Papa: para salir de la crisis no se debe escuchar solo a los poderosos

“Se escucha más a las compañías multinacionales que a los movimientos sociales”. “O pensemos también en la manera de tratar el virus: se escucha más a las grandes compañías farmacéuticas que a los trabajadores de la salud, comprometidos en primera línea en los hospitales o en los campos de refugiados. Este no es el buen camino”. “Cada uno debe tener la oportunidad de asumir su responsabilidad en los procesos de sanación de la sociedad a la que pertenece”.

 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) – Para salir mejores de una crisis como la actual, “que es una crisis sanitaria y al mismo tiempo social, política y económica”, hay que poner en práctica el principio de subsidiariedad, que permite que todas las personas sean escuchadas. Dar a todos la oportunidad de expresar sus ideas para afrontar los problemas fue el tema que desarrolló el Papa Francisco en la audiencia general de hoy, en la que condenó el hecho de que “se escucha más a los poderosos que a los débiles”.

“Pensemos - dijo - en las grandes medidas de ayudas financieras que ponen en práctica los Estados. Se escucha más a las grandes compañías financieras que a la gente o aquellos que mueven la economía real. Se escucha más a las compañías multinacionales que a los movimientos sociales”. “ O pensemos también en la forma de curar el virus: se escucha más a las grandes compañías farmacéuticas que a los trabajadores sanitarios, comprometidos en primera línea en los hospitales o en los campos de refugiados. Este no es el buen camino. Todos deben ser escuchados, los que están arriba y los que están abajo.Para salir mejores de una crisis, hay que poner en práctica el principio de subsidiariedad, respetando la autonomía y la capacidad de iniciativa de todos, especialmente de los últimos”.   

Una vez más, cuando llegó al patio de San Dámaso, Francisco circuló durante bastante tiempo entre las 500 personas presentes, todas con máscaras y evidentemente atentas a no tocar al Papa, pero sin embargo a muy corta distancia. Francisco bendijo rosarios, imágenes religiosas y otros objetos que la gente traía consigo, firmó fotos, libros y hasta 4 pelotas de tenis, y recibió dulces que le ofrecieron dos fieles, intercambiando bromas. Y comenzó el discurso con un "parece que hoy  el tiempo no es muy bueno, pero de todos modos: buenos días". En efecto, durante el encuentro llovió un poco en algunos momentos.

En su discurso, Francisco afirmó que para salir mejores de una crisis como la actual, “cada uno de nosotros está llamado a asumir su parte de responsabilidad. Tenemos que responder no solo como individuos, sino también a partir de nuestro grupo de pertenencia, del rol que tenemos en la sociedad, de nuestros principios y, si somos creyentes, de la fe en Dios. Pero a menudo muchas personas no pueden participar en la reconstrucción del bien común porque son marginadas, excluidas o ignoradas; ciertos grupos sociales no pueden contribuir porque están económica o políticamente asfixiados. En algunas sociedades, muchas personas no son libres de expresar su propia fe y sus propios valores. En otros lugares, especialmente en el mundo occidental, muchas personas auto-reprimen sus convicciones éticas o religiosas. Pero así no se puede salir de la crisis, o en todo caso no podemos salir mejores. Saldremos peor. Para que todos podamos participar en el cuidado y la regeneración de nuestros pueblos, es justo que cada uno disponga de los recursos adecuados para hacerlo (cf. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia [CDSC], 186)”.

Francisco recordó que ya Pío XI “explicó lo importante que era para una verdadera reconstrucción el principio de subsidiariedad (cfr Enc. Quadragesimo anno, 79-80). Este principio tiene un doble dinamismo: de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Por un lado, y sobre todo en tiempos de cambio, cuando los individuos, las familias, las pequeñas asociaciones o las comunidades locales no son capaces de alcanzar los objetivos primarios, entonces es justo que intervengan los niveles más altos del cuerpo social, como el Estado, para proveer los recursos necesarios y seguir adelante. Por ejemplo, debido al confinamiento por el coronavirus, muchas personas, familias y actividades económicas se han encontrado, y todavía se encuentran, en graves dificultades, por eso las instituciones públicas tratan de ayudar con intervenciones apropiadas. Sociales y económicas”.

“Pero por otro lado, los vértices de la sociedad deben respetar y promover los niveles intermedios o menores. De hecho, la contribución de los individuos, de las familias, de las asociaciones, de las empresas, de todos los cuerpos intermedios y también de las Iglesias, es decisiva. Estos, con sus propios recursos culturales, religiosos, económicos o de participación cívica, revitalizan y refuerzan el cuerpo social (cfr CDSC, 185)”.

“Cada uno debe tener la posibilidad de asumir la propia responsabilidad en los procesos de sanación de la sociedad de la que forma parte. Cuando se activa algún proyecto que se refiere directamente o indirectamente a determinados grupos sociales, estos no pueden ser dejados fuera de la participación”. “Lamentablemente, esta injusticia se verifica a menudo allí donde se concentran grandes intereses económicos o geopolíticos, como por ejemplo ciertas actividades extractivas en algunas zonas del planeta. Las voces de los pueblos indígenas, sus culturas y visiones del mundo no se toman en consideración”.

El principio de subsidiariedad, en cambio, “permite que cada uno asuma su propio rol en el cuidado y el destino de la sociedad. Ponerlo en práctica da esperanza en un futuro más sano y justo; y ese futuro lo construimos juntos, aspirando a cosas más grandes, ampliando nuestros horizontes e ideales. O juntos o no funciona. O trabajamos juntos o no saldremos de la crisis. Y salir no significa dar una pincelada, significa cambiar”.

En una catequesis anterior hemos visto cómo la solidaridad es el camino para salir de la crisis: nos une y nos permite encontrar propuestas sólidas para un mundo más sano. Pero este camino de solidaridad necesita la subsidiariedad”. “De hecho, no hay verdadera solidaridad sin participación social, sin la contribución de los cuerpos intermedios: de las familias, de las asociaciones, de las cooperativas, de las pequeñas empresas, de las expresiones de la sociedad civil. Todos deben contribuir. Tal participación ayuda a prevenir y corregir ciertos aspectos negativos de la globalización y de la acción de los Estados, como sucede también en el cuidado de la gente afectada por la pandemia. Estas contribuciones “desde abajo” se deben incentivar. Qué hermoso es ver trabajar a los voluntarios durante la crisis. Voluntarios que vienen de todas partes, pero todos juntos”.

Durante el confinamiento nació de forma espontánea el gesto del aplauso por los médicos y enfermeros como señal de aliento y de esperanza. Muchos arriesgaron su vida y muchos dieron la vida. Extendemos este aplauso a cada miembro del cuerpo social, por su valiosa contribución, por pequeña que sea. Démosle espacio para trabajar. Aplaudimos a los “descartados”. Aplaudimos a los ancianos, a los niños, a las personas con discapacidad, a los trabajadores, a todos aquellos que se ponen al servicio. ¡Pero no nos detengamos sólo en el aplauso! La esperanza es audaz, así que animémonos a soñar en grande, buscando los ideales de justicia y de amor social que nacen de la esperanza. No intentemos reconstruir el pasado. El pasado ya pasó, sobre todo lo que era injusto y ya estaba enfermo. Construyamos un futuro donde la dimensión local y la global se enriquezcan mutuamente, donde cada uno pueda dar lo suyo, donde la belleza y la riqueza de los grupos más pequeños puedan florecer, y donde el que tiene más se comprometa a servir y a dar más al que tiene menos”.