en la guerra - prosigue - porque hoy tenemos que luchar contra el virus, contra la inflación y el aumento del costo de vida. Para abastecerse de combustible hay que hacer colas durante tres o cuatro días, y toca hacer varias horas de cola para conseguir un poco de pan… vivimos una tragedia dentro de la tragedia”.

A veces, concluye el prelado, “los líderes cristianos no sabemos qué decir, solo tratamos de acompañarlos y ayudar lo más posible. Las sanciones internacionales también afectan nuestras posibilidades de operar para asistir y brindar ayuda. Cada vez es más frecuente oír a la gente decir que hicieron mal en no escapar. Y con este virus, se complica cada vez más llevar nuestra solidaridad a las familias, y esto hace que el sufrimiento sea aún mayor”.