‘Fratelli tutti’, un resumen de los siete años de pontificado de papa Francisco
de Bernardo Cervellera

El intento del pontífice es impulsarnos a todos a vivir una fraternidad universal. El eje es la imagen del Buen Samaritano, que conmueve a muchas personas musulmanas, budistas e hindúes. El “sueño” y las propuestas sobre la ONU, la deuda externa, el destino universal de la propiedad privada y el fin del comercio de las armas. 


Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Es imposible resumir en pocas líneas la extensa, articulada y analítica encíclica “Fratelli tutti”, que papa Francisco firmó en Asís y fue publicada precisamente en el día de la fiesta del Pobrecillo. Los ochos capítulos que conforman el texto – que está dividido en 287 párrafos – pintan un fresco de los abismos en los que se sume la humanidad; divisiones, hambre, abusos, la trata, las humillaciones, el racismo, las migraciones, las injusticias, la marginación, el terrorismo… 

Quizás hasta se puede hablar de un mosaico, cuyas teselas expresan en un “poliedro” (una imagen que agrada mucho a papa Francisco) las facetas oscuras y las posibles facetas luminosas de la humanidad contemporánea. En cierto sentido, la encíclica es como una especie de resumen de los siete años de pontificado y resalta muchos temas que el papa argentino ha afrontado en estos años.

El intento del pontífice es impulsarnos a todos a vivir una fraternidad universal, que supere los odios y el dominio, pero también el vacío de tantos eslóganes humanitarios. Al comienzo, él dice: “Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que  la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad.” (n. 6).

El eje en torno al cual gira este reclamo a la fraternidad y a la responsabilidad es la imagen del Buen Samaritano, que se desarrolla en el capítulo segundo. Un hombre se ocupa de cuidar a una persona vulnerable de una religión distinta a la suya: pierde tiempo con él, paga en primera persona sus cuidados e incluye a los demás (al posadero), para que lo ayuden. Para el papa, este es el modelo en el que hay que inspirarse, cualquiera sea la religión o posición política a la que se pertenezca. Por experiencia, debo decir que la parábola del Buen Samaritano conmueve a muchas personas musulmanas, budistas e hindúes. Algunos amigos míos que son musulmanes y viven en Beirut se sintieron en el deber de ayudar a los cristianos cuyas casas fueron arrasadas por la explosión del puerto. Hay grupos budistas de Japón que se dedican a aliviar la soledad de los ancianos; hay personalidades hindúes que trabajan todos los días en Calcuta, junto a las hermanas de Madre Teresa (a quien papa Francisco definió como “el buen Samaritano de nuestros días”). 

Lo que el pontífice pide no es un impulso sentimental y generoso, sino una verdadera conversión a la “verdad” (una palabra que va de la mano con la “caridad”, n. 184). Este reclamo no se dirige tanto - o no solamente - a los miembros de las religiones,  que son más dados a la fraternidad, por el hecho de tener un origen divino en común. También va dirigido al mundo de la economía, que vive de la dictadura de un mercado carente de ética (n. 109); a la política, que se ahoga en el “nominalismo declaracionista” (n. 188); a los “países fuertes” que con violencia despojan de su cultura a los países pobres (n. 51). En el texto se condena el “populismo”, tan de moda hoy en día  (nn. 155 y subsig.); pero también el “relativismo”, tan apreciado por lo “políticamente correcto” (nn. 206 y subsiguientes).

Francisco expresa con urgencia este reclamo, ya que “la tercera guerra mundial por partes”, a la que suele referirse, se está difundiendo cada vez más, involucrado a un creciente número de países: “En nuestro mundo – dice - ya no hay sólo  “pedazos” de guerra en un país o en otro, sino que se vive una “guerra mundial a pedazos”,  porque los destinos de los países están fuertemente conectados entre ellos en el escenario mundial” (n. 259).

Otro elemento que denota la urgencia es que las ideologías – y quienes las orquestan - han perdido “todo pudor”, desencadenando opresiones, invasiones, violaciones de los derechos humanos de una forma descarada: “Lo que hasta hace pocos años  no podía ser dicho por alguien sin el riesgo de perder el respeto de todo el mundo, hoy puede  ser expresado con toda crudeza, aún por algunas autoridades políticas, y permanecer impune” (n. 45).

El “sueño” de papa Francisco lleva a sugerir que los derechos humanos son realmente universales (206-segg), y que todo hombre pueda vivir en un mundo sin fronteras (n. 124). También se pide una reforma de la ONU, para que las naciones pobres estén en pie de igualdad con las demás (n. 173); la condonación de la deuda externa de los países más pobres (n. 126); una fortalecimiento del destino universal de la propiedad privada (n. 123); y el fin del comercio de las armas, sobre todo de aquellas nucleares (n. 262). Todo esto tiene su fundamento en el compromiso de la comunidad internacional, pero debe ser preparado y amplificado por el compromiso personal y grupal en favor de una cultura de diálogo y de la paz, que debe ser construida de forma artesanal (n. 217).